"Escalar los ochomiles con oxígeno es como ir al Tour de Francia con una bicicleta eléctrica"

El debate del estilo gravita sobre el K2 invernal, el último gran tesoro del Karakorum.

K2 invernal, el último gran tesoro del Karakorum
K2 invernal, el último gran tesoro del Karakorum

Recordemos a Reinhold Messner en aquel agosto de 1980. Solo, en la cima del Everest. Ha llegado hasta allí sin usar oxígeno suplementario, plantar campos de altura o fijar cuerdas. Ligero, eficaz y al límite. La cristalización de una forma pura de ascender las más grandes montañas. Ese estilo, trasladado desde las rigurosas paredes de los Alpes, es el nuevo camino a seguir. Se ha alcanzado un punto de inflexión en el himalayismo. O eso quería creer el bueno de Messner: "Pensaba que en el futuro, en diez años, nadie más subiría al Everest o al K2 empleando oxígeno". Cuatro décadas después de aquella brillante muestra del alpinismo "by fair mains" el debate sobre el estilo sigue muy vivo.

Messner ya había cambiado el himalayismo para siempre tras su ascensión "imposible" con Habeler: el Everest sin oxígeno. Y había plasmado con éxito los locos sueños de tipos como Diemberger o Buhl, llevando el estilo alpino a los ochomiles en el Hidden Peak (GI, 8.068 m). Áquella búsqueda de una forma limpia de encontrarse con las cimas ejerció una inspiración irrenunciable en los años 80. Alex McIntyre, Doug Scott y Roger Baxter Jones en el Shisha Pangma (1982); Nil Bohigas y Enric Lucas con su formidable escalada por la cara Sur de los Annapurnas; y, por supuesto, las incursiones meteóricas de Kurtyka, Kukuczka o Loretan, portando tan poco material que le dieron un nuevo nombre a su filosofía: desnudos en la noche.

El alpinismo había cambiado para siempre. "Las cumbres y las primeras líneas difíciles en los Alpes y el Himalaya fueron ascendidas inicialmente sin demasiada preocupación en cuanto al estilo. Alcanzar la cima era la prioridad. La motivación era explorar lo desconocido y superar las mayores dificultades posibles. Eso llevó a alpinistas clarividentes a entender que esta aproximación iba a llevar inevitablemente a un callejón sin salida. Sólo definiendo reglas autoimpuestas que eliminaran algunos medios, y desarrollando una mayor consciencia por el estilo, podría mantenerse vivo el desafío. En los años setenta, se demostró que las montañas más altas del mundo podían ser escaladas usando los mismos medios que se usaban en los Alpes", escribía David Lama. "El valor de un alpinista es inversamente proporcional a la cantidad de material que se lleva", es una de las frases más sonadas de Messner. De una forma más poética lo definió Maurice Herzog: "Al sobrepasar nuestras limitaciones, al tocar las últimas fronteras del mundo de los hombres, hemos llegado a conocer algo de su verdadero esplendor. En mis peores momentos de agonía descubrí el profundo significado de la existencia, del cual hasta entonces no había sido consciente".

Nil Bohigas y Enric Lucas en la cima del Annapurna Central el 3 de octubre de 1984
Nil Bohigas y Enric Lucas en la cima del Annapurna Central el 3 de octubre de 1984.

Hay otros K2 en la vida de los hombres...

Esas reflexiones sobre el estilo, imprescindibles para conocer una forma de alpinismo que se considera a la vez clásica y vanguardista, no iban a frenar la invasión de las montañas por parte del capitalismo. El impacto de un nuevo cambio iba a ser ensordecedor: la llegada de las expediciones comerciales. Cuerdas fijas, porteadores, campos de altura, cilindros de oxígeno por doquier y gran cantidad de peligros objetivos. Un cuarto de siglo después de la tragedia del Everest en 1996, todavía seguimos a vueltas con esas dos grandes ramificaciones del himalayismo. Y este invierno, con el K2 siendo asediado por medio centenar de alpinistas, con diferentes estilos y estrategias, la larga conversación va a alcanzar nuevas cotas. Porque ya no se trata de sacarte una foto en la cima del Everest que enseñar a tus nietos, sino de rebajar uno de los desafíos más longevos, elegantes e inspiradores de los Himalayas.

En el K2, se mezlcan este año expediciones ligeras y limpias como la de Snorri y Sadpara, con equipos multitudinarios como el de Seven Summit Treks, con porteadores para fijar la ruta, botellas de oxígeno al alcance y, en algunos casos, más ambición por la cima que por cómo se logra. "Escalar los ochomiles con oxígeno es como ir al Tour de Francia en una bicicleta eléctrica. Parece que también te cansas, pero la naturaleza de la hazaña es completamente diferente...", reflexionaba hoy el polaco Adam Bielecki, a raíz de un texto del alpinista y realizador Jon Griffith, que reproducimos a continuación:

"Usé O2 en el Everest y no me podía creer la diferencia que suponía. Pase de sentirme como debes hacerlo a 7.500 metros a parecer que estaba corriendo en los Alpes en verano. No es sólo por la energía adicional que le da a tus músculos, es también por tu capacidad cognitiva y, por encima de eso, el calor que ofrece. Es un increíble círculo vicioso. Creo que la gente infravalora masivamente la diferencia que supone el O2. Yo también lo hice. Si no usas oxígeno suplementario estás escalando a contrarreloj; necesitas saber cuando debes darte la vuelta para tener energía en el descenso, antes de que tu cuerpo y tu mente sencillamente se apaguen, y sin esa ayuda cognitiva que ofrece el oxígeno es francamente difícil saber cuando debes darte la vuelta... El compromiso que supone escalar sin oxígeno es otro nivel. Si deseas llevarte el premio debes adherirte a una ética moderna y a su estilo. La dificultad principal de escalar ochomiles es precisamente la falta de oxígeno. Ese es el desafío".

Bielecki, que ha ascendido Broad Peak y Gashebrum II en invierno, no es el único guardian del estilo que ha querido volcar algunas ideas estos días. Ralf Dujmovits, primer alemán en completar los 14 ochomiles, ha pasado las últimas horas dejando algunos interesantes pensamientos en sus redes sociales. "Sería una pena que alguien robase la primera ascensión invernal al K2 usando oxígeno artificial. El público en general puede ver esta `conquista´ del K2 como un gran logro, pero esta primera invernal debería dejarse a aquellos que puedan realizarla por medios justos. Con el equipo correcto y buenas condiciones alguién será capaz de lograr esta ascensión en un estilo clásico. Hay un puñado de alpinistas en la montaña que podrían lograrlo este año, y espero que uno de ellos lo consiga antes de que alguien con oxígeno ponga su pie en la cima".  Ed Viesturs, primer americano en los 14, le respondía: "Bien dicho".

En esta importancia del estilo en el K2 invernal también coincide Kilian Jornet, cuya respuesta pone en cuestión lo que pueda lograrse esta temporada, teniendo en cuenta que todas las expediciones compartirán la ruta por el Espolón de los Abruzzos. "Si alguien en el equipo usa o carga con oxígeno suplementario, desaparece la exposición, pues el alpinista que no usa el O2 tendrá acceso inmediato a él si hay algún problema". No es una cuestión baladí, ya que en un posible intento este invierno, con tantos alpinistas pendientes de las mismas ventanas de buen tiempo, un ataque conjunto incluiría, aunque fuesen como depósito para emergencias en los campos de altura, botellas de oxígeno artificial. Incluso la instalación de esos campos superiores usando el O2 pondría en tela de juicio intentos más limpios como los que podrían llevar a cabo Snorri, Mingma Gyalje Sherpa o Tamara Lunger. Los primeros dos campos de altura (hasta los 6.700 m) ya han sido equipados sin el uso de los cilindros; una gran noticia para los custodios del buen estilo...

No es la intención de Oxígeno (y nunca lo será) decirle a nadie cómo acudir a las montañas... mientras se respeten los parámetros de seguridad. La aventura es, para nosotros, interior. Pero si entra dentro de nuestras funciones apuntar que los ochomiles ya han sido escalados en invierno en estilo alpino. Por ejemplo, en aquella brutal paliza que se pegaron Simone Moro, Denis Urubko y Cory Richards en enero de 2011 en el Gashebrum II; o en la trágica cumbre del Nanga Parbat lograda por Mackiewicz y Revol. "Las reglas del juego deberían evolucionar constantemente al mismo ritmo que la tecnología. De lo contrario, estamos matando a la escalada clásica y nos engañamos a nosotros mismo pensando que somos superiores a los pioneros", escribía Yvon Chouinard hace ya mucho tiempo.

Sea como fuere, este invierno en el K2 cada alpinista estará a solas consigo mismo, tratando de ponerle palabras a su propio sentimiento de la montaña, y quizá alguno de ellos recordando esa cita del gran Josep Manuel Anglada: "Quien siente la montaña no necesita explicaciones y mientras existan paredes, agujas y aristas, habrá quien las escale, disfrutando de lo que hace, aunque no comprenda exactamente el por qué".

GII Winter Expedition | Dispatch # 5 | The long way down from stcollective on Vimeo.

 

 

 

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