Jarosław Botor a por un tesoro en el Karakorum

Una expedición polaca marcha en pos de una ascensión para la memoria: la primera del Gasherbrum VI

Jarosław Botor a por un tesoro en el Himalaya
Jarosław Botor a por un tesoro en el Himalaya

Coqueteando con los 7.000 metros, a la sombra de cumbres más altas y codiciadas, se levanta una montaña compleja y hasta ahora impenetrable, una furiosa hermana pequeña en esa familia de gigantes de los Gasherbrums. El Chochordin Peak o Gasherbrum VI es una mole intentada pero nunca ascendida, de formas elegantes que han sido generalmente obviadas por el alpinismo de vanguardia debido a su cercanía con una de las cimas más atrayentes, hermosas y peligrosas del planeta: el Gasherbrum IV. El alto riesgo de avalanchas y desprendimientos, o sus paredes vertiginosas y sus cornisas sospechosas tampoco han ayudado a que los pretendientes hagan cola al pie de sus laderas. Ni el hecho de que sus mediciones no se pongan de acuerdo sobre su altura, que oscila entre los 6.979 y los 7.004 metros. Pero siempre habrá exploradores, soñadores, gente dispuesta a descifrar esos enigmas que la naturaleza le regala a la curiosidad humana. Los últimos representantes de ese espíritu innegociable son Jarosław Botor, Jerzy Natkański, Jacek Czech y Dominik Malirz, quienes ya han puesto rumbo a los perfiles afilados del Karakorum para intentar añadir otro relato histórico del himalayismo polaco.

El grupo de los Gasherbrums es ya de por sí un escenario emblemático para los escaladores de Polonia. De la primera invernal del GI, firmada por Adam Bielecki y Janusz Golab en 2012, a la que muchos consideran una de las grandes ascensiones de todos los tiempos; la que llevaban a cabo en 1985 Wojciech Kurtyka y el austriaco Robert Schauer, inaugurando el Shining Wall. 2.500 metros de abismo resplandeciente en la cara Oeste del Gasherbrum IV, donde a pesar de la fatiga extrema, la falta de provisiones y el riesgo inalterable, alcanzaban la cumbre Norte.

Una cumbre a la defensiva

Los intentos por resolver el caótico laberinto del G VI se pueden contar con los dedos de una mano. Nancy Hansen y Ralf Dujmovits eran los últimos en probar suerte, en 2016, hollando los 6.400 metros antes de batirse en retirada por la vertiente Noreste, una de las dos únicas opciones razonables para trazar una línea hasta la cumbre. "Los aspirantes deberán asumir el riesgo de las avalanchas, los seracs y las cornisas", avisa Hansen. En palabras de Dujmovits, ambos luchaban como osos contra la montaña antes de darse la vuelta. Un exigente muro de roca en los bastiones superiores rechazaba sus intenciones. "Son unas paredes que parecen mármol, cubiertas de una nieve fina como el azúcar, donde no tienes ninguna oportunidad de colocar un seguro", definía el alemán. "No seguimos porque no teníamos intención de cometer un suicidio".

Antes que ellos, en 1985, la italiana Maria Luisa Ercalini reclamaba la primera ascensión, en solitario y por la cara Sureste, aunque ésta fue masivamente desacreditada posteriormente. En el 93, el alemán Walter Hölzer, también en solitario, se quedaba a 200 metros de las cornisas cimeras, que azotadas por el sol presentaban una amenaza inasequible. Hölzer regresaba a casa. No tendría la misma suerte Nicolas Bonhomme en 1998. El francés unía fuerzas con Jean-Paul Cache y Jean-Nöel Urban con el plan de llegar a la cumbre y descender esquiando. Alcanzaban los 6.900 metros cuando una avalancha se llevaba para siempre a Bonhomme.

La trágica desaparición del alpinista francés desanimaba a otros aspirantes durante más de una década, hasta que los portugueses Paulo Roxo y Daniela Teixeira, en 2009, progresaban en estilo alpino por la vertiente Noreste y lograban acceder a la arista Este. Allí las dificilísimas condiciones frenaban su ambición: la placa de 70º de inclinación donde escalaban daba paso a un estrecho corredor, envuelto por roca descompuesta. "Protegerse allí era virtualmente imposible", se lamentaba Daniela. "Quizá alguien pueda escalarlo si decide aceptar los grandes riesgos que entraña la parte superior, pero esos no éramos nosotros". Quizá sean Botor y compañía...

Un año muy polaco

El alpinismo de Polonia está de enhorabuena durante este año. A pesar de la cancelación del intento invernal al K2, pospuesto para 2020, las buenas noticias han ido llegando de forma constante. Las primeras buenas nuevas llegaban con los dos grandes reconocimientos que recibían los rescatadores de Elisabeth Revol. Botor, Bielecki, Urubko y Tomala recibían las máximas condecoraciones que otorgan los gobiernos de Francia y Polonia por su formidable actuación en el Nanga Parbat. Tras ello se anunciaba el Piolet d´Or a Krzysztof Wielicki por su legendaria trayectoria. La gala de los premios más representativos del alpinismo mundial tendrá lugar también en Polonia, por segundo año consecutivo, durante el Mountain Film Festival que se celebra en Ladek. A estos homenajes también hay que sumarle el éxito deportivo cosechado por la expedición del Nanda Devi Este en junio. Con la cumbre, rendían tributo al 80º aniversario de la primera expedición polaca en los Himalayas.

La expedición liderada por Botor al Gasherbrum VI puede suponer el broche de oro para el alpinismo de su país en este 2019, sin contar sorpresas de última hora en cuanto a la próxima temporada invernal. Este es uno de esos tradicionales y osados asaltos en los que los polacos suelen tener éxito. Su amor por las montañas y por las aventuras que prometen, y su historia en las cordilleras asiáticas, juega tanto a su favor como el tesón y la pericia alpina.

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Fotos: Colección Anna Okopinska

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