El auge de las empresas comerciales locales a los pies del Everest lo ha cambiado todo. No es que las masificación sea una novedad en la montaña más alta del planeta, pero el abaratamiento de los costes ha democratizado el acceso al que fuera uno de los grandes templos de la aventura humana. Se ha batido el récord de ascensiones a la cima en una sola jornada (algunas fuentes apuntan a que se lograron cerca de 300 el 22 de mayo), se han vivido dantescos atascos por encima de los ocho mil metros y, por supuesto, el número de bajas esta temporada no ha dejado de aumentar. Las últimas informaciones confirman el fallecimiento del alpinista británico Robin Haynes (44), que no lograba regresar del ataque a cima, expirando a 8.600 metros. Con este, ya van 20 muertos esta temporada de primavera en los diferentes ochomiles; la mitad ciudadanos de la India, uno de los países que más ha aprovechado el nuevo panorama en los techos del mundo.
Las escenas vividas en los últimos días no sólo han convertido en trending topic al Everest, provocado principalmente por la brutal imagen enviada por Nirmal Purja, también han reabierto una vieja herida que comenzaba en los años noventa con el florecimiento de las expediciones comerciales, magnificada por tragedias como la de 1996. Quien mejor ha expresado lo que esto significa para el viejo alpinismo ha sido el alemán David Göttler, que trataba de ascender sin oxígeno hasta la cumbre el día 22, pero se daba la vuelta a 8.650 metros al encontrarse un tremendo embotellamiento humano en los bastiones superiores de la montaña. "Esperar y perder tiempo y energía no es una opción cuando intentas subir sin oxígeno", expresaba en una entrevista para el blog Adventure Mountain de Stefan Nestler, uno de los grandes cronistas de los Himalayas. Como ya hiciera Ueli Steck en su día, Göttler se retiraba de su envite definitivo ante la perspectiva de ser uno más en la larguísima cola que se formaba por encima del South Col.
El renovado debate contiene muchas aristas. Por un lado, la romeria de egos que busca rebajar las grandes montañas al nivel humano, olvidándose de esa necesidad profunda y antigua de explorar y desafiarse, convirtiéndo al Everest en un insensato parque turístico. Por otro, el beneficio económico para los habitantes del valle y para Nepal en general, que también fuerza la contratación de guías cada vez menos experimentados, cuyo principal objetivo es aportar un valor económico a sus familias. La reflexión será larga e inevitable. El oxígeno, las cuerdas fijas y los equipos de sherpas frente a una de las más bellas arquitecturas naturales del mundo. La ambición del occidental frente a la precariedad de los moradores de las montañas. Y, claro, la infantilización de una disciplina, la del ochomilismo, que siempre estuvo marcada por ser una de las más peligrosas y crudas aficiones del ser humano. Y por ser más una cuestión de estilo que de cimas...
No por nada el inimitable Lionel Terray definió a los alpinistas como "los conquistadores de lo inútil". Porque la cima no significa nada, el camino hacia ella lo significa todo.
This picture by @nimsdai was taken yesterday in the final ridge to Everest summit. The first reaction was sadness. I believe in climbing by fear means and that we should elevate ourselves to the mountain dificulties and not downgrade the mountain to our capacities. pic.twitter.com/ZmI3oRVKG8
— kilian jornet (@kilianj) 24 de mayo de 2019