Frank Worsley anota unas coordenadas en su diario. Lo hace mecánicamente, envuelto por un paisaje de extrema belleza y tan despiadado como las entrañas del océano. Ahora es un marino sin navío, de pie sobre el hielo. El barco que capitanea, el Endurance, ha sido masticado por los hielos antárticos, engullido por las presiones de la banquisa, y sus restos descienden pesadamente hacia las profundidades. 68°39’ 30"S, 52°26’30"W, escribe rutinariamente, arrinconado por un terrible desamparo. El oleaje del mar de Wedell brama con indiferencia ese noviembre de 1915.
"Esta tarde, cuando estábamos en nuestras tiendas, oímos al Jefe gritar: ‘¡Se está yendo, muchachos!’. Salimos en un segundo y llegamos a la estación de guardia y a otros puntos estratégicos y, efectivamente, allí estaba nuestro pobre barco a dos kilómetros y medio de distancia luchando en su agonía de muerte. Se hundió primero la proa, la popa se elevó en el aire. Luego se zambulló rápidamente y el hielo se cerró sobre él para siempre. Verlo nos dio una sensación espeluznante, puesto que, aunque no tenía mástiles y era inútil, parecía nuestro único vínculo con el mundo exterior."
La Expedición Imperial Transantártica partía desde aguas británicas en agosto de 1914, comandada por Ernest Shackleton. Su plan: cruzar la Antártida por primera vez, pasando por el Polo Sur, recorriendo 2.900 kilómetros de peligros y lejanías difusas hasta el mar de Ross. Shackleton ya era una de las grandes figuras de la edad heróica de la exploración tras participar en las expediciones del Discovery y el Nimrod, entre 1903 y 1909, pero la historia aún le reservaba uno de los capítulos más homéricos sobre la resistencia humana. 28 almas sin escapatoria quedaban a merced del antojo de los hielos, protagonizando una larga marcha de supervivencia, en la que la flema británica y el liderazgo de Shackelton jugarían un papel fundamental para que todos, todos, regresasen a casa. Tras meses de aislamiento en unas condiciones que llevarían a cualquiera a la enajenación, y una travesía por mar 1.300 kilómetros en el frágil bote James Caird, los miembros de la expedición fueron rescatados por un ballenero británico y un buque del ejército chileno. Y aunque no se lograba "la gran travesía que le queda por hacer al ser humano", sí que se construyó un relato de virtuosa curiosidad y coraje, en un tiempo de fatalidad en que los morteros y las ballonetas asolaban la vieja Europa.
Si la historia de Shackleton y su tripulación ha servido durante generaciones para charlar sobre fortaleza espiritual y tenacidad, las coordenadas apuntadas por Worlsey son ahora la mecha de una expedición pionera que este enero batirá el mar de Wedell para localizar el mítico Endurance, cuyos restos descansan en algun lugar a 3.000 metros bajo la superficie.
"En recuerdos éramos ricos. Habíamos penetrado el barniz de la superficie. Habíamos sufrido, padecido hambre y triunfado; nos habíamos humillado y, sin embargo, habíamos tocado la gloria, habíamos crecido con la grandeza del todo. Habíamos visto a Dios en Su esplendor, oído el texto que interpreta la naturaleza. Habíamos alcanzado el alma desnuda del hombre."
Un tesoro sin riquezas
Ahora que el Terror y el Erebus, los barcos de John Franklin, ya han sido desenterrados de su prisión de hielo, el último gran tesoro de la exploración polar concentra la imaginación de la arqueología marina. Un tesoro sin más riqueza que satisfacer nuestra propia sed de conocimiento. A ello se dedicará la Wedell Sea Expedition, dirigida por el estudioso Mensun Bound, cuya familia lleva instalada más de un siglo en las Islas Falkland, ese archipiélago del fin del mundo en el Altántico Sur.
Bound volverá a colaborar con el equipo con el que hallaba el desparecido submarino ARA San Juan en noviembre de 2018, encontrando sus restos a más de 900 metros de profundidad. La tarea a la que se enfrentan ahora, ubicar el Endurance, es un desafío mayúsculo. Para ello contarán con biólogos marinos, oceanógrafos, arqueólogos, drones submarinos y toda la tecnología que porta el S.A. Agulhas II, el mayor y más moderno buque de investigación polar del mundo. Una fuerza investigadora imparable que chocará contra los inamovibles caprichos del mar de Wedell, una de las regiones más ásperas y severas en las que puede internarse el ser humano.
La expedición pretende pasar 45 días de exploración en los que también analizarán el estado de las masas de hielo en la región, particularmente en la plataforma Larsen C, de la que se desprendía un iceberg gigante en julio de 2017: una porción de hielo flotante de 5.800 kilómetros cuadrados.
Este estudio sin precedentes deberá superar no sólo las propias limitaciones científicas, también resolver el puzzle de los hielos y la embestida de las temperaturas, para responder algunas preguntas sobre una de las regiones más remotas de nuestra planeta. Al descubrir nuevos datos científicos, la expedición espera mejorar nuestra comprensión del mar de Weddell y utilizar ese conocimiento para contribuir a su protección e inspirar a los jóvenes sobre ciencia, ingeniería y tecnología.
También será la primera vez que se utilicen AUVs (vehículos autónomos submarinos) para tratar de localizar la nave perdida de Shackleton. La diligencia del capitán Frank Worsley y su pericia con el sextante serán vitales un siglo después de sus anotaciones, que se conservan en los archivos del Scott Polar Research Institute, en Cambridge. Los AUVs son capaces de alejarse cientos de kilómetros del barco y regresar con fotografías y datos, así que será posible reconocer la zona apuntada por Worsley a pesar de que el rompehielos sudafricano S.A. Agulhas II sea incapaz de atravesar aquel laberinto congelado. "Como arqueólogo marino puedo afirmar con poco temor a equivocarme, que se tratará de la mayor búsqueda de restos de una nave jamás emprendida", corrobora Bound.
Se mira pero no se toca
Shackleton describió el mar de Wedell como el "pedazo de mar más terrible de la Tierra". Reconocido por primera vez en 1823 por el marino James Weddell, su bergantin Jane navegó hasta más al sur que ningún otro barco antes buscando nuevas colonias de focas que explotar. Su oleaje tumultuoso y las placas de hielo cambiantes complicarán la localización del Endurance. De lograrlo se añadirá un hermosísimo hito a las leyendas de la exploración polar y se pondrá de relieve la necesida de conservar y proteger estas piezas de la historia humana.
“Tratamos de hallar el Endurance para que pueda ser protegido y preservado para el futuro, cuando la ciencia de conservación haya avanzado lo suficiente como para que un organismo responsable considere si es recomendable elevar esos restos para su preservación y exposición pública", explica Mensun Bound que cuenta con la directriz del Departamento de Regiones Polares del Foreign Office de no tocar o retirar nada si se confirma el hallazgo. Esa labor se reservará a las generaciones futuras.
Sea como fuere, de nuevo queda patente que la chispa de las grandes hazañas antárticas sigue prendiendo las fantasías de investigadores y soñadores, de los generadores de los grandes anhelos del pasado y del futuro.
"Sostengo que se debe luchar hasta el límite por aquello que uno se ha propuesto en la vida." - Ernest Shackelton