El equipo liderado por Alex Txikon ya está de vuelta. Finaliza así una inolvidable aventura que arrancó el pasado 31 de diciembre de 2020. La expedición Manaslu-EKI se da por concluida, dejando un “buen sabor de boca” a todos y todas sus integrantes. Si bien es cierto que no han logrado ascender hasta la cima del Manaslu (8.163m), lo han tenido “muy cerca”. Aun así, han cumplido objetivos mucho más importantes como son “que todas y todos volvamos a casa y que hayamos podido contribuir, de la mano de Fundación EKI, el Ente Vasco de la Energía y Fundación Iñaki Ochoa de Olza- SOS Himalaya, al desarrollo de la población local de la región del Makalu a través de la instalación de dos estaciones fotovoltaicas y el reparto de bombillas que funcionan con energía solar” ha señalado Txikon.
“Nos hemos pegado una tremenda paliza y lo hemos intentado hasta el último minuto pero no hemos logrado ascender hasta arriba. Hemos avanzado con más de un metro de nieve virgen y logrado subir hasta los 7.100 metros, que es muchísimo. Además, hemos abierto una vía que no había sido explorada y que es preciosa. La verdad es que hemos disfrutado muchísimo. Nos ha faltado poner la guinda al pastel”, señala Txikon. “Si no llega a ser por esa rimaya que nos encontramos entre el C1 y C2 o si la ventana de buen tiempo hubiera sido un poco más larga… seguramente estaríamos hablando de otra cosa, pero es cierto que en la montaña nunca se sabe”, ha añadido.
El grupo tuvo que improvisar una nueva ruta al encontrarse una enorme grieta entre el C1 y C2. Según ha explicado Txikon, “pensábamos que la podríamos sortear, pero era imposible. Ni con 10 escaleras lo hubiéramos logrado. Esto nos hizo retroceder, volver al campamento base y cambiar de planes. Uno nunca sabe lo que se va a encontrar en la montaña, pero este obstáculo nos supuso un verdadero quebradero de cabeza, nos hizo empezar de cero, fueron días de trabajo tirados por la borda. No había tiempo que perder y decidimos apostar por abrir otra vía por la derecha. Lo logramos y pudimos continuar ganando altura entre Simone Moro, Iñaki Álvarez y los sherpas Namja, Gelum y Cheppal. Fue un trabajo durísimo. Tuvimos que subir muchísimo material con nieve que sobrepasaba nuestra cintura pero logramos ascender por esta nueva vía y seguir equipando campamentos de altura”.
“Parecía que el tiempo nos estaba dando tregua, y poco a poco, y a base de mucho esfuerzo, logramos ascender hasta los 7.050m pero nos tuvimos que dar la vuelta. Una borrasca más fuerte de lo que creíamos lo hizo inviable. Ya habíamos arriesgado mucho hasta llegar ahí... Para nosotros es fundamental la seguridad del equipo. No hay nada más importante que eso, y decidimos dar la vuelta y esperar a que llegara mejor tiempo, pero no hubo más oportunidades”, reconoce Txikon.

Expedición sostenible y humanitaria
Manaslu-EKI ha sido un reto con un marcado valor humanitario y solidario, además de sostenible. Y es que Alex Txikon lleva varios años colaborando con la FundaciónEKI, que tiene como uno de sus principales objetivos suministrar fuentes de energía eléctrica autónoma (principalmente a través de solar fotovoltaica) a centros educativos, de salud, y de interés social en países en vías de desarrollo. Y es lo que han hecho en esta ocasión en la región del Makalu, fuertemente afectada por un fuerte monzón en 2020, a donde Txikon se trasladó nada más volver del Manaslu junto a Mingma Dorji Sherpa, Chepal y Gelum.
El objetivo del alpinista vasco, como embajador de las energías renovables tal y como lo denominó el Ente Vasco de la Energía en el momento de su partida, era instalar allí las placas solares que habían empleado en el campamento base del Manaslu y que han servido para construir dos estaciones fotovoltaicas en el Hospital del Makalu (Seduwa). Dos instalaciones portátiles que Fundación Iñaki Ochoa de Olza- SOS Himalaya podrá usar cuando se desplace a diferentes aldeas del valle a realizar campamentos médicos y que permitirá hacer uso de aparatos portátiles de diagnóstico.
Por otro lado, el equipo también se acercó a la escuela de Seduwa para repartir entre las y los escolares más de 60 bombillas LED autónomas que pueden funcionar gracias a una placa solar que tienen adherida o, si se desea, también pueden encenderse con corriente normal (aunque sufra cortes, como suele ser habitual en algunas zonas). Es decir, estas bombillas tienen una batería de litio que se carga gracias a la luz del sol o a la corriente que pueda llegar. Si se quieren usar de noche y el suministro eléctrico se corta, la batería queda cargada y la bombilla sigue funcionando durante 8 horas como máximo. Un sistema sencillo, pero tremendamente eficaz.

Tal y como se comprometieron al principio de la expedición, el grupo ha entregado las placas solares que les han servido para abastecerse de energía en el campo base, evitando así que hayan tenido que utilizar generadores y consumir combustible. De hecho, estas instalaciones fotovoltaicas han suministrado el 100% de la energía que han consumido en el campamento base.
Asimismo, de la mano de COFARES y Grupo BM, se repartieron más de 500kg de comida y alimentación infantil entre las familias más desfavorecidas El reparto de este material se ha realizado de la mano de la Fundación Iñaki Ochoa de Olza-SOS Himalaya, quienes conocen de primera mano y mejor que nadie las necesidades de las personas de Nepal y con quienes Txikon colabora de manera habitual.
“Sin duda, para mí es fundamental que nuestras expediciones sean lo más sostenibles posibles y que podamos ayudar a la población local en todo lo que podamos. Más, si cabe, en un año como este, en el que están sufriendo muchísimo las consecuencias de la crisis económica que ha generado la COVID-19 debido a la falta de turismo. Se trata de dejar el menor impacto medioambiental posible y de ayudar a la gente que tanto nos ha dado a lo largo de todos estos años. Sin ellos y sin ellas, sin esta población local, sería imposible que pudiéramos llevar a cabo nuestras aventuras. Lo tengo clarísimo. Es nuestra forma de aportar y lo disfrutamos mucho, aunque es muy duro ver en qué condiciones viven muchos de ellos y muchas de ellas”, añade el alpinista vasco.
Por último, de regreso a Kathmandú, Txikon visitó la Asociación para la Educación y el Desarrollo UDANA NEPAL. Compartió un día con las niñas y jóvenes en el centro que la entidad tiene en esta ciudad desde la que trabaja para impulsar la igualdad y la justicia social a través de la promoción de la educación y el desarrollo profesional de la infancia y la juventud nepalí en situación de vulnerabilidad.
Un invierno demasiado duro
“Lo más importante es que todos y todas podamos regresar a casa y, desgraciadamente, algunos amigos y compañeros no podrán hacerlo esta vez. Este año el K2 nos ha dado un mazazo detrás de otro. Compañeros de cordada, amigos… se dejado sus vidas en él y eso es algo que no tiene vuelta atrás. Ha sido muy duro recibir estas noticias y no poder hacer nada. Varias familias han quedado destrozadas… Este deporte que tanto amamos puede cobrarse un precio altísimo. El más alto. Somos perfectamente conscientes de ello, pero es imposible acostumbrarse. Descansen todos en paz. El mundo es un lugar más triste sin ellos”, finaliza Txikon.
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