Elisabeth Revol le escribe a Tomek Mackiewicz

Meses después del rescate en el Nanga Parbat, la francesa recuerda a su compañero desaparecido.

Elisabeth Revol le escribe a Tomek Mackiewicz
Elisabeth Revol le escribe a Tomek Mackiewicz

Han pasado cuatro meses desde que Elisabeth Revol fuera rescatada en el Nanga Parbat, montaña que coronaba en invierno, por segunda vez en la historia, junto a Tomek Mackiewicz. El polaco no sobrevivía al descenso, siendo presa de la memoria. Ahora, la francesa le dedica este homenaje, un canto a la libertad del alpinismo y a ese estrecho corredor que separa la pasión del riesgo.

Carta de Elisabeth Revol a Tomek Mackiewicz

Poco a poco, mi memoria se anima, se llena, y mis emociones se traducen en palabras. Las páginas se llenan y yo avanzo entre la niebla que se aclara poco a poco. Mi cabeza permanece unida a Tomek, en el Nanga, y a las emociones vividas allá arriba con él, y luego sin él.

Cuando estoy sola, miles de palabras y de matices me inundan el espíritu al mismo tiempo. Quizás se trata del poder de las palabras para aliviar los males … No hago más que pensar, pensar en su vida, su filosofía y su arte de vivir, su amor por el Nanga… Hasta este momento me era imposible escribir esta carta…

Tomek era uno de los hombres más libres e independientes que he conocido. Estaba fuera de toda norma. El himalayismo que practicaba en el Nanga en invierno era su arte de vivir. Diez años atrás, él quería vivir sus aventuras, sin esperar, aquellas aventuras que le permitirían realizar sus sueños, sentir la plenitud de la vida, y ser, en fin, él mismo. Decidió romper moldes y enfrentarse a lo desconocido. Partió guiado por una certeza: nada es imposible para aquel que consigue los medios de hacerlo.

Elisabeth Revol le escribe a Tomek Mackiewicz

Se atrevió a afrontar el vértigo de tener que elegir. En vísperas de sus 35 años, después de varios años de introspección y reflexiones… Tomek respondía a esta pregunta: ¿Por qué permanecemos prisioneros de nuestras vidas (a pesar de ser conscientes de ello)? Tomek había decidido libremente ser libre.

Hoy te escribo una carta de despedida, pero prefiero no terminarla diciéndote hasta la vista, porque es algo todavía imposible para mí. He vivido momentos únicos contigo, he experimentado cosas extraordinarias y hemos hecho juntos cosas bellísimas y auténticas. Vas a continuar permaneciendo dentro de mí de muchas formas, ya que cuando uno encuentra a alguien como tú y se le deja entrar en su vida de alpinista, es imposible borrar las huellas que va a dejar. Tu sonrisa permanecerá siempre grabada en mi corazón y la chispa de tus ojos iluminará mis días.

Eras un gran hombre, un monumento, un mito, un genio del Nanga en invierno, un transmisor de energía y ánimo. De sueños y de vida.

Tomek, tú formas parte de aquellos que me han hecho sentir las ganas de pasar el tiempo en esta montaña, de impregnarme de su silencio, de atreverme a dar ese paso hacia lo desconocido, ese paso hacia el descubrimiento de uno mismo, ese paso hacia el descubrimiento de sus posibilidades…. Contigo allá arriba he comprendido todo lo que tú habrías podido sentir, lo que te habría empujado a ir cada vez más lejos y pasar tanto tiempo allá arriba. Esa impresión de inmensidad que no te empequeñece, sino que, al contrario, te da ganas de volar, hacia arriba, hacia las cumbres, los cielos, el espacio… el vértigo. El poder del universo, como tú decías…

Ignoro el momento en que traspasaste la línea final: si yo me hubiera dado cuenta de alguna señal… No sé en qué momento empecé a perderte, en que momento traspasaste el punto de no retorno, y si tú mismo ¿te diste cuenta de ello?

Noventa metros antes de la cima te encontrabas todavía muy bien. Después, hablamos poco, pero ni más ni menos que antes. Trepábamos sin más, concentrados… Todavía no sé cómo sucedió todo para que hoy tengamos que decirnos adiós. Lo único que siento es tu ausencia y una ola de sentimientos.

Hemos escalado juntos esa difícil invernal, porque habíamos construido nuestra historia sobre emociones reales, esa experiencia viva de la vida, elemental.

Elisabeth Revol le escribe a Tomek Mackiewicz

Eras un hombre con un gran corazón y luchaste hasta el final para descender lo más posible y salvarme la vida. Te debo mi vida a ti, Tomek, ya que si no hubieras tenido la fuerza y el coraje de luchar para descender hasta los 7.280 m durante esa noche glacial, inhumana, de supervivencia, del 25 al 26 de enero, yo no estaría ya aquí, pero estaría contigo….

Los dos sabíamos que no podíamos permitirnos un error, y lo aceptamos. Si uno de nosotros traspasaba ese límite, el otro se caía… Encontrar una persona como tú no es habitual, es excepcional. Tú eras el Señor del Nanga y estabas una vez más en esa montaña para no tener remordimientos, para terminar tu proyecto… y sencillamente para vivir.

Tomek tenías una infinita pasión hacia esta montaña, la mirada llena de energía por el Nanga. Tenías la energía y la fuerza de vivir tu sueño y llegar hasta el final del mismo.

El Nanga era tu escritura, tu inspiración y el libro de tu vida.

En el Nanga nació nuestra cordada: una cordada feliz, un lazo único, un mismo estado de espíritu. Tomek, pasaste por mi vida como una corriente de aire que me llenó de la energía de “tu" montaña. Me diste la enrome y bella energía que llevo hoy conmigo. Tomek, más allá del Nanga, seguirás constituyendo para mí un inolvidable y excepcional encuentro. Un encuentro con gusto de sueños y de aventuras, un encuentro lleno de sencillez, un encuentro que guarda para siempre el gusto a la vez amargo y dulce de su libertad.

Gracias, Tomek, por haber sido lo que fuiste.

Traducción: Carmen Catalina

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