Terror en el campamento

Historias para no dormir.

Terror en el campamento
Terror en el campamento

Las correrías mochileras no están exentas de ansiedades y miedos. Entre los más comunes podemos destacar las tormentas, de lluvia, viento, rayos o nieve de nieve; acampar en solitario, perderse, encuentros con diversa fauna salvaje, o por supuesto, cagar ahí fuera. Da miedo, sin duda, pero hete aquí algunas historias que realmente acojonan cuando acampas en la naturaleza.

El fantasma del ñordo

Respirad hondo. Este horror particular ocurre cuando uno levanta una roca y se encuentra que alguien ya eligió anteriormente el mismo lugar para plantar un pino. ¿Cuántas probabilidades habían de escoger la misma roca para taparlo?

La dimensión desconocida

¿Sabéis dónde sentirnos como en un espacio en el que el tiempo y el espacio tienden al infinito? Pensadlo: es en esos momentos, normalmente cuesta arriba y probablemente sin visibilidad, en los que intentas calcular la distancia entre donde estás en ese momento y dónde están el gorro, gafas, guantes que te has olvidado, o directamente el refugio al que te diriges.

Los goblins de las cimas

Ocurre en cordilleras de todo el mundo: hay unos seres más ruines que el mismo diablo, cuya llamada nos hace sufrir hasta llegar a la cima, sólo para darnos cuenta de que hay otra más alta más allá, y otra después, y otra… Si os concentráis podréis oír sus risas, o quizás sólo sean los lamentos de vuestro compañero de fatigas maldiciendo las falsas cimas.

Los silbidos del infierno

¿Qué es ese sonido infernal en medio de la noche? ¿De dónde proviene? ¿Quizás un lobo hambriento en busca de comida? ¿Un oso? Hay un sonido que cualquier amante de las acampadas teme aún más: el lento y obsesionante silbido que proviene de un microscópico (e imposible de detectar) agujero en tu colchoneta inflable. Una tortura.

Los duendes del pis

Justo a las tres de la mañana, todos sentimos una leve presión en la parte baja del abdomen, que además siempre ignoramos. Estamos medio catatónicos en la tienda y hace mucho frío fuera. Pasado un tiempo la sensación será cada vez más urgente, y dormir boca abajo ya no servirá. Aun así, seguro que nos mantenemos en el saco hasta que el dolor sea ya insoportable, aunque probablemente ya esté amaneciendo y nos preguntemos por qué diablos no lo habremos hecho antes.

La maldición de la electrónica

Por fin una escapada perdido en la naturaleza y alejado de la civilización. ¿Hay algo mejor que no tener cobertura y que no te incordien con mensajes y notificaciones en el móvil? Hasta que llega el momento de sacar una foto del increíble atardecer del que sólo tú estás siendo testigo y te das cuenta de que no has puesto el modo avión en las últimas doce horas y sólo te queda un 5% de batería… Y ahora elige: ¿foto o muerte?

Derrames tóxicos

Cómo jode cuando te olvidas de cerrar bien la válvula de hidratación de la mochila, o cuando el sudor hace que se te llenen los ojos de crema solar, o los calcetines húmedos que se solidifican con el frío… todas esas cosas, ya sabéis. Pero lo peor, seguro que estáis de acuerdo, es cuando se te olvida un plátano en la mochila y ya es tarde cuando te das cuenta de que está chafado entre la ropa. Espantoso.

Juego de tronos

Mucha gente tiene problemillas a la hora de cagar en el monte. Miedos, vergüenzas, ansiedades… Pero hay dos temores que probablemente todos tengamos: como por ejemplo cuando después de buscar detenidamente el mejor trono en la zona, y una vez que ya estamos en posición de sentadilla en medio de toda la acción, es justo cuando nos percatamos de que estamos a la vista de un grupo de senderistas que asciende por el camino… ¿Hay algo peor que eso? Si, encontrar refugio en una mata de ortigas. Escalofriante.

Los orcos de campamento

Justo en la medianoche, en el preciso momento que estás conciliando el sueño en la tienda después de una agotadora jornada de pateo, te despierta un estruendoso jaleo. Son los orcos de campamento. Cuando aparecen siempre va acompañado de alaridos y ruidos montando la tienda lo suficientemente cerca como para que sea inevitable escuchar sus ronquidos una vez que se duermen. Da pavor.

Los juegos del hambre

Hay pocas cosas más irritantes que cuando –con las tripas sonando– hurgas hasta el fondo de la mochila en busca de restos de comida y lo único que encuentras es una raquítica barrita de cereales medio desecha y para colmo con el chocolate derretido en el envoltorio. O cuando la primera noche te das cuenta de que te has olvidado en casa la bolsa con la comida. O peor aún, cuando a la vuelta llegas al pueblo derrotado, después de días pensando en el homenaje que te vas a dar…. y los bares están cerrados. El horror.

Camisetas de algodón

Nada define mejor los sudores fríos.

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