A cada paso que damos en la naturaleza, recibimos mucho más de lo que buscamos en ella. - John Muir
En el mundo del alpinismo, Messner (nacido en 1944) es conocido por ser la primera persona en hacer los catorce picos del mundo de ocho mil metros y, entre sus hazañas, también está la de haber cruzado la Antártida a pie. En la actualidad se ve implicado en una lucha por una relación con la naturaleza ecológicamente sostenible, con el foco en el conflicto entre la naturaleza humana y la naturaleza de la montaña y en cómo potenciar a escala mundial la autosuficiencia de las zonas de montaña.
Las amenazas que motivan al autor
El turismo de masas amenaza la naturaleza única y virgen de las montañas. Cada vez hay más aparcamientos, remontes y carreteras que abruman las cordilleras. Hoy en día, regiones montañosas enteras se han convertido en parques temáticos y en pendientes baldías. Ciclistas, escaladores, senderistas, esquiadores... todos esperan un ocio perfecto, al tiempo que confían en un servicio de rescate de montaña omnipresente. La grandeza de la naturaleza, sin embargo, se banaliza cada vez más.
Como escalador, Reinhold Messner es alguien que se pone los límites al extremo y, como «filósofo en acción», siempre ha estado indicando nuevos estándars. Fue la primera persona en lograr las 14 cimas de más de 8.000 metros sobre el nivel del mar y, junto con Arved Fuchs, cruzó la Antártida a pie. Actualmente, lucha por un tratamiento ecológico de la naturaleza, gestiona iniciativas de agricultura de montaña y promueve el Messner Mountain Museum en seis lugares diferentes. Además, es autor, director y productor de películas de montaña.
La llamada de Reinhold Messner
¿Qué está pasando?
«En los últimos doscientos cincuenta años, nuestra concepción de la montaña ha cambiado más de lo que lo ha hecho el paisaje montañoso. Con la Ilustración, los mitos y el miedo fueron desaparciendo y, finalmente, también se extinguió la veneración. El alpinismo no lo inventaron las poblacio- nes indígenas, sino exploradores y conquistadores. Se racionalizó el caos y se aceptó el horror de las montañas como dificultades y peligros.»
«En las cimas ya no bailan los dioses... Ahora en las cimas solo se encuentran personas extrañas que no saben qué hacen allí, puesto que en el paquete vacacional del todo incluido no está descrita la acción de maravillarse frente al infinito.»
«El problema no es el excursionismo o la escalada en sí, sino las multitudes. Filas inacabables de caminantes de larga distancia, tropas de personas en bicicleta, escalando o pilotando sobrecargan los lugares de moda y ocasionan daños medioambientales. El paso constante por senderos vulnrables destruye el suelo y ocasiona sufrimientos en la fauna. Una vez que la flora ha sido dañada, destruida, la fauna disminuye y el ser humano, con hambre de naturaleza, pasa al siguiente biotopo. [...] No soy un ecocondríaco, simplemente sé que los únicos reguladores que pueden retornar la tranquilidad a las montañas son la privación y el peligro. Si continuamos con la actual manía de evitar cualquier tipo de riesgo en la montaña, se hará necesario restringir la escalada, el senderismo y el excursionismo. No tanto porque las personas que los practiquen sean irrespetuosas con el medio ambiente, sino porque simplemente son demasiadas..»
«Las regiones de montaña sufren más el aumento de las temperaturas que las zonas bajas o las ciudades, a pesar de que es allí donde se encuentran las causas del calentamiento global. El deterioro glaciar no lo causan un par de turistas que de vez en cuando cruzan glaciares —el exceso de visitas tiene lugar básicamente en las cimas del Everest, el Denali y el Mont Blanc—, es conscuencia de nuestro modo de vida: consumimos combustible fósil sin restricciones, hacemos un uso excesivo de los medios de transporte y hemos hecho del consumo un fetiche.»
«En vez de percibir los peligros, las dificultades y los esfuerzos como ambiente natural en el entor-no alpino —un filtro a través del cual el turismo de masas no pasaría— se ha formado una representación generalizada de la montaña como imagen de postal: un agradable trozo de roca soleado o una vertiente de hielo resplandeciente bajo el cielo sobre la cual llevar a cabo actividades como si fuera un equipamiento deportivo. La montaña, sin embargo, no ha sido ni será nunca inofensiva. Quien quiere ascender a montañas altas pone en riesgo su vida y cada vez es más frecuente que una montaña media ya resulte suficiente riesgo.»
«Quien no quiera morir en la montaña, no debe escalarla, o bien debe limitarse. Retirarse, renunciar, también forma parte del alpinismo. Las circunstancias, el tiempo meteorológico y las propias habilidades y condiciones, en conjunto, no son siempre óptimas. Para hacer un camino de autoconocimiento entre el cielo y la Tierra, id adonde no haya otras personas y aprended de las propias limitaciones. Solo de esta manera se puede devolver la paz a las montañas y redimir a los que las exploran. Repartiéndonos equilibradamente por todas las montañas, esto resultaría bien sencillo.»
«El turismo de masas perturba, pues, el medio que buscamos como catalizador de un deseado proceso de autoconocimiento. Destruye, en definitiva, los atributos del alpinismo. Es la cantidad más que la manera lo que cambia nuestra actitud. Por suerte, las montañas más conocidas del mundo que están siendo invadidas solo son tres docenas. La mayoría de cordilleras están vacías porque se tiende a evitar lo desconocido.»

¿Qué le ha enseñado la montaña?
«A la hora de elegir los recorridos, presto mucha atención a los criterios que han tenido en el pasado. Me fascina la idea de hacer ascensos siguiendo el rastro de la historia del alpinismo, poder comprender a los pioneros en cada una de las repeticiones y, de esta manera, continuar y difundir la tradición de la relación entre la montaña y los seres humanos como esperanza. Me importa tanto la narrativa sobre el alpinismo como el alpinismo en sí. Aparte del arte, la música y la filosofía, no existe actividad deportiva (también la aventura en la montaña tiene una dimensión deportiva) que haya producido tanta literatura como el alpinismo.»
«En el mundo globalizado en que vivimos ya no marca la dirección en que la escalada se debe seguir desarrollando un grupo puntero de escaladores de una nación concreta (primero fue Gran Bretaña, después Alemania, más tarde Francia, Polonia, Eslovenia, etc.). La suma de las diferentes perspectivas e hilos narrativos es lo que define lo que son el turismo, el deporte o el alpinismo.»
«En la montaña hay sitio para todo el mundo, siempre y cuando se entienda lo que se hace como lo que realmente es. Al analizar la correspondiente literatura, del montañismo y de la escalada locales se pueden sacar conclusiones y corregir o adaptar nuestra propia actitud. Nadie puede definir qué es el auténtico alpinismo. Tanto la experiencia del montañismo como la narrativa que de él se deriva tienen detrás un proceso evolutivo de doscientos cincuenta años. Solo hay una cosa clara:el alpinismo tradicional se basó en las propias tradiciones y fue llevado a cabo según patrones de comportamiento anárquicos en paisajes arcaicos.»
«Transgredir los propios límites no es una locura, la locura es negarlos, no reconocer los límites de la naturaleza humana. Esta postura vital no la comparto y, en mi opinión, no merece ningún tipo de elogio. Cuento con la resistencia y continúo tomándome la libertad de ir a donde quiera.»
¿Qué tenemos que cambiar?
«Mi propósito no es ahora proclamar la desaparición del alpinismo o proponer un código de conducta para el alpinismo correcto. Me gustaría mostrar las montañas como las vemos hoy en día y también proponer una reflexión sobre cómo podemos pasar de ser una comunidad apolítica de naturalistas idealistas a hacer un alpinismo de manera ecológicamente responsable.»
El decálogo de Reinhold Messner
1. Las zonas de montaña se definen en todas partes como la suma del paisaje cultural, que durante milenios la mano humana ha remodelado y cultivado, y del sublime paisaje de alta montaña. Esta suma es un valor único e indivisible.
2. Un paisaje cultural bien cuidado de las zonas de montaña beneficia a todo el mundo. Se trata, pues, de proteger el paisaje y las aguas, la zonas de reposo, tanto como la producción de alimentos sanos y de calidad. Las montañas son también los pulmones verdes de todos los centros urbanos de los alrededores.
3. Para mantener el paisaje cultural, una condición esencial es una población autárquica y autosuficiente, que pueda diseñar localmente su propio hábitat de manera autónoma y responsable. Solo si la economía es sostenible, esta población permanecerá en la montaña.
4. Las regiones de alta montaña, en cambio, las zonas por encima del límite arbóreo que solo se utilizan desde que comenzaron a ser explotadas turísticamente, atesoran atributos como el silencio, la inmensidad o el paisaje virgen y sublime. E incluso el peligro, que también forma parte de ellas y que no debemos eliminar por medio de la racionalización.
5. Tanto este paisaje natural, que antaño se consideró tierra yerma y superficialmente no utilizable, como sus propiedades, se deben conservar, entre otros motivos porque su escasez va en aumento. El mundo de la alta montaña debe permanecer inalterado, ya que una mayor explotación, como también la instalación de estructuras adicionales, representaría inevitablemente su desaparición. Es un deber, por lo tanto, detener el desarrollo y la explotación de las regiones de alta montaña. Lo que ya está construido, sin embargo, debería permanecer, porque muchos puestos de trabajo dependen de ello.
6. No se debe facilitar acceso ulterior a las regiones de alta montaña por medio de infraestructuras, tales como telesillas diversos, carreteras u otras tecnologías modernas. Quien se adentra en la alta montaña bajo su propia responsabilidad y sin dejar huella alguna finalmente aprende rápidamentea respetar la naturaleza primigenia y a defender estos espacios para las futuras generaciones. La protección de la naturaleza se convierte aquí en un requisito imprescindible. La alta montaña, por naturaleza, no es un entorno apto para los seres humanos.
7. El asentamiento descentralizado y el uso sostenible y descentralizado de la montaña por debajo del límite arbóreo son la manera de hacer viable la movilidad a estos lugares, que son la base para experimentar los espacios naturales, para alojarse en ellos o para descansar. Para que la población de montaña pueda mantener una alta calidad de vida, por otro lado, las rutas y carreteras se debendiseñar de manera que el ruido y la contaminación sean los mínimos posibles.
8. Personalmente, me parece que la clave para proteger las zonas de montaña se encuentra en una combinación de estilo de vida local y conservación del paisaje cultural y el paisaje natural libre de infraestructuras. Solo así podrán servir al turismo a largo plazo. La unión de agricultura de montaña y turismo son la clave de un desarrollo sostenible de las montañas. A nivel local, es importante la colectividad y la colaboración vecinal; a gran escala, se debe fomentar la cooperación entre las regiones de montaña y exigir el mayor autogobierno posible.
9. Contribuyen a garantizar la sostenibilidad un patrimonio cultural regional, un paisaje cultural intacto, un paisaje de montaña distintivo y una autopercepción de la población de montaña identificada con el propio entorno.
10. Las zonas montañosas y las metropolitanas se necesitan mutuamente. Las primeras pueden mantener el equilibrio con la colaboración de las segundas, de manera que las tierras bajas queden protegidas de catástrofes y la subsistencia de la población de montaña quede garantizada. Es necesario que las instituciones políticas tengan en cuenta la periferia —que no la releguen negligentemente—, la estructura económica y la repartición equilibrada del asentamiento en el espacio. Resultaría contraproducente que las zonas montañosas continuasen despoblándose y las regiones urbanas crecieran todavía con más fuerza. Por lo tanto, hace falta tomar medidas al respecto.