¿Saben esos tipos que han encontrado su camino?¿Los que han sido capaces de desarrollar su propia suerte? Por si no lo conocen, les presentamos a uno de ellos: Jimmy Chin. Miembro del equipo de atletas de The North Face desde hace más de una década, el de Minnesota se ha forjado un trono en el panorama de la exploración gracias a expediciones como la que le llevaba a atravesar el plateu de Chang Tang, en Tibet, en compañía de Conrad Anker y Galen Rowell, a saber: dos de los personajes más influyentes de la historia de la aventura americana. Su ascensión al Meru, que le llevaba a resolver uno de los últimos grandes problemas pendientes del big wall en el Himalaya, le ponía a gravitar alrededor de los grandes astros del universo alpino. Fotógrafo y montañero, de su buen hacer con las yemas y las pupilas ha surgido el documental sobre esa actividad, que pronto se podrá adquirir en formato DVD (tras su exitosa gira de presentación). Aprovechando la presentación en Londres de “Meru”, conversamos con Jimmy sobre algo más que escalada.
¿Que sentiste al finalizar una expedición tan dura, tan intentanda como la del Meru?
Pues creo que los más cierto que puedo decir al respecto es que encuentras una gran verdad: que todo el esfuerzo ha merecido la pena.
¿La ascensión cambió de algún modo tu perspectiva del riesgo?
Toda la vida es riesgo y eso es algo que me ha costado pero que me gusta asumir.
¿Sacaste alguna importante lección?
Siempre. Me encantan los desafíos, me encanta escalar, estar en las montañas, saber dónde estas, quien eres, quienes son tus compañeros, la honestidad que destilan estas actividades con uno mismo y con todo lo que te rodea. Sobre tododescubres cosas nuevas sobre ti mismo, a todos los niveles: físico, mental, creativo...
El documental no sólo trata de escalada, es una oda al amor por los grandes espacios salvajes.
Lo salvaje, lo virgen, el mundo natural debe ser respetado y aprendido. Tiene mucho que enseñar. Somos parte de ello. Todo mi trabajo gira en torno a esto, a la gente involucrada y relacionada con la naturaleza. Cuando pasas tiempo en ambientes tan ajenos al hombre se despierta una cierta apreciación, un cierto amor por esa conexión que parece que hemos ido perdiendo. Tenemos mucho trabajo por hacer, mucho por proteger. Me gustaría llegar a viejo, tener niños y que ellos pudieran disfrutar de este mundo natural. Para eso tenemos que luchar todos juntos porque vamos por el mal camino.
¿Cómo gestionas tu pasión por la montaña y la fotografía cuando te encuentras en momentos complicados de una expedición?
La verdad es que son grandes momentos. Me encanta, estar al límite y retratarlo. Y me encanta volver con mucho material de nuestras aventuras, de grandes días, de esas explosiones de humanidad y, sobre todo, poder compartirlas y poder inspirar a la gente. No lo veo ya como algo costoso, al contrario, es parte de mi forma de entender las montañas y el mundo.
Y a ti, ¿quién te ha inspirado?
Muchísima gente. Desde alpinistas a fotógrafos, directores de cine, músicos… todos aquellos que entiendan la vida de una forma creativa, que entiendan que lo más esencial reside en el espíritu humano. La gente abierta al encanto y al significado de la vida, de la pasión, del amor. También debo destacar a mi familia, que es maravillosa e importante, y sin ellos no sería para nada quien soy. La integridad de la gente también es algo que me llena.
¿Algún otro sueño por cumplir?
Siempre tengo muchos sueños, otras montañas, otras tierras, escribir un libro, hacer más películas, ser padre... pero debo reconocer que amo lo que hago y que me gustaría seguir creciendo de esta manera. Podría decir que vivo mi sueño.