Nos sentamos en una terraza de la plaza madrileña de Santa Ana, bajo el calor de unas estufas de pie. Me doy cuenta de lo distintas que pueden ser las cosas de un invierno para otro. Mientras ahora Mohammad Ali Sadpara (1977) comparte unas cervezas con nosotros, hace apenas unos meses protagonizaba, junto a Alex Txikon, Simone Moro y Tamara Lunger una de las ascensiones más relevantes de la historia del alpinismo, la primera escalada invernal al Nanga Parbat. Una montaña amenazante, peligrosamente grande, y en las peores condiciones para que un ser humano trate de enfrentarla.
Ali es un tipo amable, que parecería serio si no le delatara una mirada algo romántica y traviesa. Responde a nuestras preguntas con calma, rememorando como conoció las grandes montañas de la tierra, allá por el año 2000, cuando abandonaba su trabajo como extractor de mármol para acompañar a diversas expediciones extranjeras en sus ambiciones deportivas. Fue acumulando así una experiencia que le ha llevado a la cumbre de cuatro ochomiles (Broad Peak, Nanga Parbat, G1 y G2) y a bregar con el invierno de los Himalayas en otras cuatro ocasiones. Es, a día de hoy, uno de los escaladores más fuertes del planeta, y el más representativo de Paquistán. “Ya no quiero separarme de las montañas”, reconoce, aunque su familia lo pase “regular” cada vez que se marcha con la mochila a la espalda. “Saben que regresaré, saben que soy fuerte”. Ali, natural de la aldea de Sadpara, con todos ustedes.
Ali, ¿por qué decides ir al Nanga Parbat en invierno?
Era mi sueño. Ya había estado en dos ocasiones en la montaña. Cualquiera que conozca esta montaña sabe que es un desafío maravilloso. No podía dejarlo pasar.
¿Cómo te ha cambiado la vida esta ascensión?
Después de esta escalada, la gente ha empezado a saber quién es Ali Sadpara. Ya llevaba muchas expediciones invernales en el Himalaya, he pasado casi toda la vida corriendo y subiendo montañas, pero hasta ahora no había trascendido. Compartir la experiencia con Alex Txikon también ha sido importantísimo. Ha pasado de ser un compañero, a un amigo, a un hermano. He ganado un hermano.
¿Cómo fue esa unión de equipos con Simone Moro y Tamara Lunger?
Cuando ellos nos preguntaron si podían unirse a la expedición, nos sentamos a meditarlo. Tanto para Alex como para mí, esto era la montaña. Que todos los alpinistas seamos iguales, podamos compartir la experiencia, seamos solidarios con nuestras intenciones. Por lo que cuando decidimos que formaríamos un equipo todos pues descubrimos que eso nos hacía felices, que era como entendíamos la actividad, el sueño de subir el Nanga Parbat.
¿Es la suerte un factor tan importante en una ascensión como esta?
Lo más importante era imaginar que podía hacerse. Necesitas también una experiencia tremenda en este tipo de expediciones y condiciones. Necesitas una fuerza tremenda, una técnica tremenda, sobre todo en invierno. Una mente fuerte y una gran dosis de suerte con cosas como la meteorología o las condiciones de la nieve. Confianza. Un poquito de locura…
¿Puedes definir a tus compañeros?
Gente fantástica que comparte una vivencia que durará toda la vida. Amistosos, inteligentes, fuertes. La compañía perfecta en la montaña ¿no?
Muy inteligentes. Por ejemplo la decisión de Tamara de descender a 100 metros de la cumbre, antes de poner en riesgo a los demás.
Te escuchas a ti mismo, piensas en tus compañeros. Fue realmente sabio. Y no es sencillo en aquellas condiciones.
Ya sólo resta el K2 por escalar en invierno. ¿Te interesa?
Sí, pero haría falta un equipo fortísimo, capaz de enfrentarse a la montaña más peligrosa en las condiciones más terribles imaginables. Y haría falta mucha mucha suerte con la meteorología.
¿Podrá hacerse pronto o pasarán años antes de lograr esa cumbre?
Creo que en tres o cuatro años alguien lo logrará. Hay muy buenos escaladores pensando en ello.
¿Es este el gran reto pendiente del alpinismo mundial?
Sin duda. El K2 en invierno es la gran aventura que resta por hacer.
¿Qué les quedará a las siguientes generaciones por hacer?
Creo que el futuro pasa por buscar montañas más pequeñas, centrarse también en el estilo. En la forma de hacer las cosas. El alpinismo de exploración no es muy común, quizá cada vez haya menos, porque cada vez será más exigente poder innovar.
¿Estas de acuerdo con Reinhold Messner cuando dice que hay más turismo de altura que alpinismo en el Himalaya?
En algunos sitios es totalmente cierto, como en el Everest. En las montañas de Paquistán es diferente por ejemplo, no son tan accesibles a los alpinistas mediocres o sin experiencia. En el Everest, en verano, tienes una cuerda fija de la base a la cima; se usa oxígeno artificial para rebajar la sensación de altitud ¡cuando es la altitud el gran atractivo de esa montaña! No tiene mucho sentido. Hay que buscar siempre el desafío. El alpinismo es desafío.
¿Tu próximo sueño?
Sí, el Everest en invierno. Tengo que convencer a Alex Txikon para esto (se ríe).
Además de Alex, ¿qué otros alpinistas te han influido o tienes en la cabeza cuando vas a escalar?
La verdad es que nunca tuve una gran educación, no he podido leer muchos libros de alpinismo en inglés y conozco muchos de los mitos por encima. Sin duda me influyen los alpinistas con los que escalo en cada momento. Y me encanta el halo que rodea al alpinismo polaco.
Gracias Ali.
A ti por las cervezas.