"No nos vamos a culpar a nosotros mismos, hemos hecho todo lo humanamente posible en estas terribles condiciones". Así se expresaba el legendario alpinista polaco Andrzej Zawada tras regresar del primer intento al K2 en invierno. Han pasado más de treinta años desde aquel audaz envite y todavía nadie ha logrado llevarse el que quizá sea el último gran tesoro alpino del Karakorum. El K2 permanecerá un año más como la única cima de ocho mil metros que no ha sido humanizada en invierno.
Al contrario que en el Nanga Parbat, donde se llevaron a cabo más de 30 expediciones antes de la primera invernal de la historia (firmada por Simone Moro, Ali Sadpara y Alex Txikon), en el K2 los intentos se pueden contar con los dedos de las manos. El primero de ellos, como no podía ser de otra manera, lo protagonizaba el alpinismo polaco.
En 1983, animados por el éxito de Krzysztof Wielicki y Leszek Cichy en el invierno del Everest tres años antes, Zawada y Jaques Olek visitaban por primera vez el Baltoro para reconocer las condiciones durante la estación fría y empezar a imaginar un plan, que principalmente pasaba por conseguir más dinero para los permisos. Para atraer a los patrocinadores, Zawada decidía incluir algunos alpinistas británicos en la expedición, que finalmente se pondría en marcha en 1987.
Dos docenas de alpinistas (13 polacos, 7 canadienses y 4 británicos) iban a viajar a Pakistán en diciembre, alcanzando el Campo Base del K2 el día de Navidad. Como regalo; un campamento totalmente montado, idea de Zawada que dejaba todo listo en otoño, para evitar los sobrecostes de usar porteadores en invierno. Al pie de la montaña eran recibidos por una durísima tormenta de nieve y vientos aullantes de esos que ponen un nudo en las tripas. Esas condiciones meteorológicas implacabales iban a durar toda la temporada. En tres meses, sólo pudieron disfrutar de diez jornadas de buen tiempo.
Aprovecharon las ventanas benignas todo lo que pudieron. El 5 de enero del 88, Maciej Pawlikowski, Maciej Berbeka, Krzysztof Wielicki y Jon Tinker llegan a los 6.100 metros y establecen el primer campo de altura. Poco después, la cordada que inauguraba el Everest invernal en 1980, Wielicki y Cichy, supera la Chimenea House e instala el C2 a 6.700 metros. Asediados por la meteo, deberán esperar unas semanas para volver a batirse en la montaña. El 2 de marzo rebasan la barrera de los siete mil metros y levantan el Campo 3 (7.300 m). Al día siguiente, Roger Mear y Jean-Francois Gagnon siguen sus huellas. Después, los vientos huracanados impedirían cualquier progreso y propiciarían un arriesgado descenso, congelaciones incluidas. A su regreso, la expedición definiría el K2 en invierno como algo irrealizable. Por el momento...
Antes de volver a casa, Maciej Berbeka lanzaba un envite en estilo alpino al Broad Peak con el que alcanzaba la antecima (8.027 m). Esta marca se iba a convertir en un récord que duraría años como la máxima altura alcanzada por un alpinista en el invierno de Pakistán. Se mantuvo vigente 23 años, hasta que en 2011, Simone Moro, Denis Urubko y Cory Richards se apuntaban la primera invernal del Gasherbrum II (8.035 m).
El próximo invierno, Wielicki, ahora en su papel como líder de las expediciones polacas en los Himalayas, dirigirá una nueva tentativa en el invierno del K2. El último gran sueño polaco.