El Paso del Noroeste, una épica llamada de los misterios de la geografía dirigida a la curiosidad humana. En plena edad heróica de la exploración, cuando comenzamos a interesarnos por los últimos espacios en blanco de los mapas terrestres, una ruta que uniese el Atlántico y el Pacífico por el Norte se perfilaba como la respuesta a muchos de los viajes comerciales y científicos que estaban por llegar. Y aunque su utilidad se reveló como efímera, su descubrimiento y navegación fueron objeto de codicia para algunos de los grandes descubridores de principios del siglo XX. El mismo James Cook, navegante sin igual que se alzó como mito tras sus tres viajes por el Pacífico, en el siglo XVII, advirtió: “Sería imposible encontrar un paso adecuado, al menos hasta que las generaciones futuras avancen en sus conocimientos de la técnica”. Esos retoños fornidos de la exploración tardarían un par de siglos en ver su amanecer, pero fueron los pioneros de los hielos, Nansen, Amundsen, Freuchen o Sverdrup quienes se confabularon en pos de ampliar nuestros límites geográficos y científicos.
Sería el mismo Roald Amundsen, a bordo de una pequeña embarcación, el velero Gjøa, quien recorriese el Paso del Noroeste por primera vez, acompañado por seis expedicionarios, en 1903. Los estudios y conocimientos con los que se empaparon en aquel viaje no sólo posibilitaban la posterior conquista del Polo Sur, además dejaban en Amundsen algunos enigmas a contemplar, misión que llevaría a cabo en 1918 a bordo del navío de construcción propia Maud. Con él pretendía navegar desde el océano Atlántico hasta el Pacífico a través del océano Glacial Ártico, por la costa siberiana de la Unión Soviética.Su plan pasaba por dejar el Maud atrapado en los hielos, siguiendo el ejemplo de Nansen con el Fram. Pasarían dos años de investigaciones, en las que se realizaron descubrimientos importantes para la ciencia, sobre todo a cargo de Harald Sverdrup.
Tras su epopeya ártica, el Maud fue vendido en 1925 y cinco años más tarde, atrapado por la fiereza de las banquisas, se hundía en las aguas de Nunavut, cerca de la Bahía de Cambridge, Canadá. Allí iban a descansar sus restos para siempre… o no.
Tras seis años de trabajos, un equipo noruego ha logrado rescatar de su naugrafio al Maud, que gracias a su forma y construcción, al igual que el célebre navío Fram, ha resistido a su prisión entre el hielo y el tiempo.
80 años de guardia
Cómo un centinela de las eras, el Maud ha debido aguardar ocho décadas hasta tener la oportunidad de revelar sus secretos. “Es una nave preciosa y muy fuerte”, explica Jan Wanggaard, cabecilla del equipo de recuperación. “Además estamos felices de descubrir que se encuentra en un estado extremadamente bueno”.
El buen estado de recuperación se debe en gran medida al trabajo durante seis veranos de esta brigada científica, que el pasado junio incorporaban al casco bolsas y globos hinchables, y equipos de flotación, que han permitido reflotar el Maud por primera vez.
La mayor parte del trabajo ahora consiste en su limpieza y recuperación. “Estaba muy cubierto por el fango y los escombros”, avanza Wanggaard. El barco ahora descansa sobre una gran barcaza, donde deberá pasar un crudo invierno donde llegará a congelarse de nuevo. “Esto no es necesariamente malo, ya que necesita secarse mucho”. Este proceso de secado reducirá su peso y la presión que sufre su estructura, pero debe ser una tarea paciente: no se deben tener prisas cuando uno quiere secar un barco de madera maciza de gran espesor que ha permanecido hundido durante 85 años.
Además de su restauración, las labores del equipo científico también sirven para concluir de qué manera se hundió el navío en su último viaje de exploración. “Es fascinante”, confirma Wanggaard, cuya intención final es devolver el navío a Noruega.
La expedición del Maud (1918-1925)
Tras las imponente gesta lograda en el Polo Sur, las intenciones de Roald Amundsen en 1918 consistían en repetir el periplo de Fridtjof Nansen por el océano Ártico, tratando además de aproximarse lo más posible al Polo Norte. La expedición contaba con una importante ambición científica que sería liderada por Harald Ulrik Sverdrup.
El Fram, barco que Amundsen había utilizado para su navegación a la Antártida se encontraba en pobres condiciones después de los meses en aguas tropicales durante su regreso del ignoto sur, por lo que Amundsen recurrió al dinero ganado especulando durante la primera Guerra Mundial para construir un nuevo barco polar en los astilleros de Vollen, en Asker, al sur de Oslo.
El explorador contó con permiso para trasladar algunos equipos del Fram a su flamante velero y reunió una tripulación formada por Helmer Anisen, Oscar Wisting, Knut Sundbeck y Martin Ronne, que ya le habían acompañado al Polo Sur, y Paul Knudsen, Peter Tessem y Emmanuel Tonnesen, completando una dotación de nueve personas.
La expedición se prolongó dos años antes de que Amundsen abandonara el proyecto ante la imposibilidad de aproximarse al Polo Norte, disponiéndose para preparar su primer intento de sobrevolar los 90º N. El mando del Maud recayó en Harald Sverdrup quien continuó hasta 1925 con su programa de investigación, arrojando numerosos e importantes resultados que distinguieron el viaje como uno de los más importantes de su tiempo.