In memoriam: Royal Robbins

El mítico escalador fallece a los 82 años.

Redacción Oxígeno

In memoriam: Royal Robbins
In memoriam: Royal Robbins

Evangelista de la escalada en su forma más pura, padre de la revolución deportiva en el valle californiano de Yosemite y pionero de un estilo de vida que contagiaría a las generaciones posteriores, dejando una carretera asfaltada y señalizada por la que transitarían los conductores principales de la época dorada de la escalada americana. El nombre de Royal Robbins está cincelado en el granito de icónicos templos como El Capitán, protagoniza capítulos en todos los libros que han tratado de discernir la curiosidad humana por la vertical y ahora hondea en el olimpo de la naturaleza y la contracultura.

Robbins fallecía este martes 14 de marzo, a los 82 años, todos ellos dedicados a comprender nuestros límites al enfrentarnos a los desafíos naturales. Nacía en 1935 en Virginia y se criaba en la ciudad de Los Ángeles, aunque pronto iba a comprender que aquel no era su terreno de juego. La oceánicas paredes de El Capitán o del Half Dome suponían una escuela mucho más capaz de desarrollar su potencial, donde además de firmar algunas de las actividades más visionarias de la época, desarrollaba nuevas técnicas y filosofías para un deporte que estaba aún conociéndose a sí mismo.

Su primera gran aportación fue la escalada de Open Book, en Tahquitz, considerada por entonces la ruta de escalada en libre (sin utilizar agarres artificiales) más dura de América. Luego sus ojos curiosos volaron tras las gafas para posarse en la inabarcable cara Noroeste del Half Dome. Junto a Jerry Galwas y Mike Sherrick, Royal completaba la primera ascensión durante cinco días de esfuerzos en la pared. Acababa de instaurar su primer gran hito en Yosemite, al que seguiría una década de ascensiones pioneras y de activismo contra la escalada pesada o la colocación de seguros fijos en la pared (pitones) que dañaban de forma permanente esa roca sagrada del valle. Su iglesia, su santuario, a defender en una cruzada contra escaladores como el enfant terrible Warren Harding. Como muestra “un pitón”: mientras que el aperturista de la mítica vía The Nose a El Capitán tardaba 45 días de trabajos, subiendo y bajando por cuerdas fijas, e instalando todos los seguros fijos que quiso en la pared, Royal Robbins hizo lo propio escalándola sólo en siete días y de manera limpia. Pero aún le faltaba su gran sermón sobre cómo se debía escalar, y tras dejar para la posteridad dos rutas que todavía hoy se consideran todo un desafío, Salathe y North American Wall, se preparó para la gran ascensión de su carrera, la más exigente y comprometida: escalar El Capitán en solitario, lo que lograría a través de la mítica ruta abierta por John Muir.

Tras eso, exploró nuevos rincones para su curiosidad como el Yukón o los Alpes, formó una familia con su esposa Liz, fundó una prospera empresa de ropa de montaña y aprendió a palear en un kayak con tanto tino que llegó a ser nombrado uno de los palistas del siglo.

Royal fue un pionero deportivo y moral, cuya ética trascendió su tiempo para instalarse en la corriente de los años, llevando el clean climbing a instalarse como Biblia de la élite alpina y dejando un testigo que recogerían Jim Bridwell, Lynn Hill, Galen Rowell o John Long. Y escribió:"Necesitamos la aventura. Está en nuestra sangre. Nunca va a desparecer. Las montañas seguirán llamando porque son únicas en su capacidad de saciar nuestra necesidad de comunión con la naturaleza, así como de quitarnos el hambre de desafíos".

Royal vuela ahora hacia nuevas fronteras y nuevos retos, dejando en los ámbitos terrenales un legado de inspiración y respeto por los entornos salvajes, y esa vital necesidad de superarnos. Desansa en paz, pionero.