Tamara Lunger: "No tengo intención de perder nada por una montaña"

La alpinista italiana reflexiona sobre el accidente que sufría junto a Simone Moro en el Gasherbrum I.

Fotografías de Matteo Pavana y Matteo Zanga

Tamara Lunger y Simone Moro - Fotografía: Tamara Lunger
Tamara Lunger y Simone Moro - Fotografía: Tamara Lunger

La expedición de Tamara Lunger y Simone Moro llegaba a un abrupto final la pasada semana cuando una grieta oculta los ponía en jaque mientras se dirigían al primer campo de altura del Gasherbrum I. La cordada italiana pretendía firmar la travesía del GI y el GII, un proyecto sin precedentes en el aullante invierno del Karakorum.

Su ambiciosa actividad se veía frustrada cuando Simone caía veinte metros en una estrecha y afilada grieta (que presumiblemente tendría unos cien metros de profundidad), mientras era asegurado por Tamara, que volaba hasta el borde de la sima arrastrada por el peso de su compañero. Con una mano atrapada y sufriendo terribles dolores, Tamara luchaba por la vida de su compañero, cuya pericia y sanfre fría se iban a hacer imprescindibles para que ambos llegaran a salvo, aunque con varias lesiones, a la seguridad del Campo Base.

Unos días después, con las emociones más asentadas, hemos podido hablar con Tamara Lunger antes de coger su vuelo de regreso a casa.

Hay ciertos momentos en los que comprendes tus límites, así que tendré que pensar y quizá en el futuro cambiar algo sobre mi vida.

La expedición prometía ser muy dura desde el principio. ¿Cómo fueron las condiciones en las que encontrásteis la montaña?

Sí, sabíamos que no iba a ser algo sencillo. Alguien en Islamabad nos comentó que las condiciones de la cascada de hielo eran terribles. Los primeros días parecían prometedores, pero luego se fueron hiciendo más y más complicados. Debíamos ser muy cuidadosos y estar siempre pendientes de las grietas, pero incialmente todas eran pequeñas y podíamos superarlas con un paso o un pequeño salto. Nunca tuve miedo porque aquí me siento en casa y siempre me encuentro bien incluso en esas condiciones. Solo quería dar lo mejor de mi misma para superar ese primer gran obstáculo que era la cascada de hielo.

¿Ese primer aviso de la montaña, cuando el corrimiento de nieve borraba vuestro trabajo incial, os hizo replantearos las cosas?

Efectivamente tras ese aviso sabíamos que todo el panorama cambiaba y que tendríamos que trabajar todavía más duro para establecer la ruta, además de pensar en el creciente peligro de avalanchas. Por supuesto debíamos ir al lugar para comprobar las condiciones. A pesar de todo el trabajo perdido, parecía posible continuar sin mayores problemas, así que nos pusimos a ello.

¿Puedes contarnos el accidente desde tu punto de vista?

Sí, es una historia larga así que intentaré resumirla. Acabábamos de superar todo ese laberinto de grietas y hielo y nos acercábamos por fin al plateau, por lo que estábamos muy felices y exultantes. Ya nos veíamos en el Campo 1 por primera vez y parecía que solo nos quedaban por superar tres grietas cubiertas por la nieve que podíamos ver o intuir. Sabíamos que podía haber algún otro agujero oculto, así que íbamos encordados. Simone me aseguró para que pasara este sistema de grietas, cosa que hice rápidamente para después ascender unos pocos metros más, dejando un buen margen de seguridad. Me dispuse a asegurar a Simone, que decidió moverse unos pasos a la izquierda ya que el terreno parecía más sencillo. Justo cuando ponía la cuerda en mi mosquetón, Simone dio el primer paso y comenzó a caer, desapareciendo. En ese mismo instante pensé que yo iría detrás de él. La cuerda aprisionó mi pulgar al mismo tiempo que volaba hacia el mismo borde de la grieta. Tras aterrizar, la cuerda seguía tirando de mí hacia el vacío y sólo podía rezar para que Simone se detuviese en seguida o los dos caeríamos sin freno. Por suerte, logré detener ese impulso, aunque la cuerda ya me apretaba toda la mano, produciéndome un enorme dolor. No tenía mucho tiempo para pensar así que me puse a trabajar como pude con una mano y mi boca. Coloqué el piolet como anclaje en la nieve, pero Simone pesaba demasiado con la mochila puesta, unos noventa kilos tirando de mí y apretando mis dedos cada vez más.

Seguía deslizándome poco a poco hacia el borde de la grieta y sabía que sólo era cuestión de tiempo acabar precipitándome junto a Simone. Eso, posiblemente, supondría que no podríamos volver a salir. No podía dejar de gritar, en gran parte tratando de animar a Simone para que pusiera un seguro o hiciera cualquier cosa que descargase un poco de su peso, que liberase esa tensión terrible de mi mano. Llegué a pensar que perdería la mano si todo continuaba igual. Sentía un dolor brutal, aunque ya estaba a punto de perder toda sensibilidad en la mano. Continuaba gritando, deseando que Simone estuviese de pie en alguna plataforma de hielo, en medio de esa oscuridad, y pudiese cortar la cuerda pronto. En ese momento Simone me gritó que había logrado poner un clavo de hielo y no mucho después, aunque el tiempo parecía eterno, logró rebajar la tensión de la cuerda y pude liberar mi mano, pero a esas alturas ya no la sentía y no podía trabajar con ella. Hice lo mejor que pude para poner un tornillo de hielo y montar una suerte de reunión.

Primero tratamos de recuperar la mochila de Simone, pero se quedaba atascada en la grieta, así que la prioridad ahora era izar a Simone, que estaba haciendo un trabajo tremendo sin poder ver prácticamente nada. Logró ponerse los crampones y coger sus piolets para comenzar a escalar por la grieta. Mientras le aseguraba intentaba tirar de él con todas mis fuerzas, pero sólo podía usar una mano así que el progreso era lento. Tras un buen rato por fin asomó por el borde la grieta y la felicidad nos invadió a los dos.

Entrevista Tam

Tamara y Simone cruzando el peligroso laberinto de grietas hacia el C1. Foto: Matteo Zanga

Tras salir del atolladero, ¿ahora os admiráis más mutuamente?

Tras superar el shock claro que le admiró todavía más. No se si será recíproco porque en mi caso era mi deber, no tenía otra opción que ayudarle, no tenemos otra opción que sacar lo mejor de nosotros en estas situaciones. Creo que hemos tenido suerte de que yo sea una mujer bastante grande y pesada, porque en cualquier otro caso habríamos caído los dos y hubiera sido imposible salir de allí...

Incluso cuando gritaba o lloraba mi cabeza permanecía clara y no dejaba de repetirme que todo aquello iba a acabar pronto.

¿Sacas alguna lección de lo sucedido?

Desde luego. Para empezar fue el único momento en el que Simone dejó de seguir mi huella, así que no creo que ninguno de los dos vuelva a repetir ese error en nuestra vida. El segundo error fue anudar la cuerda en el mosquetón con las dos manos en vez de con una, esto provocó que una de mis manos se quedase atrapada. Segundo error que nunca repetiré.

Fue interesante también a nivel psicológico, pues siempre pensé que saldríamos de aquello, no me permití tener otras opciones. Quizá iba a perder la mano a cambio de salvar la vida de Simone pero iba a luchar hasta el final. No fue en ningún momento una situación de pánico o desesperación. Incluso cuando gritaba o lloraba mi cabeza permanecía clara y no dejaba de repetirme que todo aquello iba a acabar pronto.

¿Se queda este proyecto de los Gasherbrums como algo para finiquitar en el futuro o no tienes intención de pensar en ello por ahora?

Por ahora tengo que recuperarme, porque aún no puedo flexionar la mano y todavía hay partes en las que no he recuperado la sensibilidad, algo imprescindible para trabajar en altitud, pues podría congelarse muy rápido si la circulación no es la adecuada. Necesitaré un tiempo para recuperar la normalidad. Hubiera sido estúpido continuar la ascensión en esas condiciones, casi seguro habría perdido algún dedo. No tengo ninguna intención de perder nada por una montaña. Por supuesto soy positiva y sigo pensando que somos capaces de concluir ese proyecto, pero también hay ciertos momentos en los que comprendes tus límites, así que tendré que pensar y quizá en el futuro cambiar algo sobre mi vida.

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