Cada vez son más las personas que se quejan de los efectos del sol durante sus actividades estivales en la naturaleza. Nuestras cinco claves “revisitadas” ahondan de forma clara en importantes materiales y aspectos, a veces infravalorados para salir indemnes.
Por poco perspicaces que seamos, verano tras verano la montaña nos recuerda que en algún momento hemos descuidado nuestra protección frente al sol, omnipresente en un país mediterráneo como el vuestro y más durante 2023 en el que no pocos macizos de montaña ¡han visto un centenar de días seguidos sin nubes!
1. GAFAS DE SOL
En general los consumidores españoles tenemos una cultura asociada al uso de gafas deficiente e incompleta: prima más el aspecto que tenemos con ellas que su protección o calidad y no las utilizamos más que en momentos muy puntuales (días de máxima insolación o en la nieve). Quienes visitamos la montaña tenemos un comportamiento similar y a menudo su uso es muy estacional: sobre actividades en alta montaña estival o invernal. Sin embargo, incluso en días sin sol a cualquier altitud las necesitaremos, pues la mayoría de las nubes y nieblas dejan pasar más de un 50% de rayos ultravioletas.
Compra sólo gafas con certificación CE y categoría 3 si sólo frecuentas la baja y media montaña y categoría 4 para alta montaña, desierto o actividades junto a la costa. Obligatoriamente deben incluir el filtro UV 400 y mostrar el sello CE –conforme exigencias de la Unión Europea- y si son 3 o 4 en el etiquetado e incluso en el interior de una de las patillas.
La mayoría de las gafas de alta calidad se fabrican en Europa y Estados Unidos, costando entre 65 y 150 euros, siendo parte de estas últimas las auto oscurecibles o fotocromáticas de categorías 2-4. Hay gafas de menor precio que ofrecen suficiente protección y siempre es mejor llevar un modelo de bajo coste que ninguna gafa.
Algunos consumidores se quejan de que las gafas graduadas fotocromáticas de óptica resultan muy caras y que el comportamiento de las lentes ante una luminosidad variable está en desventaja frente a las fotocromáticas no graduadas para montaña.
2. CREMAS DE PROTECCIÓN SOLAR
Por cuestiones de ahorro, es más habitual adquirir cremas de protección solar en supermercados y gastar entre la mitad y la tercera parte respecto a los productos de alta calidad que suelen vender en las farmacias. Por supuesto que es mejor usar un producto barato para protegernos que ninguno, porque no podamos permitirnos gastar 25 euros en un envase pequeño (100 mililitros) para un par de salidas. Sin embargo, muchas cremas y aerosoles de bajo coste incluyen productos nocivos para la salud, como los parabenos; si lees en la composición metil paraben, propil paraben o isobutilo, renuncia a su uso. En Estados Unidos existen incluso placas en el exterior de los hipermercados en los que se advierte que parte de los productos más económicos pueden ser nocivos para la salud, una iniciativa valiente que aún no hemos visto en Europa.
Si bien la Agencia Española del Medicamentos y Productos Sanitarios ha detectado hasta un 26% de fraude en el incumplimiento del factor de protección solar 50 de las cremas vendidas en nuestro país (afectando incluso a marcas de prestigio), es ésta cifra la más recomendable para actividades en media y alta montaña durante el verano, incluso aunque tengamos la piel oscura. Evidentemente cremas y protectores labiales de FPS 50 van asociadas a precios más altos, pero nos protegen más eficazmente y suelen incluir filtros minerales –no sólo químicos- de alta calidad.
3. GORRAS
Emplear durante todo el año una gorra durante nuestras caminatas bajo el sol es una práctica menos extendida de lo que creemos y si embargo su infra utilización puede provocar a medio/largo plazo cáncer de cuero cabelludo y en plena actividad aumentar exponencialmente el riesgo de insolación, golpe de calor e hipertermia (situaciones que pueden ponernos rápidamente en riesgo). Si bien son las gorras de tipo sintético, en nailon/poliamida o poliéster las más utilizadas en montaña por su ligereza y rápido secado, algunos expertos prefieren para la temporada estival las de algodón 100 por cien por el refrescamiento que supone para la cabeza la absorción del sudor o del agua con que se la haya empapado regularmente en fuentes o riachuelos.
Las gorras con tejido lateral y en nuca, tipo gorra del desierto y los sombreros de montaña, ofrecen una mayor protección al rostro y cuello, conviniendo especialmente a las personas de piel clara, pero pueden molestar con viento o en actividades muy técnicas en la que se necesita máximo campo de visión.
4. ROPA
Con exposiciones prolongadas a sol y altas temperaturas –recordemos que un día estival con máximas de +25ºC puede alcanzar con cierta facilidad los +35ºC en laderas soleadas – es preferible vestir ropa fina que nos cubra todo el cuerpo que llevar camisetas de manga corta y pantalones cortos. El factor de protección ultravioleta, conocido como UPF, que proporciona la ropa estándar suele rondar los 15 o 20, lo que quiere decir que deja pasar la quinceava o veinteava parte de los rayos ultravioletas A y B. La ropa técnica de montaña con gran factor de protección puede duplicar e incluso triplicar esos valores, hablamos de un UPF de 50 a 60, estar certificada bajo las normas EN 13578 y UV Standard 801 y aparecer la cifra exacta en la etiqueta de la prenda, que a menudo estará confeccionada en poliéster.
5. TODO CUENTA
Tan importante como una cubrición integral y de calidad del cuerpo, ya sea con cremas en cabeza, brazos y piernas como con vestimenta completa pero adaptada a la temperatura existente, es entender que no podemos ir a cualquier sitio en verano y realizar esfuerzos continuados bajo máxima insolación. Por ejemplo, prefiramos comenzar la actividad a las seis de la mañana si nuestro itinerario remonta una ladera este o sur y descansar siempre a la sombra tras cualquier roca o árbol (la sombra que proporciona un árbol medio tiene aproximadamente un factor de protección solar de 15 y añade unos 8ºC de frescor), decidir objetivos en función de una orientación menos soleada o parar varias horas al mediodía para evitar los momentos más críticos en montaña (normalmente entre la una y las cinco de la tarde).
Pese a que los consejos facilitados recientemente por el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar social, son muy generalistas, bien pueden aplicarse en la naturaleza para entender que una buena protección frente al sol pasa por adaptar bastantes medidas a la vez, no sólo un par de ellas. El Ministerio recomienda: utilizar protector solar incluso en días nublados, no permanecer mucho al sol aunque se use un factor de protección alto, evitar la exposición solar entre las 12 y las 16 horas (fácil de decir pero no siempre de cumplir en una actividad larga en montaña), disminuir las partes del curepo expuestas directamente al sol y no olvidar que el riesgo de quemaduras solares se incremente con la altura (cada 300 metros, aumenta un 4% el poder de las radiaciones ultravioletas).