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Antonio de la Rosa y la aventura como soliloquio.

Jorge Jiménez Ríos

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2014. El salitre se desparrama por la barba poblada de Antonio de la Rosa, que rema incansable por el Océano Atlántico, completamente solo, como participante de la mítica prueba Rames Guyane. 4.700 kilómetros a través de los caprichos de las corrientes, y 64 días de conversaciones con uno mismo y los esquivos dioses que se esconden entre las olas. Y ganaba. Ese mismo año, cambiaba de tercio, se calzaba los esquís y se disponía a cruzar Alaska. Le esperaba la Iditarod, 1.700 kilómetros por una taiga severa y silenciosa, de nuevo en solitario y sin asistencia. En 2015 volvió a coger un remo para unir Madrid con Lisboa a través del Tajo en una tabla de paddle surf. Lo que sería suficiente para la mayoría, esa aventura de una vida, era sólo la preparación para recorrer parte de la costa de Groenlandia de la misma manera y, ojo al final de esta entrevista, para darle una vuelta de tuerca a una disciplina que podría vivir la mayor gesta de su corta historia.

Este año ha vuelto a demostrar que todo lo que toca se convierte en épico. El vallisoletano no sólo ha cubierto los 1.000 kilómetros por Laponia que ofrece la Lapland Extreme Challenge, es que lo ha hecho otra vez en solitario, sin apoyo externo, y marcando el mejor crono de esta cita autosuficiente. 27 días negociando el crudo invierno del norte de Europa, mientras arrastras un trineo con 60 kilos de peso. Casi nada. “Posiblemente es lo más duro que he hecho en mi vida", reconoce Antonio, que encontrará testimonios que lo corroboren en todos aquellos que han abandonado en el intento; es decir, casi todos. Sólo otras dos personas han logrado finalizar el desafío en sus seis ediciones. Y lo hacían juntas. El propio Antonio se retiraba la pasada temporada cuando sufría congelaciones en tres de sus dedos.

Antonio ya está de regreso en el hogar, pero su actividad continúa frenética. Cuando la aventura corre por tus venas es imposible quedarse quieto mucho tiempo.

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De vuelta en casa, ¿cómo te sientes tras una odisea como la del invierno de Finlandia?

La verdad es que he terminado muy bien de forma, sin ningún problema. He terminado con ganas de más… ¡Hasta que la salud aguante!

Ya descansaremos cuando estemos muertos… ¿Puedes darnos una visión de tu última prueba Laponia?

Lo primero que hay que explicar es que no es tanto una prueba deportiva como un desafío personal, que debes hacer con una limitación de tiempo y logística. La organización te da 40 puntos de pasos virtuales, vamos un aparato de seguimiento satelital para que se compruebe que hemos pasado por allí, y todo debes hacerlo por tus propios medios, sin usar ningún tipo de medio de transporte. El resto es a tu libre elección, buscándote la vida. Es decir que si encuentras un alojamiento en el camino (como mucho pasas por un par de aldeas), puedes usarlo sin problema. La dificultad fundamental es que es un trazado que puede variar, desde un camino a cruzar un Parque Natural sin ningún tipo de huella en la nieve, arrastrando el trineo con todo el equipo. Si encima es un año extraordinario como este, que se ha acumulado más nieve que en los últimos veinte años, pues el asunto se vuelve comprometido.

¿Recuerdas un momento especialmente duro?

Lo cierto es que ha habido muchos momentos duros. Quizá el peor fue un día que cayeron 33 grados bajo cero; una de esas jornadas en las que desde la mañana a que te acuestas te encuentras completamente frío por muy bien equipado que vayas. Muchas veces los problemas de congelación se deben a la respiración, que hace que se te enfríe la sangre. Fue especialmente duro y tuve que ser muy cuidadoso. Por lo demás, me he encontrado muy bien y he ido de menos a más durante toda la expedición.

¿Y algún momento especial, de esos que hacen que merezca la pena todo el sufrimiento acumulado?

De los 27 días que pasé en Laponia, creo que en casi todos he tenido ese tipo de momentos. Sobre todo el penúltimo día, cuando apareció una bestialidad de aurora boreal justo al anochecer.

Llevas a cabo muchas aventuras sin compañeros, ¿te sientes un lobo solitario?¿Qué es lo que más te atrae de esa soledad?

¡No soy un lobo solitario para nada! Soy una persona muy comunicativa y a la que le encanta estar con la gente, sobre todo disfruto de tomar algo con los amigos, como todo el mundo. Pero este tipo de expediciones me sirven para pensar, y disfruto cada minuto. Además en este tipo de actividades es imposible aburrirte, siempre hay cosas que hacer, preparar… Cada minuto puede variar el terreno, por ejemplo. Quizá sea lo más duro que he hecho, pero también lo más entretenido. Por ejemplo, cuando crucé Alaska, en la Iditarod, iba siguiendo las huellas de los trineos de perro y era todo mucho más monótono. El de Laponia ha sido un desafío realmente complicado, pero muy interesante.

Has sido el primero en conseguirlo en solitario y encima marcando el mejor tiempo que se ha logrado… ¿Lo ibas buscando?

No era el objetivo en absoluto, pero se fue dando bien y me di cuenta de que era posible, pero tampoco apreté los últimos días. Al final se ha dado porque todo ha ido muy bien… ¡pues perfecto para apuntarse el tanto!

¿Cómo crees que ha cambiado la aventura con la explosión de las redes sociales y agencias de comunicación?¿Sientes más presión ahora al realizar tus expediciones?

La verdad es que sí siento más presión, aunque sea sin quererlo. Tengo claro que si debo retirarme lo haré, no daré un paso en falso porque haya mucha gente que pueda pensar que soy “un flojo". Pero al final te comprometes a cosas como colgar podcasts o enviar fotografías, y algunos días se me pasaba o llegaba a la tienda sin fuerzas como para ponerme con ello. Lo bueno de Finlandia, en este caso, es que tienes cobertura en todas partes, aunque te encuentres a 50 kilómetros del ser humano más cercano, y eso te permite compartir la aventura en las redes y recibir los ánimos de la gente, que se agradecen muchísimo y ofrecen una dosis de motivación extraordinaria. Que yo preferiría ser un explorador de los de antes, sin dar muchas explicaciones, pero todo ha cambiado y hay cosas buenas y malas. Es más una cuestión de cómo gestiones esos cambios que vivimos.

Por otro lado hemos ganado en seguridad gracias a las tecnologías, pero no debemos confundirnos, hay que seguir siendo muy cuidadosos y haciendo las cosas bien. Al final, por mucha tecnología o conexión que tengamos, si te caes en una grieta en un lago tienes dos minutos para salir o te congelarás. Y de eso no te salva ningún teléfono. Puedes apretar el botón de pánico, pero igual pasan horas hasta que aparece una moto de nieve para ver si sigues vivo.

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Arrastrando una pulka por el hielo o remando por el océano, ¿en qué medio te sientes más cómodo?

Me gustan los dos medios, el océano y la nieve. Con lo que peor lo paso es con el calor. Me parece más radical una expedición invernal y me gusta más ese tipo de actividad, pero el océano también tiene sus complicaciones, como la meteorología (que hay que vigilarla mucho más) y sus misterios. En ambos casos me siento ya perfectamente cómodo.

Tendrás mil retos en la cabeza, pero ¿tienes alguno en mente ya que puedas contarnos?

Pues sí, el más duro que me he planteado hasta el momento.

¡Miedo me das!

Pretendo ser la primera persona que cruza el Pacífico con un solo remo. Desde México hasta Hawaii, pero en vez de en remo tradicional como hice en el Atlántico, hacerlo con una embarcación de paddle surf. Será una tabla especial, por supuesto, que pesará unos 500 kilos y que ya estoy desarrollando. Llegar a Hawaii, la cuna del surf, desde América con una embarcación original. Me encanta. Además de un reto físico, lo será logístico y tecnológico. Estamos terminando el diseño junto a una empresa que fabrica barcos y con otra española, Kundaka (kundaka.com), dedicada a las tablas de SUP. Usaremos los últimos materiales y tecnologías para construir algo que se convierta en un referente en este tipo de travesías. La intención es tenerla construida a finales de verano, probarla en otoño, y salir en primavera-verano de 2019. Es un proyecto muy, muy guapo…

www.antoniodelarosa.net Fotos: Nacho Cembellín

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