Krzysztof Wielicki y el arte de sufrir

Entrevistamos a una de las leyendas del alpinismo mundial

Jorge Jiménez Ríos

Krzysztof Wielicki y el arte de sufrir
Krzysztof Wielicki y el arte de sufrir

Junto a Leszek Cichy, fue el primer ser humano en escalar una montaña de ochomil metros en invierno. Corría 1980 cuando Wielicki daba el último gran salto en la historia del himalayismo. Después, y tras algunas de las ascensiones más impecables y sobresalientes que se recuerdan, se convertía, sencillamente, en leyenda.

Por Jorge Jiménez Ríos

"Ayudar a alguien en la montaña no es una elección, es una obligación."

Las destartaladas chimeneas de las fábricas de Varsovia humean ignorantes de las ambiciones de un joven, con mostacho robusto y mentón de hierro, que se descuelga por el cemento gastado. Krzysztof Wielicki limpia y maneja las cuerdas con pericia, totalmente concentrado en su trabajo vertical. O eso parece. Tras sus ojos inquietos se están formando unos sueños irrenunciables sobre grandes montañas. El poco sueldo que gane con esta ingrata labor será destinado, aún sin saberlo, a la última gran revolución de la escalada en los Himalayas.

El alpinismo polaco llevaba un cuarto de siglo afinado dentro de sus fronteras debido al auge de un comunismo voraz propiciado por el final de la Segunda Guerra Mundial. Las durísimas montañas de los Tatras serían su principal patio de recreo, mientras en los gigantes asiáticos se despliega una época pionera que llevará al ser humano a hollar cada uno de los catorce ochomiles. Los polacos eran como bestias enjauladas, famélicas, hambrientas de aventuras, y sabedoras de que tendrían su oportunidad. Con la caída del Telón de Acero llegaba su momento. Andrzej Zawada, un veterano del Club Alpino de Polonia, tenía una noción muy clara de lo que significaba la posibilidad de escapar al mundo. Era su oportunidad de hacer historia. Pero con todos los ochomiles doblegados, ¿qué grandes retos le restaban al alpinismo? Pues nada menos que el último bastión de lo inaccesible, la gran última defensa de los titanes asiáticos, el crudísimo invierno.

El 25 de diciembre de 1974, Zawada se convierte en el primer hombre que supera la barrera de 8.000 metros en invierno. Junto a Zygmunt Andrzej Heinrich llega a 8.250 metros en el Lhotse antes una victoriosa retirada. “Las expediciones se dividen en dos tipos: las que tienen éxito y las que tienen un final feliz", escribiría Zawada. Era la mecha definitiva. El éxodo había comenzado. Por fin los alpinistas polacos se sentían libres y comenzó una gran huida hacia delante en las cordilleras más desafiantes del planeta. Se llegaron a lanzar más de quince expediciones al año.

Y llega 1980, cuando Leszek Cichy y un jovencísimo Wielicki, por el que nadie apostaba, pisan la cima del Everest. El 17 de febrero los dos alpinistas abren un nuevo capítulo de la historia de la montaña: la primera ascensión invernal de una cima de ocho mil metros. Wielicki se había ganado su pasaporte tras superar las incertidumbres del Koh-e-Shkhawr (7.084 m), en la que era su primera gran expedición en Asia. Su actividad llamó la atención de Zawada para incluirlo en las grandes gestas proyectadas en los techos del mundo. Wielicki se comprometería con las ambiciones de su país, acumulando ascensiones vanguardistas, siempre fiel a un estilo puro de escalada, anotándose primeras invernales, nuevas rutas y ascensiones relámpago en solitario.

Wielicki iba a dar el salto del individuo al mito, convirtiéndose no sólo en la quinta persona que lograba completar los 14 ochomiles, también legando un estilo y una filosofía limpia e impropia para tamaños desafíos. En 1984, asciende en solitario el Broad Peak en menos de 24 horas, siendo además la primera vez que alguien logra un ochomil en una sola jornada. En el 86 firma la primera ascensión invernal del Kangchenjunga, la tercera montaña más alta del mundo, y sólo dos años después, de nuevo en solitario, repite la hazaña en el Lhotse. Tras ello llegarían prestigiosas correrías en el Dhaulagiri (nueva ruta en solitario), el Annapurna (en estilo alpino), el Shisha Pangma (nueva ruta en la cara sur, en solitario y en menos de una jornada), hasta que en el 96 pone el broche de oro a su trayectoria con el Nanga Parbat, que asciende sin compañía por la ruta Kinshofer, en la que iba a ser para él la ascensión más memorable de su carrera.

LA ÚLTIMA DEFENSA DEL KARAKORUM

Ahora, frisando las 70 primaveras, Wielicki ha centrado sus esfuerzos en las nuevas generaciones, consciente de que aún queda historia por hacer. Por ejemplo en el K2, el último ochomil que resta por ser vencido en la estación fría. La montaña más dura del mundo, en el peor momento posible. Ese es su formidable objetivo.

En el invierno de 2020, la leyenda polaca dirigirá a un nuevo equipo hacia las faldas de la “Montaña de las montañas" en pos de la codiciada ascensión. Será la séptima expedición de Wielicki al K2, y la cuarta en invierno. Es necesario cerrar un círculo, iniciado en el Everest, y casi patrimonio del alpinismo polaco, que tiene en su haber diez de las primeras ascensiones invernales en los catorce ochomiles. El plantel de alpinistas que acompañarán al líder del equipo se dará a conocer la próxima primavera, pero hay algo que ya sabemos: si alguien puede lograrlo son ellos.

Durante la pasada temporada ya intentaban la gesta, sin éxito debido a varios errores en la planificación y al acoso de una meteo terrible. Además, su equipo, con Adam Bielecki y Denis Urubko a la cabeza, plasmaban una de las mayores muestras de solidaridad que se recuerdan en el Karakorum, cuando lograban sacar con vida a la francesa Elisabeth Revol de las terribles laderas del Nanga Parbat.

El K2 en invierno, esa última frontera del alpinismo, ese último gran tesoro de los Himalayas, tan inaccesible, tan marciano, parece sin embargo cada vez más humano.

Teníamos un hambre extraordinaria de dejar nuestra impronta en las grandes montañas.

Krzysztof Wielicki y el arte de sufrir

Wielicki y Cichy tras la primera ascensión invernal al Everest, en 1980.

Para ti, ¿cuál fue la principal razón por la que tu generación se lanzó al invierno del Himalaya en aquellas décadas de los 70 y 80?

Creo que la razón más importante es que el alpinismo polaco se perdió una gran era de la exploración en el Himalaya, cuando muchas otras naciones conquistaron las cumbres de ocho mil metros. En cuanto tuvimos la ocasión de escalar en el extranjero, vimos la oportunidad de escribir nuevas páginas en la historia del himalayismo. Descubrimos que el invierno en aquellas montañas era una gran manera de unirnos a los grandes relatos del alpinismo.

Algo más tenía que haber para que se alcanzasen semejantes logros…

Es cierto que teníamos un hambre extraordinaria de dejar nuestra impronta en las grandes montañas. Habíamos perdido 25 años tras la Segunda Guerra Mundial debido a la situación social y política en Polonia… pero, de pronto, estábamos desatados.

Fue una época extraordinaria, con alpinistas legendarios como Kukuczka. ¿Era una criatura especial?

Escalé con él y sobre su forma de hacer alpinismo puedo decir dos cosas: era tremendamente fuerte, y sólo tenía una filosofía, ir a la cumbre.

Empezasteis a trazar el círculo del himalayismo invernal con el Everest, y a punto estuvisteis de cerrarlo el invierno pasado en el K2. ¿Qué os faltó para lograr la ascensión?

La verdad es que cometimos algunos errores. Empezamos muy tarde, el 9 de enero, y elegimos la ruta Vasca, que tenía mejor pinta. Es más empinada, pero parecía más fiable este invierno. Sin embargo nos encontramos con desprendimientos de rocas constantemente, así que nos trasladamos al Espolón de los Abruzzos por seguridad. Perdimos tres semanas. Después la meteorología ya no nos acompañó.

¿Te gustaría que el mundo del alpinismo se conjurase para ceder el K2 invernal al alpinismo polaco?

No, no.. el K2 es para todos. Cualquier alpinista que de verdad sienta la llamada de ese desafío debería intentarlo.

¿Fueron aquellas ascensiones de los 80 el mejor ejemplo de imaginación de la historia del alpinismo?

Si hablamos del invierno, sin ninguna duda. Pero el alpinismo polaco logró muchas más cosas: grandes ascensiones en estilo alpino, multitud de rutas nuevas, escaladas en solitario y travesías que no se habían resuelto. Fue nuestro momento de gloria.

¿Echas de menos protagonizar este tipo de gestas?

Hice algunas buenas ascensiones, escribí un pedacito de historia… pero cuando mi hijo empezó a crecer me di cuenta de que ya era el momento de dejar que las nuevas generaciones hicieran su parte de la historia. Ahora puedo compartir parte de mi experiencia, ayudarles a conseguir sus propias metas.

¿Los alpinistas polacos desayunan algo especial?¿De dónde sale tanta resistencia?

La verdad es que nunca he considerado que fuésemos distintos a los alpinistas del resto del mundo. Hay mucha gente durísima por todas partes con ganas de hacer cosas nuevas y dejar su marca en la historia. Quizá sólo es que en su día imaginamos algo distinto.

¿Sigue atrayendo tanto el Himalaya al alpinismo de vanguardia? ¿Crees que quedan muchos grandes desafíos?

¡Quedan muchísimos! Aunque la verdad es que cada vez menos alpinistas profesionales van al Himalaya. En vez de eso hay cada vez más gente escalando ochomiles como parte de su historia individual. Es respetable, pero hay mucho menos interés en hacer historia dentro del himalayismo.

Krzysztof Wielicki y el arte de sufrir

 

La tecnología ha cambiado el juego. ¿Se ha perdido algo de espíritu de aventura?

En cuanto a las comunicaciones es verdad que todo ha cambiado, pero una vez que empiezas a escalar sigue siendo como siempre, dependes exclusivamente de ti mismo. Las herramientas pueden ofrecerte confort, pero el éxito sigue siendo cosa del ser humano.

Siempre has mostrado una profunda solidaridad en la montaña, participando en números rescates. Pero también es algo normal en el mundo del alpinismo. ¿Crees que esa especie de ley no escrita se está diluyendo?

Creo que si podemos encontrar algunos problemas al respecto, desde luego. Cuando en un campo base conviven muchas expediciones, la gente tiende a pensar nada más que en su propio equipo. Lo hemos visto mucho con la llegada de las expediciones comerciales. Ayudar a alguien en la montaña no es una elección, es una obligación. Personalmente creo que sí hemos acusado una perdida de solidaridad.

¿Hay alguna expedición de la que te sientas particularmente orgulloso?

La del Nanga Parbat. Escalé completamente sólo. Sólo estábamos yo y los pastores del valle.

¿Ha habido algún personaje o época que te hayan inspirado especialmente?

No podría nunca quedarme con un sólo alpinista. Ha habido tantos que han abierto nuevos caminos… Aunque reconozco sentir un enorme respeto y admiración por aquella generación de exploradores que, tras la Segunda Guerra Mundial, escalaron por primera vez los ochomiles.

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