Erebus, historia de un barco

La historia de HMS Erebus, el barco que viajó dos veces al fin del mundo

Erebus, historia de un barco
Erebus, historia de un barco

El HMS Erebus, uno de los grandes barcos de exploración del siglo XIX, emprendió dos de las expediciones navales más ambiciosas de todos los tiempos. La primera lo llevó más al sur de lo que ningún humano había llegado. Durante la segunda, desapareció sin dejar rastro en las aguas del Ártico. Los motivos de su trágico final están rodeados de misterio. Michael Palin, estrella de los Monty Python y expresidente de la Real Sociedad Geográfica de Londres, recrea vívidamente la historia del Erebus, desde su botadura en 1826 hasta las épicas expediciones que lo llevaron a la gloria y, posteriormente, al desastre. Su libro "Erebus. Historia de un barco" ya está a la venta gracias a la editorial Ático de los Libros.

En este trepidante ensayo, a caballo entre la literatura de viajes y el ensayo narrativo, Palin se adentra en la historia del HMS Erebus movido por un gran interés por las historias en alta mar. Tras descubrir que el gran barco se encontró después de casi doscientos años perdido en el mar y fascinado por sus pericias en los confines del mundo, Michael Palin se embarca en una ruta por los lugares clave que recorrió el Erebus junto al Terror, su buque gemelo, y esboza una historia naval de lo más emblemática.

Por estas páginas desfilan los fascinantes tripulantes de estos dos famosos buques: el gallardo James Clark Ross, que cartografió buena parte de la Gran Barrera del Sur; el atormentado John Franklin, cuya carrera concluyó a bordo del Erebus; Francis Crozier, el eterno segundo al mando; o Joseph Hooker, un brillante naturalista de gatillo fácil. Con un estilo fresco y riguroso, unido a una exhaustiva investigación, Palin recrea en este ensayo —que se ha convertido en best seller del Sunday Times y ha sido libro del año de la BBC Radio 4— de manera magistral la gran época de las exploraciones del siglo XIX a través de la vida, la muerte y la resurrección del Erebus, así como la historia de sus tripulantes.

Erebus, historia de un barco

La resurreción de 2014

En 2014, el Investigator, un buque de investigación, sondeaba las costas de Canadá cuando el sonar comenzó a emitir sonidos. Entonces, el arqueólogo marino de a bordo vislumbró una forma extraña entre los bancos de arena y piedras del lecho marino: eran los restos de un barco naufragado en el siglo XIX, el Erebus.

El HSM Erebus comenzó sus andanzas como buque de guerra en 1823, en Gales. Con las guerras napoleónicas ya acabadas, el destino del barco fue incierto hasta que, en 1828, zarpó para patrullar el Mediterráneo y mantener a raya a los corsarios turcos. Durante esa época, navegó por el norte de África hasta Grecia. En su segundo año de servicio, bajo las órdenes del comandante Philip Broke, se utilizó para realizar una serie de entrenamientos de marineros y artilleros de Marina. Sin embargo, nunca llegó a desempeñar la función para la que fue creado.

Con el auge de disciplinas como la geografía y la cartografía, surgió un mayor interés por explorar regiones inhóspitas del planeta y, en especial, el Ártico. Los británicos realizaron distintas expediciones al Polo Norte con el sueño de hacer ondear su bandera en aquella región, pero fracasaron: los barcos destinados a la misión vararon en el hielo. Se escogió al Erebus y al Terror para partir en su rescate. El primero no llegó a zarpar y el segundo nunca logró su cometido.

En esta época dorada de la exploración naval, además, el interés por estudiar el magnetismo terrestre no dejó de crecer y, con ese fin en mente, estos dos barcos fueron destinados a explorar el sur. En 1839 zarpó la primera expedición a la Antártida, a cargo de James Clark Ross, uno de los exploradores más célebres y cualificados del momento. Se desmanteló el armamento del Erebus y el Terror y los reforzaron para la asombrosa travesía que estaban a punto de comenzar.

«Más al sur de lo que ningún humano (conocido) ha llegado»

En su ruta por Europa, África y Australia, los barcos y sus tripulantes se toparon con fuertes vientos y numerosos peligros en el mar hasta que arribaron a las costas de Tasmania en la década de 1840. Allí, Ross se reunió con su viejo amigo, John Franklin, el gobernador de la región. Esta expedición a la región ártica resultó todo un éxito: el Erebus y el Terror fueron, en su primera aventura en el hielo, pioneros en atravesar el casquete polar y demostraron así la existencia de la Antártida. Llegaron a la mayor latitud que había alcanzado el hombre hasta el momento. Pero la aventura no terminó allí. Tanto el Erebus como el Terror participaron en otras dos arduas expediciones a la región, durante las que hicieron frente a toda clase de peligros y a condiciones climatológicas extremas.

En su segundo viaje, los barcos colisionaron y se vieron obligados a retroceder hasta Puerto Soledad, en las islas Malvinas. Aun así, Ross no cejó en su empeño y realizó una última y tercera expedición a la Tierra del Fuego, donde tomaron contacto con los indígenas que habitaban el lugar y establecieron un observatorio magnético antes de intentar encontrar un paso de agua despejada. Era pleno invierno. Con cada día que pasaba, las condiciones se volvían más duras e insoportables. Fue entonces cuando Ross comprendió que no podía hacer frente a aquella situación y puso fin a la aventura. Regresaron a Inglaterra en septiembre de 1843.

Parecía que todo había terminado, pero la publicación de la crónica de los viajes de James Clark Ross circunnavegando el sur renovó el interés por el Ártico. Frederick Beechey y John Barrow propusieron una nueva expedición al Polo Norte, esta vez, liderada por John Franklin. A tal fin, se instalaron motores de vapor en los navíos. Aun así, nada de esto fue suficiente. El Erebus y el Terror partieron en 1845 para no regresar jamás.

Sin señales del Erebus

Durante un tiempo, se produjeron avistamientos de los barcos, pero no fue hasta 1847 cuando se dio la voz de alarma, al no recibir señal alguna de los marineros. Entre ese año y el siguiente, se pusieron en marcha una serie de expediciones de rescate, una de ellas lideradas por el mismísimo James Ross, aunque sin éxito. Entre 1850 y 1854 se encontraron los primeros restos del naufragio. En este último año, se dio por muertos a los tripulantes, pero el empeño de lady Franklin en encontrar a su esposo promovió nuevas investigaciones que llegaron hasta la bahía de Pelly. Gracias al testimonio de los habitantes, unieron las piezas del rompecabezas y descubrieron el triste fin de la tripulación: el hielo había causado demasiados estragos en los barcos, por lo que los hombres habían decidido seguir a pie y, un tiempo después, los inuits los habían encontrado muertos. Las causas de su muerte continúan siendo un misterio a día de hoy.

Las tumbas de la isla de Beechey

Con el revuelo de los descubrimientos y la reconstrucción de lo acontecido, se comenzaron a publicar escritos de expediciones más allá del paso del Noroeste. En 1984, tras un renovado interés en la expedición realizada por Franklin, se descubrieron los primeros cuerpos en la isla de Beechey. Desde entonces, se han realizado numerosos documentales sobre el tema y se han llevado a cabo incansables investigaciones, una de las cuales desembocó en el descubrimiento del HMS Erebus en 2014.

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