Patagonia, en los confines del mundo

Un bestial viaje en kayak por el Estrecho de Magallanes

Fco. Javier González / FOTOS: Roy Ortiz / Touristed Chile

Patagonia, bienvenidos al confín del mundo
Patagonia, bienvenidos al confín del mundo

Remar, caminar, acampar, repetir.  Una secuencia que esconde muchas e intensas sensaciones. Viajamos hasta los confines del mundo para experimentarlo. Allá dónde los mapas marcaban la Terra Australis Incógnita. Territorio de Awascars y Selkmans. De navegantes, exploradores y colonos. Bienvenidos al invierno austral. A los confines del mundo. 

Mira por la ventanilla: verás un mar de montañas nevadas, glaciares titánicos que desprenden sus témpanos de hielos en fiordos y grandes lagos; y poderosos ríos serpenteantes entre una interminable extensión de terreno salvaje, crudo y descarnado. Un territorio formidable para aquellos con alma de exploradores.

Geografía de la aventura

Que los mapas pueden engañar no es ningún secreto. Y al buscar el extremo sur de la Patagonia chilena uno se puede engañar fácilmente con las distancias. Desde España hasta Punta Arenas son casi 30 horas de viaje si contamos los tiempos de escalas. Solo hasta Santiago de Chile hay casi 14 horas de vuelo. Es el precio que hay que pagar para aterrizar en uno de los lugares más remotos y vírgenes del planeta. Por el contrario, uno recibe grandes dosis de lo que busca: un escenario natural de fastuosa belleza y dimensiones colosales. No hay mapa que pueda representar la magnitud de la naturaleza del sur de Chile.

Punta Arenas

Punta Arenas es una ciudad singular. Además de la capital de la Región de Magallanes y de la Antártida chilena, es una de las ciudades más hermosas de Chile gracias a su ubicación geográfica y su singular historia. Situada a los pies del mítico Estrecho de Magallanes, su idiosincrasia está íntimamente ligada al nombre del navegante portugués, cuya estatua preside la Plaza de Muñoz Gamero en el centro de la ciudad. Antes de la apertura del Canal de Panamá, el Estrecho de Magallanes era el principal paso de navegación entre los océanos Atlántico y Pacífico, y Punta Arenas el puerto principal de la ruta. Esta circunstancia explica su época dorada, que hizo de la ciudad un gran centro cosmopolita y comercial en el extremo austral de Sudamérica. Esto marcó el carácter europeo del centro de la ciudad, que muestra una destacada arquitectura y cultura.

Además, la ciudad es una puerta de entrada mundial a la Antártida, y quince países ocupan la ciudad como puerto base. Sí. Se respira historia antártica. Por ejemplo: de aquí partió Pardo Villalón, el piloto de origen gallego que ayudó a Shackleton a rescatar a su tripulación.

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Puerto del Hambre

Por estas aguas han navegado Hernando de Magallanes, Juan Ladrillero, Francisco de Ulloa, Francis Drake, Fitz Roy, Darwin… Navegantes ilustres cuyas historias se mezclan con las de cientos de otros cuyas vidas terminaron naufragadas en el fondo de estas implacables aguas. O peor aún, muertos de hambre en sus costas.

Pienso en la historia de Pedro Sarmiento de Gamboa. En el año 1584 fundó las primeras poblaciones de su incipiente gobernación —las ciudades del Nombre de Jesús y del Rey Felipe—, como parte del intento de colonización del estrecho de Magallanes. Pero sus habitantes perecieron de hambre por la escasez de alimentos y las condiciones climáticas extremas. El último sobreviviente de este último poblado fue rescatado a principios de 1590 por un navío inglés. Desde entonces se conoció como Puerto del Hambre.

Monte Tarn

"Tenemos que dar constancia a los carabineros de nuestro grupo y la actividad que vamos a realizar. A partir de Río San Pedro no hay nada, y en caso de problemas es conveniente que sepan quién está por la zona", nos dice nuestro tour leader Roy, un tinerfeño con alma chilena después de muchos años ya trabajando en el país.

La furgoneta nos lleva por la carretera que recorre la costa oriental de la Península de Brunswick, en la ribera continental del Estrecho de Magallanes y a pocos kilómetros del Cabo Froward, el punto más austral de toda la masa continental de América. El ambiente en el exterior es frío y húmedo, aunque los rayos del sol iluminan las cumbres nevadas que nos rodean.  

Hoy vamos a ascender el Monte Tarn, de 825 metros. “Mucha gente se confunde con la envergadura de las montañas: su altura no pasa de los mil metros, pero su carácter es de alta montaña”, nos dice Roy. Nos calzamos las polainas sobre la arena nevada de la playa a pie de ruta. Las raquetas de nieve en la mochila. Al fondo, las montañas nevadas de la infame Isla Dawson, que sirvió de campo de concentración primero para los indígenas selkman, después para los presos de la dictadura.

Progresamos por un laberinto de raíces en un frondoso bosque de lengas, una de las especies de árboles más predominante en la zona. Junto con los ñirres y los cohiues, todos pertenecientes a la familia de los Nothofagus, también son conocidos como las hayas del sur. En nuestra ruta también encontraremos cipreses de las guaitecas y canelos, el árbol sagrado de los mapuches. Caminar por la turbera es entretenido. Es como pisar una esponja cargada de agua. Hay que pensar cada paso para no meter la pata en profundos agujeros de agua y barro.

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"La península es básicamente una turbera gigante", me dice nuestra guía local Stefi, natural de Punta Arenas y guía de senderismo en la zona. “No hay demasiada gente local que haga estas rutas, la mayoría hacen cosas más fáciles. Muchos vienen sin el equipo adecuado, otros se pierden.... Algunos han muerto”.

Nos calzamos las raquetas en un mirador con vistas a la cara sur del Monte Tarn, una delicia andina con atractivos corredores para esquiadores de nivel alto, y las aguas del Estrecho y las islas de Tierra del Fuego justo enfrente. A partir de aquí el terreno torna a una inhóspita planicie nevada y azotada por el viento patagónico. “En invierno es casi más fácil progresar por aquí con las raquetas que en verano caminando”, me dice Roy.  Un par de cimas falsas anteceden el objetivo final. La temperatura baja drásticamente en la cima por causa del gélido viento. Pero las vistas son gloriosas: un grandioso territorio de mar y montañas regado por esa luz tan fría y magnética de las latitudes extremas.  ¿Cuál es esa montaña tan bonita que sobresale en el horizonte? Pregunto. “Es el Monte Sarmiento”, me dice Stefi. “En honor a Pedro Sarmiento de Gamboa”.

Kayaking & Acampada

"Aquí en la Patagonia hay que aprender a adaptarse cada día”, me dice Cristian, el dueño de la agencia Kayak Agua Fresca. “Los operadores de viaje tenemos que ser flexibles con los programas, y saber mover las fichas en función de la meteorología.” Precisamente, la meteo ha hecho que tengamos que llegar en zodiac hasta el punto de partida de la jornada de kayaking. Un pescador nos hace señas desde su pequeño bote para que nos acerquemos, y nos regala una saca de erizos de mar recién pescados.

Los kayaks nos esperan en la costa del Faro de San Isidro, cerca de las ruinas de una antigua estación ballenera. “Una compañía noruega esquilmo entre 1905 y 1915 miles de ballenas”, nos cuenta Cristian. "En el año 2000 solo se contaron 35 ballenas en el Estrecho, hoy hay cerca de 300. En temporada de verano se ven por toda la zona”.

Nos montamos en las piraguas dobles con ganas de palear en las aguas del Estrecho, donde tantos navegantes han sucumbido al poder de los mares y la inclemencia del tiempo. Remamos con calma abrumados por los inclementes paisajes; tan prístinos como solitarios. La meteo y el estado de la mar es cambiante: tan pronto progresamos por aguas calmas como agitadas; tan pronto nos calienta un rayo de sol como que nos empapa una ducha de agua; tan pronto corre una suave brisa como un viento huracanado. Por cierto, uno no conoce la fuerza del viento hasta que lo siente en la Patagonia, donde hasta los árboles ceden a su ímpetu y crecen peinados a su antojo.

En lo alto de un islote rocoso cerca de la costa, tres leones marinos machos rugen al sentirnos cerca. El más grande, rodeado de hembras y jóvenes en lo más alto de la roca, no parece contento de nuestra llegada. Nos alejamos prudentemente, perseguidos por los jóvenes que se lanzan al agua para acompañarnos en nuestra travesía. De vez en cuando asoman sus cabezas para saludarnos, vigilarnos o simplemente curiosos de nuestra presencia.

Llegamos hasta la bahía de San Nicolas. Mojados y cansados. Pero felices. En la playa nos espera una comida caliente en un campamento improvisado. En la orilla nevada localizamos unas huellas de puma. Seguimos el rastro, y todo indica que cazó una presa y la llevo hasta el cercano río.  

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Costa del Fuego

"Acá en esta zona de la Patagonia todo es más difícil”, me dice Cristián mientras descargamos las piraguas en la playa del campamento. “La logística, el transporte... Imagínate que hoy hubiésemos tenido que hacer un rescate: no hubiese sido tan fácil, aunque lo tenemos todo bien preparado y atado para cualquier inconveniente".

La humedad forma parte de un viaje en kayak. Especialmente en invierno. Especialmente en el Estrecho de Magallanes. El clima en estas latitudes puede ser muy hostil. Hoy por ejemplo llueve a cantaros, y lo mejor es olvidarse de ello. Aprender a convivir con las mojaduras. “A veces es a los clientes a los que les cuesta adaptarse a los cambios”, continúa Cristián. “Este es un tour para viajeros, no para turistas. Es gente especial la que hace estos tours. Para nosotros operarlo es también una forma de romanticismo”.

El mal tiempo nos obliga a permanecer un día en el campamento. Pero no hay mal que por bien no venga. Prendemos un fuego lo suficientemente grande como para que la lluvia no pueda con él. No cuesta imaginarse las enormes hogueras que dieron nombre a la Tierra del Fuego, cuyas costas vemos vemos en el horizonte. Es hora de escuchar historias mientras degustamos un plato de ensalada de centollo del Estrecho y cerveza Austral.

“Los kaweskar eran nómadas marinos que recorrían las islas y canales entre el Golfo de Penas, por el norte, y el Estrecho de Magallanes por el sur”, nos cuenta Roy. “Vivían de la cacería de lobos y focas, y de la recolección de mariscos y peces. Se desplazaban en canoas confeccionadas con tres piezas de cortezas de árboles, unidas entre sí con fibras vegetales o barbas de ballena. En muchas ocasiones dormían en ellas. Se vestían solamente con una capa de piel de foca que les cubría la espalda o el pecho y, para enfrentar el frío, cubrían su cuerpo con tierra de color mezclada con grasa animal. Hoy sobreviven algunos pocos en Puerto Edén”.

Estiramos las piernas por la orilla entre guijarros y conchas, enormes troncos varados y algas de vivos colores. El fuerte oleaje que azota a un barco pesquero en la lejanía nos da una idea del estado del mar. Sin duda, no queremos estar ahí con un kayak.

“¡La cena está lista!”. Hoy toca pasta al pesto con zamburiñas frescas. Mientras saboreo mi plato pienso que todo programa de viaje debería incluir un día de campamento.

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Cabo Froward

“Vuestro sur es nuestro norte”, me contesta Cristián cuando le pregunto el porqué de los puntos cardinales inversos en el logo de Kayak Agua Fresca. “En los mapas, como en la vida, todo es cuestión de perspectivas”. Estamos pasando el Río Nodales, de camino al punto de partida de la ruta que lleva hasta la Cruz de los Mares, en la cima que corona el Cabo Froward.

El cabo Froward, antiguamente llamado Morro de Santa Águeda, es el punto más austral de la masa continental de América.  Fue el corsario inglés Thomas Cavendish, en enero de 1587, quien bautizó el lugar, a raíz del clima extremadamente hostil, con fuertes vientos y lluvias. El nombre significa bravo, hostil o incontrolable.

El camino hasta la cumbre es empinado. Las lluvias del día anterior lo han hecho también resbaladizo. Como si progresásemos por la Vía Dolorosa de Jerusalén, algunos hitos de madera marcan las estaciones antes de llegar a la Cruz. En algunos tramos parece que estemos en un bosque encantado. En otros hay que progresar por empinadas escaleras de metal.  Las vistas desde la cumbre son magníficas. Un punto de observación privilegiado a la inconmensurable naturaleza que nos rodea. Mar y montañas. Playas y glaciares. Un enorme cóndor nos sobrevuela. “En cinco años todo esto será un Parque Nacional”, me dice Cristian.

Un grupo de cinco delfines escolta a la zodiac que nos lleva de vuelta a la base en Agua Fresca. Surfean la ola y saltan felices para algarabía de nuestro grupo, que nos sentimos como niños pequeños viéndolos jugar. Aunque tenemos prisa por ducharnos, cambiarnos de ropa y disfrutar del cordero patagónico que nos espera en tierra, disfrutamos del momento. Ya lo dice nuestro guía y buen amigo Roy a la mínima ocasión: “El que se apura en la Patagonia, pierde el tiempo”.

¿Con quién hacerlo?
La empresa Kayak Agua Fresca es una agencia local especializada en tours en kayak y avistamiento de fauna salvaje en la zona del Estrecho de Magallanes. Entre sus paquetes hay tanto excursiones de un día como tours de una semana combinados con acampada. Kayak Agua Fresca recibió el premio al Mejor Viaje de Aventura Internacional de Oxígeno en el 2017.