Investigadores canadienses podrán aportar algunas pistas sobre un misterio de casi 170 años: la desaparición de toda la tripulación y los dos barcos de la expedición de Sir John Franklin durante la búsqueda del Paso del Noroeste en 1845.
Hallar el Paso del Noroeste, aquel que uniría, bordeando Nortamérica, los océanos Atlántico y Pacífico, atravesando el Ártico, era una de los glorias más fantaseadas por los exploradores del siglo XIX. Serían, claro, los británicos quienes más empeño pusieran en esta pieza de la aventura humana y los noruegos (claro), quienes resolvieran finalmente el puzzle. Pero hasta que eso ocurriera, expediciones como la de Sir John Franklin fueron ferozmente devoradas por los rigores de unos mares que poco entendían del frenesí del progreso. Partiendo en 1845, amparado por el macizo casco de los barcos HMS Erebus y HMS Terror, Franklin pretendía coordinar 128 almas en pos de una ruta comercial anhelada desde hacía cuatro siglos. Ninguno de los hombres regresaría. Y los dos buques se perderían entre las brumas del tiempo, atrapados en las fauces del hielo... sin dejar pistas.
Hasta ahora.
El Primer Ministro canadiense, Stephen Harper, anunciaba recientemente el hallazgo de un viejo navío que los investigadores creen con certeza que puede tratarse del Erebus o el Terror, dos de los nombres con más mística de la historia de la exploración. Utilizando un submarino operado por control remoto y las imágenes del sonar lograban detectar los restos de una de estas naves, aunque coinciden en no saber de cuál de ellas podría tratarse. "Encontrar el primer buque, sin duda, proporciona el impulso o el viento necesario en nuestras velas para localizar su nave hermana y averiguar más sobre lo que pasó con la tripulación de la expedición Franklin", dijo Harper.
El Erebus y el Terror eran las niñas bonitas del Almirantazgo británico de la época y Sir John Franklin y su segundo, Francis Crozier, gozaban de toda la confianza de la nación para tamaña empresa. Sus velas fueron vistas por última vez por un ballenero que operaba en la Bahía de Baffin y salvo por algunos relatos de los inuit que habitan el norte del continente americano, nada se ha podido saber sobre el destino de aquellos hombres que todavía protagonizan uno de los grandes enigmas de la era de las expediciones victorianas. Financiada en parte por la esposa de Franklin, se puso en marcha una de las mayores operaciones de rescate de la historia, con más cincuenta tripulaciones implicadas y en la que finalmente se perderían más vidas de las que se pretendían salvar.
En la reciente década de los ochenta una expedición arrojaba algo de luz hallando tres cuerpos de los seguidores de Franklin, encontrando en ellos alto niveles de plomo que podrían proceder de los alimentos enlatados que portaban como provisiones, siendo el envenenamiento la teoría más firme para la desaparición de todos los participantes de aquella malograda misión.
El equipo de investigación canadiense que ha dado con los restos de una de sus naves llevaba trabajando en la búsqueda desde 2008 y, aún con mucha labor arqueológica por delante, parece que podrán escribir algunas líneas nuevas en la historia de la aventura humana.