El Camino de la Costa en otoño

El placer de peregrinar cerca del mar en el otoño asturiano por las hermosas etapas del Camino de la Costa o Camino del Norte

Oxígeno para Turismo Asturias

Playa de Peñarronda - Gonzalo Azumendi / Turismo Asturias
Playa de Peñarronda - Gonzalo Azumendi / Turismo Asturias

Cuando llegas caminando o en bicicleta a los hermosos acantilados de la costa oriental asturiana, que el otoño decora con cielos violáceos y un mar Cantábrico a ratos furioso, a ratos íntimo, entiendes la épica historia ballenera que cuentan los pueblos y villas marineras de este litoral, el mejor preservado de España. El mismo litoral que bordea el Camino de la Costa, también conocido como el Camino del Norte, tal vez el más adecuado para el peregrino novel, para las familias que gusten del apoyo de infraestructuras y diversidad, para quien guste de viajar solo, pero no del aislamiento o para quienes confíen en descubrir nuevas formas de vivir la experiencia jacobea. El equinoccio con las hojas secas, el rocío matinal, la gastronomía de temporada que reconforta, los bosques que se arquean y las playas tranquilas para pasear, responde a todas esas promesas en este Camino. Itinerario antiguo, vocación europea, deslumbrante y calmo: 280 kilómetros en 13 etapas, que cada cual puede adaptar a su gusto. No hay prisa en otoño. Solo serenidad, naturaleza, hospitalidad, pasos.

Camino de Santiago hórreo
Hórreo en el Camino. Foto: Noé Barranda / Turismo Asturias

 

Camino de la Costa, el "Camino más bonito de todos" 

También conocido como Camino del Norte, el Camino de la Costa, declarado en 2015 Patrimonio Mundial UNESCO, fue la ruta jacobea clave para los peregrinos de la Europa atlántica. Este itinerario (824 kilómetros) arranca en Irún y llega a Santiago después de atravesar todo el norte peninsular. En Asturias entra por una ría, la ría de Tina Mayor, y la abandona por otra, la del Eo. O dicho en localidades, arranca en Bustio y finaliza en Abres. En total, unos 280 kilómetros paralelos al Cantábrico que te harán ir girando la cabeza entre las olas y los reclamos del interior marinero, pues atravesarás 21 concejos e incontables, pueblos, caserías, ciudades y villas marineras, de bulliciosa algarabía o de convivencia tranquila. Puedes completarlo en doce días caminando o seis en bicicleta, aunque dependerá de tus ganas y fuerzas. Lo mejor es organizarse antes con el planificador online. También puedes consultar con antelación la extensa red de albergues, o de alojamientos de otro tipo: casonas, casas rurales y hoteles. Dispones igualmente de servicios como taxis, transporte de equipajes, alquiler y taller de bicis, guías, oficinas de turismo y cualquier otra asistencia que precises. Para llegar a Asturias, un cómodo AVE, u otro medio de transporte.

Para muchos “El Camino más bonito de todos” y para todos el único al borde del mar, que certificarás con unas irrefrenables ganas de captar la luz del horizonte sobre el cambiante paisaje marino (un consejo: olvídate también de esta tentación contemporánea del móvil, pues a menudo secuestra el placer del momento). El Camino de la Costa revela otra Asturias, de salitre y lanchas, de pasado y presente ligado a la pesca, que se constata en puertos, barcos, faros, lonjas, museos, estatuas… Pero cuya comunión con el mar continúa en deportes acuáticos y el ocio marino: surf, vela, traineras, remo, pesca, kayak, submarinismo. Siempre practicado con la misma sostenibilidad que han convertido al Paraíso Natural de España en un pionero de la protección medioambiental. No en vano, ese eslogan cumple ahora 40 años, efeméride que coincide con los diez años de la declaración de los “Caminos de Santiago del Norte” como Patrimonio Mundial UNESCO, de los cuales, dos recorren Asturias: el Camino Primitivo y el Camino de la Costa.

Camino de la Costa   Camino Norte   Peregrino   Playas de Moracey y La Espasa Original
Playas de Moracey y La Espasa. Foto: Noé Barranda / Turismo Asturias

 

Volviendo a su recorrido, Bustio y Colombres constituyen la puerta de entrada a Asturias. Aquí están algunas de las casas de indianos más relevantes del Principado, además de la Fundación Archivo de Indianos-Museo de la Emigración, dedicada al legado de quienes hubieron de emigrar para salir adelante en América. Algunos regresaron después de haber cosechado fortuna, promoviendo obras de mejora en sus pueblos y edificaron sus haciendas con una arquitectura singular. Al continuar la marcha, llegarás al concejo de Llanes, donde podrás recorrer el centenario paseo de San Pedro, visitar los Cubos de la Memoria y acercarse a contemplar el espectáculo torrencial de los bufones, orificios verticales que en días de mar brava expulsan chorros de agua pulverizada al son de los bufidos amenazantes.

En Ribadesella/Ribeseya, el otoño es perfecto para sumergirte en el ambiente recogido del laberinto de una villa marinera en la desembocadura del río Sella, lejos del bullicio estival. Atravesando Caravia, Colunga y Villaviciosa llegamos a Gijón, donde se encuentra el Cerro de Santa Catalina en torno al barrio pesquero de Cimadevilla y sus impresionantes vistas al Cantábrico. Luego llegarán las parederias de Carreño con sus monumentos megalíticos en el Monte Areo, antes de llegar al Casco Histórico de Avilés, por cuyo suelo empedrado y sus soportales parece que has retrocedido varios siglos en el tiempo al pasear. En su ría, puerto refugio y comercial de la capital del Reino Asturias, hoy se ubica el sorprendente Centro Cultural Oscar Niemeyer, la única obra del arquitecto brasileño Oscar Niemeyer en España, que sirve de excusa para aparcar la bicicleta y la mochila a tomarse el merecido descanso de etapa.

Tras avanzar por Castrillón, Muros de Nalón, Cudillero quizá prefieras llegar a Luarca/Ḷḷuarca por punto más elevado y simbólico; la capilla de Nuestra Señora La Blanca, junto al Faro. Porque los faros siempre resultan magnéticos, especialmente con los colores pardos, ocres o amarillos de esta época, que nos ponen a todos algo poéticos. Como también sucede con esas veredas que se emboscan sobre nosotros, que parecen caerse sobre nuestras cabezas al caminar, sin que escuchemos más sonidos alrededor que el de los pájaros, la propia vegetación a nuestros pies y el viento. Otro consejo: aprovecha las muchas ermitas e iglesias que te irás encontrando para sentarte un rato y dejar que la cabeza se despeje, para no pensar en nada: la Ermita de La Blanca de Luarca/Ḷḷuarca, la Ermita La Guía en Ribadesella/Ribeseya, la Iglesia de Santa María de Soto de Luiña o la Iglesia de San Salvador de Valdediós, en Villaviciosa.

Te aficionarás en seguida a sentarte a contemplar o a pasear por las playas que engarzan este magnífico litoral, y donde a menudo sólo encontrarás las olas y las aves. Bendito otoño de temperaturas templadas, porque tras el estío otras playas esperan: La Franca (Ribadedeva), Cobijeru, Poo y Barro (Llanes), Santa Marina, Vega (Ribadesella/Ribeseya), Arenal de Morís (Caravia), Isla (Colunga), Aguilar (Muros de Nalón), El Silencio (Cudillero), Arnelles (Coaña), Anguileiro (Tapia de Casariego), Peñarronda (Castropol)…

Y, por supuesto, disfruta de la buena mesa. Asturias cuenta con la mayor diversidad quesera de Europa en proporción a su territorio: cientos de variantes. Y un recetario culinario amplio y único, que congrega platos de litoral y de interior, marineros, huerta y caza. Con recetas singulares o clásicas como la fabada, el pote, el pitu de caleya, los tortos de maíz con picadillo, el arroz con bugre o con otros mariscos, y los platos de temporada elaborados con caza, setas o frutos secos como la castaña. Más, por supuesto, una colección de postres y dulces igualmente tentadora, encabezada por el arroz con leche, y que continúa con las casadielles, los frixuelos, las marañuelas… Con ingrediente cercano, recetario local, y una variedad hostelera que abarca desde el chigre, o el bar- tienda de pueblo, hasta el restaurante laureado internacionalmente, apegado a la raigambre y su origen culinario. Espichas, o reuniones populares en las que asturianos y asturianas festejan celebraciones con sidra y comida; o el amagüestu, el asado de la castaña, propio del equinoccio de otoño, que celebra la generosidad de la naturaleza y uno de los frutos emblemáticos de esta tierra. Momentos auténticos son los que dejan huellas en nuestra memoria. Como todo, es este Camino de la Costa que nunca se acaba.

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