Una leve neblina matinal envuelve los picos verdes que rodean la bahía de Bergen, mientras el aire trae aromas de salitre y madera húmeda, típicos tras una llovizna nocturna. Bergen, famosa por sus más de doscientos días de lluvia anuales, recibe en esta ocasión a sus visitantes con un tímido sol emergiendo entre nubes. Bajo ellas, los barcos se deslizan despacio por el puerto, algunos desperezandose y otros regresando a casa. Aquí dara comienzo nuestra aventura en el Hurtigruten, el legendario barco-correo noruego que nos llevará a reconocer toda la costa del país. Pero antes de ello, por supuesto, deberíamos tomarnos una jornada o dos para disfrutar de Bergen, la puerta de los fiordos, la ciudad de las siete montañas, un hermosísimo reducto de civilización en un paisaje vasto y estremecedor.
En las primeras horas de la mañana, la histórica zona de Bryggen permanece en calma. Sus casas de madera, pintadas en cálidos tonos de ocre, rojo y blanco, todavía descansan silenciosas antes del bullicio comercial. Este barrio, Patrimonio de la Humanidad, ofrece a los visitantes un desayuno tradicional: el skillingsbolle, un bollo de canela horneado que ha conquistado paladares durante generaciones, acompañado por el primer café del día, servido en acogedores locales escondidos en sus estrechos callejones.
Con la tripa llena, puede uno dirigirse al emblemático funicular Fløibanen, que en pocos minutos los lleva a la cima del monte Fløyen. Desde esta altura privilegiada, Bergen se despliega ante ellos, mostrando sus coloridas casas trepando las laderas y sus callejuelas que serpentean hacia el mar. Allí, la vista panorámica del puerto, las montañas circundantes y la inmensidad del mar del Norte cautivan a quienes se detienen en este mirador para contemplar el latir de la ciudad.

Conforme avanza el día, el mercado de pescado Fisketorget se convierte en el corazón vibrante de la ciudad. Situado frente a Bryggen, este mercado es una auténtica fiesta gastronómica. El aroma de mariscos frescos, salmón ahumado y sopas marineras impregna el aire, mientras vendedores y visitantes intercambian anécdotas y consejos culinarios. Un cuenco caliente de fiskesuppe, la tradicional sopa cremosa de pescado, es imprescindible para degustar en medio del ajetreo cotidiano.
Ahora toca perderse con un paseo por los estrechos callejones históricos de Bryggen es casi obligatorio. Allí, en antiguas schøtstuer y almacenes restaurados, los visitantes pueden revivir la época medieval de la Liga Hanseática, entre galerías de arte, tiendas de artesanías locales y cafés con encanto. La música de un violinista callejero añade una atmósfera mágica y surrealista al recorrido.
Por la tarde, Bergen invita a la serenidad de sus parques históricos como Bergenhus, donde la fortaleza medieval aún custodia la entrada del puerto. Más tarde, una visita a la zona cultural alrededor del estanque Lille Lungegårdsvann ofrece momentos de contemplación en los museos KODE, hogar de importantes obras noruegas como las de Edvard Munch.

Al caer la noche, los restaurantes tradicionales de Bryggen se iluminan con la luz cálida de velas, ofreciendo sabores auténticamente locales. Ostras frescas, salmón preparado al estilo tradicional y una copa del característico aquavit noruego marcan el cierre perfecto para cualquier jornada en la ciudad antes de soñar con los nuevos horizontes por los que nos llevará el Hurtigruten.
Finalmente, dejaremos volar la imaginación un paseo nocturno por el muelle bajo la típica llovizna bergense, conocida localmente como "seren", que permite a los viajeros despedirse lentamente de la ciudad. En este momento, Bergen revela su lado más íntimo y tranquilo, guardado celosamente hasta la partida del último barco que continúa su viaje por las costas noruegas en busca de abruptos fiordos, auroras boreales o simplemente cualquier otro amanecer.