Los peligros que nos acechan en invierno aumentan el riesgo de la montaña estival, pero en realidad no son tan conocidos como creemos. Identificar los menos divulgados, pero sin embargo de posibles nefastas consecuencias, te resultará más sencillo con este decálogo atípico de riesgos.
1) La trampa del aparcamiento
Uno de los momentos más “tontos” o infravalorados pese a las consecuencias desastrosas que puede tener, es cuando nos bajamos del coche en el aparcamiento y tomamos las últimas decisiones. “Vaya, pues parece que a pesar de lo malo que hace se puede subir…”, “Con esta temperatura dejo la chaqueta en el maletero”, “No me cabe la chaqueta de pluma en la mochila, ¿me la lleves tú?”, “Me he olvidado los crampones en casa, pero la nieve no parece tan dura”… Un aparcamiento cercano a la civilización, con unas condiciones climatológicas más benignas que las que encontraremos arriba y con la euforia de llegar con los amigos al sitio en el que hemos deseado estar mientras estábamos en el trabajo, no es el sitio más adecuado para racanear con el material o envalentonarse con el mal tiempo.
2) El peligro de los bastones
El empleo de bastones en la nieve aporta más seguridad al caminar, pues lógicamente se aumenta nuestra estabilidad en la fase más inestable de la marcha (cuando se inicia el apoyo en la bota delantera y se levanta la posterior basta una ráfaga de aire con una fuerza de 5 ó 10 kg para tirarnos), pero puede proporcionar una falsa sensación de seguridad. Un bastón no puede detener una caída seria como un piolet, los telescópicos puede cerrarse por sobrepresión cuando bajamos un pequeño resalte o partirse en un resbalón si son ultraligeros no regulables tipo “z” finos, de fibra de carbono o aluminio-zinc de 11-14 milímetros.
3) Llevas un piolet, pero...
… realmente no sabes autodetenerte en una pendiente si caes bocabajo o vas sujetando el piolet con la mano no diestra. En España hay decenas de miles de piolets en la casa de montañeros y senderistas, pero la gran mayoría no dominan ni conocen técnicas eficaces de autodetención, bien porque no han recibido formación específica o porque no han practicado lo suficiente en condiciones desfavorables. ¿Tiene sentido gastarse 150 euros en un buen piolet y negarse a desembolsar 40 ó 50 euros para recibir formación sobre cómo utilizarlo correctamente?
4) Nieve muy blanda o helada
Con nieve muy blanda tardaremos de dos a cinco veces más en subir y aumenta exponencialmente el riesgo de avalanchas en cualquier pendiente que supere los 30 grados. Con nieve helada cualquier patinazo que no podamos detener en los primeros metros, significa deslizar a la misma velocidad que en una caída libre en el vacío. En ese momento sólo un aseguramiento de cuerda o un final suave que haga de contrapendiente y sin obstáculos podrá evitar el desastre. Unos crampones con plancha antizuecos son imprescindibles si practicas el montañismo invernal.
5) Grupos y falsa seguridad
Los grupos de 5 más personas, ya sean de amigos o socios de clubs, suelen crear una falsa sensación de seguridad cuando se transita en condiciones desfavorables. Caminar en grupo en una arista, cresta o corredor fácil no garantiza que alguien pueda detener un resbalón tuyo o saber encontrar mejor la cumbre entre la niebla. Es sólo la experiencia de los más preparados lo que solucionará los problemas que aparezcan, no el que el grupo tenga muchos integrantes.
6) Problemas con los guantes
Buena parte de los guantes que se venden son menos impermeables y menos calientes de lo que creemos, y esto se puede comprobar fácilmente cuando llueve todo el día, tocamos a menudo nieve húmeda o en polvo, o las temperaturas son inferiores a los -5/-7ºC. Incluso hay modelos que cuando te los quitas arrastran el interior del forro térmico y cuesta bastante volver a recolocarlos para seguir usando los guantes posteriormente. Un guante demasiado rígido o que no aísle lo suficiente no nos permitirá agarrar lo suficiente un piolet o unos bastones, sobre todo cuando estemos cansados, y aumenta significativamente el riesgo de sufrir congelaciones si el tiempo empeora a lo largo de la jornada.
7) Más frío del previsto
Sólo hay dos maneras de no pasar las de Caín cuando nos encontramos con más frío del previsto: descender para realizar otra actividad a una altitud más baja o llevar protección térmica extra siempre. Un chaleco de pluma, un segundo par de guantes más calientes que el primero, una braga o pañuelo con el que podamos taparnos cara y nariz si tenemos que respirar aire muy gélido, y la manta de supervivencia gruesa de 200 gramos no deben faltar nunca.
8) El móvil bajo cero
Los teléfonos móviles de pantalla táctil pueden no funcionar cuando las temperaturas bajan de -10ºC, circunstancia que está detrás del al menos un fallecimiento en España. La mayoría de los fabricantes no indican en las instrucciones cuáles son los límites de temperatura para el funcionamiento correcto del terminal. Que alguno de nosotros lleve un móvil tradicional de teclado analógico, que los del resto permanezcan cerca del calor de nuestro cuerpo y usar guantes especiales, con partículas magnéticas o micro esfera de contacto son algunas de las mejores soluciones.
9) No cambiar los planes
Mostrarse inflexible con un destino, objetivo, recorrido concreto o día elegido es fuente de buena parte de los accidentes que se producen en la montaña invernal. Resulta muy aconsejable evitar pertenecer a grupos o salir con compañeros que por una excesiva terquedad, ambición desmesurada o liderazgo autoimpuesto imposibiliten cambiar a planes más razonables la actividad originalmente prevista, pero que por las circunstancias de ese día “huele” a problemas…
10) La falta de visibilidad
Una mala visibilidad, bien sea por una ventisca, por unas gafas mal ventiladas y empañadas, por la niebla o porque está cayendo la noche a menudo nos conducirá a un ascenso o descenso por terreno más complicado, a extraviar el recorrido o incluso en ciertos casos a tener que dormir sin saco en pleno invierno. Sólo un buen conocimiento del terreno, llevar cartografía de calidad en papel hidrofugado, una brújula o incluso un GPS, una linterna frontal de al menos 100 lúmenes y por supuesto buenas dosis de sentido común, pueden evitarnos un mal trago. De nuevo una formación previa de calidad en montañismo invernal no hará milagros pero sí resultará de gran utilidad, sobre todo si nuestra experiencia en montaña resulta limitada.