¿Valen la pena los atajos?

¿Quién no ha tomado alguna vez un atajo y al final se ha alegrado o se ha arrepentido? Analizamos a dónde conducen en realidad esos caminos más cortos

Tino Nuñez

Atajos: no siempre la menor distancia gana...
Atajos: no siempre la menor distancia gana...

No es difícil encontrarnos a personas que aparecen en el momento más insospechado en nuestro camino, saliendo de cualquier recodo o punto oculto por la vegetación ¡y a menudo vendrán de un atajo!

Atajar, luces y sombras
Cualquier persona que camine por la montaña encontrará unos cuantos caminos secundarios más cortos que cruzan los principales o habrá sentido la tentación de salirse del sendero para bajar recto por una pendiente virgen. 

Tres son los principales beneficios:

  1. Ahorro de distancia kilométrica, lo que puede resultar importante si ya estamos sobrefatigados, la climatología es mala o se nos está haciendo de noche.
  2. El aliciente de conocer un itinerario nuevo por si el camino principal puntualmente es impracticable o peligroso: tramos inundados, presencia de motos de campo a gran velocidad pese a la prohibición, conflictos con otros usarios (que llevan perros sueltos o montan con bicicletas de descenso en trayectos no permitidos). 
  3. En general son poco transitados, lo que supone un descanso psicológico ante tanta masificación (temporal cuando la produce un confinamiento perimetral por la pandemia o permanente cuando se sobrepromociona un espacio natural próximo a núcleos urbanos muy habitados). 

Entre los inconvenientes más importantes figuran: 

  • A menudo discurren por tramos más empinados, lo que aumenta la gravedad de una caída o cualquier tropiezo, especialmente si vamos muy cargados o con la edad hemos perdido reflejos y equilibrio.
  • No siempre atajar equivale a tardar menos tiempo o cansarse menos: en un terreno más complejo o menos pisado la velocidad de marcha es inferior e incluso notablemente más baja en el caso de individuos inexpertos o fatigados. 
  • Mayor impacto ambiental, por compactación de terreno semivirgen, arrancamiento de vegetación y suelo por perforación o flexión/empuje de la punta de los bastones, destrucción de la capa fértil y sus micro organismos más superficiales, desprendimiento de piedras, introducción de mascotas (perros) que ocasionan daños a pequeños animales, profundización de acarcavamientos originados por circulación prohibida de motos que a su vez conducirán con mayor violencia cualquier lluvia torrencial.
  • Incumplimiento de la normativa de los espacios naturales protegidos, en todos está prohibido salirse de las sendas y caminos recomendados o marcados.
  • Es más fácil perderse o encontrar mayores peligros, como un animal que de repente se ve sorprendido y por eso se siente amenazado o incluso un cazador durante los días de montería.  

¿Qué dice la administración?
La cartelería existente en buena parte de los aparcamientos de los espacios naturales más visitados siempre deja claro con iconos y textos que no debe abandonarse el sendero principal por simple capricho o por atajar. La Red de Parques Nacionales, en su interesante documento sobre la capacidad de acogida de uso público de los espacios naturales protegidos advierte de la proliferación de nuevos atajos: “Los senderos con elevada pendiente suelen ser susceptibles de ser modificados por los propios visitantes, acortando su longitud a través atajos perpendiculares a la pendiente de la ladera. Estos atajos (senderos secundarios) generalmente aparecen en subidas de trazado en zig-zag, y suponen un elevado riesgo de erosión potencial, ya que la denudación de vegetación producida por el tránsito de visitantes se realiza en tramos con una elevada pendiente.” 

Si nos fijamos en buena parte de los senderos más conocidos veremos que en algunas curvas o esquinas de cambio de sentido, a menudo  el personal de conservación del parque puede haber colocado una valla de madera o amontonado vegetación o troncos cruzados para evitar que sigan utilizándose atajos dañinos o caminos en desuso. Eliminar estas barreras, saltarlas o incumplir la normativa puede acarrear sanciones que a menudo oscilan entre los 100 y los 300 euros, amargarnos el día por la tensión que habitualmente genera este tipo de encontronazos con un agente medioambiental y acarrear daños de diferente consideración a la naturaleza (quizá reducidos si vamos solos en  un área poco sensible pero graves si pertenecemos a un grupo numeroso que atraviesa de cualquier manera un tramo casi virgen). 

Los nuevos atajos
Muchos de los caminos más populares tienen siglos de existencia, están consolidados y las afecciones o daños son de sobra conocidos, pero la aparición de los  nuevos atajos que últimamente prolifera por la concentración de aficionados a la montaña en espacios concretos durante la pandemia o los intereses de ciertos clubs y empresas de rutas de senderismo conlleva más deterioro y molestias a avifauna. Estamos viendo incluso atajos marcados con puntos de color amarillo, rojo, azul o naranja fosforescente, pintados durante estos 12 últimos meses que quizá no conlleven problemas graves si se recorren ocasionalmente por pocas personas, pero desaconsejables por su efecto llamada y de desnaturalización del poco terreno sin transformar que resiste cerca de las grandes ciudades. De manera general abrir nuevos caminos (sean atajos o no) y marcarlos está prohibido sin autorización previa, y lo que es más importante: pocas veces conlleva más beneficios que dar satisfacción a nuestro ocio, caprichos o intereses económicos. 

 

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