Si bien últimamente han aumentado espectacularmente los miedos “secundarios” (como el miedo a no lograr un objetivo o a no ser suficientemente valorados en nuestro grupo), continúa siendo el miedo a las alturas el talón de Aquiles de no pocos aficionados a la montaña.
“Es que yo tengo vértigo”
Quizá sea la frase más repetida entre las personas que se inician a las actividades en montaña, como advertencia hacia otras personas que posiblemente les parecen demasiado atrevidas. En realidad el vértigo es una sensación de movimiento o giro del entorno e incluso del propio cuerpo y lo que se experimenta mucho más a menudo es realidad es un temor lógico a las alturas. Cuando ese miedo provoca niveles fuertes de ansiedad, nerviosismo, taquicardia o desesperación, incluso en situaciones de aparente bajo peligro –como transitar por un sendero empinado pero seguro o bajar las escaleras de un refugio- es más correcto hablar de acrofobia.
Nuestro día día
Es lógico que si no estamos acostumbrados a la sensación de vacío, al encontrarnos con nuestra familia en una ferrata impresionante, rapelando un caudaloso barranco con unos amigos o escalando una pared de roca durante una ascensión guiada, pasemos un mal rato que nos haga replantearnos si estamos en el sitio adecuado. Al contrario de lo que se promueve por intereses comerciales en estas últimas décadas, no todos podemos practicar actividades de riesgo en al tura y mucho menos sin una preparación previa concienzuda. A menuda se anima a un sinfín de personas a experimentar la emoción de una práctica deportiva en altura simplemente por intereses comerciales, sin reparar en su forma física ni peculiaridades individuales.
En una primera valoración hay que agradecer que experimentemos en algunos momentos miedo, porque es una sensación primitiva y de angustia que a menudo nos protegerá frente a peligros reales e imprudencias innecesarias. Los aficionados a la montaña excesivamente valientes o atrevidos pueden enfrentarse sin necesidad a situaciones que pongan en peligro su vida o la de sus acompañantes. Dicho llanamente: “algo de miedo es bueno, pero mucho miedo y de continuo es malo”.
Las personas que sufran de acrofobia aguda, manifestada durante al menos 6 meses de práctica deportiva, pueden en seguir una terapia cognitiva-conductual, con ejercicios en un ambiente controlado para disminuir su ansiedad y miedo. Esa “habituación” puede conllevar reestructuraciones cognitivas, tratamiento con realidad virtual o prácticas para modificar la conducta.
¡Precaución!
Entre las actividades más espectaculares que se practican en la naturaleza y que mayor temor a las alturas implica está la escalada en roca, un deporte más impresionante de lo que parece pero que a menudo se está adornando de un atractivo lúdico para así popularizarlo. La proliferación de rocódromos y la sobre oferta de técnicos deportivos o guías (titulados o no) ha provocado la aparición de un fenómeno curioso: cursos de gestión del miedo presenciales ¡o incluso o online! Por cantidades que varían entre los 150 y los 300 euros suele recibirse una formación exprés, supuestamente completa y eficaz para vencer enseguida nuestro miedo a la altura (algo que incluso desean senderistas o ciclistas de montaña), pero con un resultado real muy desigual y a menudo desilusionante. Escalar sin miedos paralizantes requiere una adaptación progresiva al medio natural y un número importante de actividades de nivel progresivo de dificultad que no pueden sustituirse por una o dos clases.
Algunos programas especiales para deportistas del alto rendimiento, como el programa Lince, han demostrado mayor eficacia que los talleres de caídas o clases particulares contra el miedo impartidos por profesionales no especializados. Por otra parte la manida retórica que explota las ventajas de “salir de nuestra zona de confort” puede conducirnos en ocasiones al desastre, alentadas por frases tan desafortunadas como las que podemos leer en algunas webs, tipo: “Cada situación difícil es un regalo que provoca que salgamos de nuestra zona de confort y que mejoremos en nuestro camino hacia el éxito deportivo”.
4 consejos “incómodos”
Las tendencias actuales de animar indiscriminadamente a todas las personas que hacen actividad a forzarse en cada reto pueden generar situaciones peligrosas, frustraciones innecesarias o accidentes.
1) Acepta que no siempre puedes terminar con éxito una actividad, por mucho empeño que ponga y por muy bien acompañado que estés (personas experimentadas o guías profesionales). No todo el mundo puede subir al Mont Blanc o recorrer un sendero de gran longitud en pocos días.
2) Si decides ponerte en manos de un profesional porque no superas tu miedo incluso ante situaciones de bajo riesgo, ten claro que será un proceso largo, en el que un terapeuta titulado -no un entrenador personal “autotitulado- y un guía experimentado podrán trabajar progresivamente contigo, tanto en los aspectos psicológicos como formativos (por ejemplo mejorar tu técnica para moverte con más seguridad en terrenos complicados).
3) Evita el pensamiento o discurso interior negativo, continuado y culpabilizador. ¡No te preocupes, ocúpate!
4) Adapta progresivamente tus objetivos a tus habilidades técnicas y no compartas actividades con personas impacientes, imprudentes, que se sobrevaloren o que te hagan sentir inferior, ya sea durante la actividad o en sus comentarios posteriores en redes sociales.