La mayoría de los que frecuentamos la montaña asociamos el frío a una sensación desagradable y a riesgos de hipotermia ¡pero puede traernos más problemas! Algunas de las situaciones menos conocidas o no tan valoradas también pueden conllevar consecuencias graves, conoce con nosotros las más habituales.
Es fácil caer en la tentación de simplificar los problemas que conlleva salir a la montaña cuando el frío es intenso, lo que nos conduce a una falsa sensación de creer poder controlar todos sus efectos. Y sin embargo hay experiencias que nos recuerdan que sabemos menos de lo que creemos…
Deshidratarse por frío
Cuando salimos varias veces en jornadas frías y vemos que volvemos con buena parte del agua en la mochila, comenzamos a llevar cada vez menos líquido, bien por decisión propia o por recomendación de algún amigo “experto”. En actividades de media jornada hay quienes no prevén ni una gota porque al no sentir la misma sensación de sed,que en días más templados, creen que en realidad no suele hacer tanta falta… Sin embargo, recientemente el médico especialista en medicina deportiva y montañero Kepa Lizarraga ha advertido en sus redes sociales del peligro de deshidratarse por frío. Kepa, que, ha escrito nueve libros y redactado artículos muy interesantes relacionados con la salud en montaña en diferentes medios, comenta: “A medida que nos elevamos, el aire se va haciendo más seco. A unos 2.500 metros de altitud el aire contiene la mitad de vapor de agua que a nivel del mar, y a unos 4.000 la cifra es de tan solo una cuarta parte. Cuando ese aire seco entra en los pulmones, en los que la humedad es mayor, y lo expulsamos, se marcha robándonos todo el vapor de agua que puede. Por eso aparece una nube blanquecina de vaho”. Y también matiza qué ocurre con las bajas temperaturas: “… cuanto más frío es el aire, menos vapor de agua puede contener. Además, sabemos que cada 150 metros de ascenso la temperatura baja un grado, aproximadamente. Luego al subir al monte, la altitud y las bajas temperaturas se aliarán para deshidratarnos, llevándose el agua del interior por la vía respiratoria. Así que, a pesar de que haga frío, procuremos no olvidar la cantimplora.”.
Un cuerpo deshidratado es más sensible al frío, a la fatiga y…¡al mal humor! No pocas veces adquirir una botella de 0,2-0,3 litros y que abultará muy poco en la mochila evitará que salgamos sin agua porque no queremos llevar en salidas cortas una botella o cantimplora más voluminosa (a menudo el triple o el cuádruple de grandes).
Prisas peligrosas
La montaña invernal está repleta de situaciones con riesgo, que no por repetidas resultan suficientemente tenidas en cuenta. Una de las más comunes es ir insuficientemente abrigado y por ello meter prisa excesiva a los demás durante un ascenso, enfadarse si alguien se detiene a descansar o bajar atajando por un sitio más peligroso para llegar cuanto antes al coche por temor a enfriarse. Dentro de esas prisas al sufrir más frío de lo esperado, podemos hasta impedir que un compañero se calce unos crampones en un tramo helado o que alguien se detenga en una ventisca a consultar un mapa o un gps.
Encontrarse mal pero seguir
¿Nunca habéis visto a alguien mareado o vomitando sobre la nieve en un gélido día invernal? Por desgracia no suelen estar lejos algunos compañeros dispuestos a quitarle hierro a ese aviso del cuerpo o que le aconsejan que espere in situ al descenso de los demás desde la cima. De nuevo el guía Toño Guerra nos comenta su experiencia en Pirineos y otros macizos: “Ésta es la dinámica general de los grupos grandes, de 10 a 20 personas o más, tienen tendencia a tomar más riesgos porque los conduce un supuesto experto. Si alguien se siente mal a veces no se atreve a decirlo o bien decide continuar por no retrasar al grupo.” El problema bien cuando el grupo prosigue sin él o ella y es que como avisa Toño: “… estando rezagado o esperando puede perderse y en algunos casos hasta han aparecido muertos”.
Llevar un ritmo fuerte durante nuestra marcha en la nieve también puede ser inadecuado si hace mucho frío: inhalaremos mayor cantidad de aire gélido en nuestros pulmones (riesgo de una pulmonía grave) y sufrir diferentes malestares, que en realidad son una advertencia de nuestro cuerpo sobre que algo estamos haciendo mal. Toño Guerra matiza. “Empiezan demasiado deprisa nada más salir del coche y en una cuesta el esfuerzo te puede sobrepasar. También hay gente que ha desayunado poco por un “Es que tan temprano no me entra nada” y eso puede favorecer una hipotermia, pues a fin de cuentas no tienen “combustible” para sus músculos.” Toño sentencia: “Reventados, mal almorzados, con frío y subestimando a menudo el viento (muy fuerte estos últimos años de nevadas en Pirineos) se acumulan factores que pueden llegar a matarte.”
Pérdida del piolet y de los bastones
Un guante demasiado rígido o insuficientemente aislante ante temperaturas muy bajas (en general por debajo de -5/-7ºC) provoca a menudo que se agarre insuficientemente un piolet o unos bastones, con el peligro de pérdida de apoyo, caída y extravío de estos materiales. Hemos preguntado a uno de los mejores guías del Pirineo, Toño Guerra, y entra en detalle sobre estas cuestiones: “En sitios muy fríos algunos montañeros forran la cabeza del piolet con un trozo de colchoneta, para que el metal no transmita tanto frío, pero en realidad es una chapucilla; sería más importante que supieran autodetenerse que andar con ese apaño”. Respecto a la conveniencia de llevar las manos dentro de las dragoneras o correas para evitar pérdidas, Toño recuerda que: “… la dragonera de un piolet es un arma de doble filo, impide un cambio rápido de mano en una ladera, en 2 segundos puedes caer demasiado y no autodetenerte por llevarlo en la posición menos favorable; en pendientes muy suaves sí es admisible usarla”. ¿Y respecto a la moda de llevar los piolets atados al arnés?. “Cuando caes por una pendiente, si no logras hacer la autodetención, bajarás atado a una herramienta cortante que va dando trompicones junto a ti”.
Respecto a los bastones, incluso quienes no utilizan las dragoneras para así poder tener las manos libres por si se tropiezan, pueden en situaciones de entumecimiento de manos por el frío enhebrar en sus muñecas esas correas como solución antipérdida, pero como matiza Toño Guerra “En una avalancha, los bastones con dragonera también hacen de ancla y quizá no puedas salir cuando la nieve se endurezca al detenerse”.
No confiar en el material técnico
Uno de los mantras más repetidos por los grandes alpinistas invernales es confiar en el material que se porta. El avance de tecnologías como membranas y el desarrollo de nuevos tejidos hacen de nuestro equipo la primera línea de defensa contra las inclemencias. Eso lo sabemos todos. Pero no siempre confiamos en que alcancen su máximo rendimiento. Si bien es cierto que ser prudente en la montaña es prioritario, también debemos probar nuestro material para conocer tanto sus límites como sus carencias. Los montañeros no suelen fallar a la hora de invertir en sacos, botas o chaquetas de plumas, esas capas exteriores tan importantes, pero cuya importancia es, en realidad, la misma que el resto. Unos buenos calcetines, una malla térmica o una funda de vivac pueden salvarnos la vida igualmente. Uno de los casos más conocidos es el de las chaquetas impermeables o cortavientos, cuya tendencia hacia la ligereza puede hacernos pensar que se trata de una prenda menos importante. Pero es absolutamente clave elegir bien nuestra chaqueta, tanto si la utilizamos como segunda o tercera capa. Un ejemplo de chaqueta polivalente y muy eficiente es la MH 500 de Quechua, desarrollada por senderistas y alpinistas a los pies del Mont Blanc. De diseño ecológico, es impermeable y transpirable, capaz de soportar jornadas duras de viento y lluvia. Además de las excelentes críticas de los usuarios, podemos fiarnos de los números: la MH 500 soporta una columna de agua de 15.000 mm. Está disponible en dos modelos para hombre y mujer.
Todo tipo de elementos de ajuste, aberturas laterales y componentes para evacuar la sudoración y su tejido extensible para fomentar la sensación de libertad de movimientos son algunos de sus puntos fuertes. Pero ya sabéis que hay algo más que admiramos de este nuevo mercado outdoor, y es su compromiso con el medio ambiente: se ha logrado un 28% menos de emisiones de CO2 en la fabricación de este modelo comparado con el anterior. Pesa tan solo 426 gramos (talla M) y su precio son unos muy asequibles 79,99€.