Todos los inviernos disfrutamos de agradables salidas a la nieve que transforman nuestros paisajes habituales en zonas sorprendentemente salvajes. En las siguientes líneas se aborda de manera sencilla, pero muy práctica, algunas de las cuestiones que solemos pasar por alto.
Lo primero ¡nuestro coche!
Las intensas nevadas de principios de enero de 2018 crearon un gran caos en ciertas carreteras importantes, cercanas a grandes capitales. Hubo casos en los que los conductores permanecieron hasta 20 horas bloqueados en sus automóviles. Al margen de la gestión de las empresas de esas autopistas y de la Dirección General de Tráfico, uno de los errores más generalizado fue no llevar cadenas. Como excursionistas, montañeros o aficionados a la nieve es evidente que en nuestro caso resulta aún más imperdonable no incluirlas en el maletero ¡pero lo cierto es que la mayoría no solemos hacerlo! Es posible que llegues con sol y la carretera sin nieve a un aparcamiento limpio o seco, pero quizá cuando regreses a tu coche por la tarde o tras un par de días fuera, las cosas hayan cambiado… No te olvides nunca las cadenas textiles (más fáciles de colocar que las metálicas), una rasqueta para limpiar de hielo la luna delantera y el sentido común, que equivale a no viajar cuando dan temporal…
Y algo poco vigilado: nada de mochilas sueltas en el asiento de atrás o piolets encima la bandeja del maletero. Conocemos casos en los que todo eso ha salido volando por el parabrisas tras un frenazo brusco y podría haber matado a los ocupantes del coche.
La triple combinación
A mediados de los noventa cinco soldados de élite fallecieron por hipotermia, durante un entrenamiento en una zona de pantanos de la costa este de Estados Unidos. Las primeras investigaciones revelaron que la temperatura era de 15ºC, insuficiente por si sola para matar a alguien por hipotermia. Investigaciones posteriores concluyeron que la triple combinación de frío moderado, agua (los soldados habían entrado y salido varias veces del agua) y viento fueron letales. Creemos que nuestras penurias en invierno se deben sólo a un frío notable o a que nos mojemos pisando nieve, pero llegar a una situación en la que todo se combine puede resultar más factible de lo que creemos. Por ejemplo: me hundo en la nieve profunda de repente, por debajo corre un arroyo y el día está además de nublado, ventoso. En no pocas situaciones la previsión de temperatura que se supones hemos consultado antes de salir puede inducirnos a creer que medianamente equipados estaremos suficientemente protegidos, lo que se demuestra erróneo cuando sucede el triple imprevisto: agua viento frío. Lleva siempre ropa de sobra, incluidos un segundo par de calcetines y guantes.
Atención al viento en nuestra península. El invierno pasado se caracterizó por temperaturas suaves, pero el de ahora se está mostrando especialmente ventoso, lo que puede comprometer tu estabilidad por encima de los 30 km/h e impedirte caminar erguido/a si excede los 60 km/h.
Horarios cambiantes
En invierno los horarios, respecto a una actividad “seca”, pueden duplicarse o triplicarse, bien sea por tener que pisar nieve profunda, rodear una zona con hielo o porque el bien marcado camino por el bosque ha desaparecido bajo los copos. Nuestro ritmo de progresión, en ciertas ocasiones, puede bajar de 3-4 km/h a sólo 1 km/h. Los hitos que señalizan los caminos también se cubren con facilidad tras varias horas de nevada. Es cierto que montañeros expertos pueden transitar más rápido por zonas abruptas cuando la nieve las recubre, por ejemplo una pedrera con grandes bloques, o bajar una ladera en menos de la mitad del tiempo empleada en subirla, pero no se trata en ningún caso de apurar hasta llegar al coche al atardecer (como hacemos a menudo en verano). Si tenemos en cuenta que la niebla o un compañero que se haya caído al pisar hielo puede reducir nuestro ritmo de vuelta, no resulta imprudente descender desde donde estemos a las dos de la tarde como máximo. Al hacerse de noche pronto, entre las seis y las siete según el mes, algunos caminos, laderas y carreteras pueden comenzar a congelarse más rápido de lo que creemos.
Incluir a bebés sentados en una mochila puede resultar una imprudencia, de la que ya ha alertado alguna que otra vez la Guardia Civil de Montaña en televisión. Y sin embargo se ven continuamente en las fotos de redes sociales a padres muy sonrientes con el bebé en el pecho mientras dan patinazos sobre la nieve dura o húmeda, si tropiezan pueden matar a su hijo por aplastamiento.
El white out
Este anglicismo sirve para referirse a situaciones en la que con mal tiempo desaparece el paisaje y por tanto las referencias para orientarnos en la nieve. Andrés Arias, abulense y guía de montaña nos alerta de este peligro: “Salimos a la montaña, hay mucha nieve, las referencias resultan difíciles de encontrar y se nos echa la niebla. Los senderos, piedras, hitos...se unifican bajo la nieve, perdiendo la orientación, no sabemos si subimos o bajamos, si nos metemos en una zona de mucha o poca pendiente...”. Y nos facilita un importante y más que razonable consejo: “Debemos contar con la herramienta fundamental: la brújula o el GPS. Siempre debemos saber dónde nos encontramos, tenemos que tener claro el camino por el cual seguir, y en el caso de que las cosas se nos compliquen, debemos saber cómo trazar una línea por un sitio adecuado, hacia una vía de escape.”
No con cualquier calzado
Lo primero: nada de zapatillas, es de lógica que la nieve entrará con facilidad por la caña y que las botas ofrecen mayor protección y sujeción. A menudo se piensa que una bota ligera e impermeable es suficiente para caminar por la nieve. En terreno semihorizontal no helado y con temperaturas no inferiores a -2/-3ºC puede ser suficiente nuestro calzado de trekking, pero si hay pendientes en la que afianzar nuestra pisada con un puntapié o se requieren crampones, no es una buena idea. Por supuesto que es mejor ponerse un crampón de correas sobre una bota blanda si no queda más remedio, pero no conviene abusar y resultarán necesarias unas botas semirrígidas o rígidas si nos gusta el invierno. Una opción interesante para senderistas cuando se pisa nieve dura o placas grandes de hielo (horizontales) puede ser los “spikes” o antiderrapantes ajustables mediante anillos de goma, con puntas de 10 milímetros y que suelen pesar de 500 a 600 gramos el par y ocupar muy poco. Los mejores están fabricados en acero al cromo-molibdeno. Y por cierto, ya que hablamos de pisar zonas heladas, nunca camines por encima de hielo con menos de 30 centímetros de espesor si debajo tiene agua (por ejemplo la orilla de un lago congelado).
La limitada adherencia de las suelas sobre roca mojada –por desgracia demasiado común en suelas con taqueado de colores- y la escasa profundidad de mucho calzado ligero, es decir 3 milímetros en vez de 6 o 7, pueden provocarnos más de un patinazo y debemos informarnos en el punto de venta sobre la idoneidad del modelo que pretendemos adquirir.
¿Piolet o bastones?
Es demasiado común ver montañeros ascendiendo pendientes empinadas sólo con bastones, sin embargo difícilmente podrán detener una caída con ellos, siendo el piolet la herramienta adecuada. Con los bastones podemos conseguir más estabilidad atravesando vegetación nevada, sondear huecos o caminar más seguros en zonas embarradas pero no son una herramienta de autodetención. Y llegados a este punto, conviene recalcar que el principal problema de los aficionados al invierno que llevan un piolet es que no han recibido formación específica de cómo autodetenerse cuando se cae en mala posición. Por desgracia, la mayoría suelen contentarse con ver un vídeo tutorial o practicar un par de horas con amigos tan inexpertos como ellos. Un buen curso con un buen profesor, no hay muchos y buena parte de los guías españoles en realidad no están ni titulados, resolverá esta carencia.
Sobre los guantes
Fíjate bien en qué se ponen en las manos de los excursionistas con los que te cruces un día de mal tiempo. La mayoría no llevan guantes impermeables y se limitan a caminar con guantes de forro polar o lana ya empapados. Una mano mojada y agarrotada por el frío no sujetará bien el bastón o un piolet si se tropieza… y las posibilidades de tropezar son mucho más grandes en invierno que en otras estaciones, evidentemente. Muchos te dirán que los guantes impermeables con membrana son caros, lo que es una verdad a medias, porque desde 30 euros encontrarás opciones de tipo esquí que valdrán para actividades sencillas hasta -5ºC. Claro que unos buenos guantes cuestan de 80 euros en adelante y que los mejores continúan siendo los que incluyen membrana de Gore-Tex, pero busca ofertas en tiendas físicas (mejor que en tiendas on line con las que no podrás probarte la talla más adecuada) y deja de lamentarte…
Accesorios útiles
Algunos de los siguientes complementos son especialmente útiles en invierno:
- Buff, “cuellera” o braga de poliamida elástica que te servirá de bufanda cilíndrica. Muy versátil, te servirá para proteger boca y nariz en una ventisca; también cuando hace mucho frío se puede respirar a través de él aunque nos tape hasta por debajo de los ojos, así no inspirarás directamente un aire helado.
- Pala plegable, ya sea ultraligera de plástico tipo policarbonato (uso ocasional) o metálica (vivac en invierno y rescates en aludes).
- Mechero. El típico accesorio que los no fumadores olvidamos siempre y que puede ayudar mucho en una pernocta imprevista. Hay modelos antiviento muy eficaces.
- Minibotiquín. En invierno es fácil hacerse pequeños cortes regulando las herramientas (por ejemplo al manipular el ajuste de unos crampones) o al agarrarse a rocas heladas. Incluye povidona yodada, esparadrapo y puntos de aproximación.
- Silbato de emergencia. Uno por persona y a ser posible de 100 decibelios. Muy útiles para grupos cuando no hay cobertura de móvil o walkie talkie y se nos echa la niebla encima. Recuerda que con las capuchas y gorros puestos durante una tormenta, las voces pueden no oírse y un silbato sí.