Nadie nos tiene que convencer de lo espectaculares que están nuestros bosques y montañas en otoño para salir todos los fines de semana. Pero belleza y no estar aún en pleno invierno tampoco son garantías de una actividad tranquila y sin problemas. Aprende a distinguir 5 errores comunes pero infravalorados.
El otoño dura prácticamente 90 días y la variabilidad de situaciones, casi estivales desde el 23 de septiembre hasta prácticamente invernales, hace que aumenten nuestras posibilidades de no salir siempre suficientemente preparados y de caer en importantes errores. Entre los más habituales, pero no tomados demasiado en serio:
Infravalorar las lluvias caídas días antes
A mediados de este otoño de 2018 se han registrado precipitaciones históricas en España de hasta 400 litros por metro cuadrado en 24 horas (pensemos que cuando nos can 60 o 70 litros en montaña acabamos bien empapados). Y son muchas las zonas de montaña que han registrado lluvia casi continuada durante un mes y medio seguido. A menudo encontrarás el campo bastante menos seco de lo que crees, aunque luzca el sol. El agua que no ha podido absorber el terreno estará ahí esperándote, en forma de caminos encharcados y arroyos más difíciles de cruzar. Encontrarás piedras y llambrías más resbaladizas de lo habitual (atención al calzado ligero demasiado a menudo poco adherente en mojado), prados embarrados o árboles menos sólidos por el terreno ablandado y por tanto no tan resistentes al viento. No es el fin del mundo evidentemente, pero tampoco hay que menospreciarlo.
Hacer la actividad después de comer
Casi todo en el otoño invita a recorrer un sendero después de haber comido en casa o en algún acogedor bar del pueblo más próximo a nuestro objetivo. Eso significa a menudo que quizá comencemos a caminar demasiado tare, hacia las cuatro o cuatro y media. Dos horas de luz pueden resultar insuficientes para regresar al coche antes de que se nos haga de noche hacia las seis, a poco que surja algún imprevisto o deseemos asomarnos algo más lejos a contemplar un paisaje. Mejor realizar la actividad por la mañana.
Distraerse en los bosques
Las setas, cualquier rincón bañado por un rayo de luz o por un tapiz de musgo sorprendente invita a salirse de los caminos continuamente, lo que puede hacernos perder la orientación respecto a un camino quizá semioculto por las hojas caídas de los árboles. Es uno de los motivos más comunes de extravío en pinares o robledales con niebla. Nada se parece más a un árbol que otro árbol y orientarse puede no resultar fácil. Acuérdate de llevar una brújula ¡y de haberte formado para usarla!
Caer en “la trampa del aparcamiento"
Esto no es exclusivo del otoño, pero sí más habitual que en otras estaciones. Bajas del coche, la temperatura es suave y luce el sol. Sacas de tu mochila el forro polar o el chubasquero, porque crees que será excesivo cargar con ello. Posiblemente un rato después, en la primera parada para esperar a lo/las compañeros/as, cuando sople algo de viento o empiece a atardecer lo eches de menos.
“No necesito linterna porque se trata de un paseo corto"
Haz memoria: ¿de verdad que nunca has tenido que regresar de noche y tropezando por un camino al prescindir de una linterna frontal? Por menos de 100 gramos ¡e incluso por la tercera parte! puedes ahorrarte esas molestias e incluso limitar las posibilidades de torcerte un tobillo a oscuras.