Descender un río, como cualquier otra actividad en la naturaleza, conlleva técnicas de seguridad y emergencia, más si tenemos en cuenta que nos movemos sobre un medio tan agitado como el agua. En balsa, canoa o kayak, nuestro objetivo es disfrutar, pero siempre con precauciones.
Leer el río
Lo primero que debemos aprender cuando progresemos en agua es a “leer el río”. La clave para evitar sustos es anticiparse y conocer las maniobras. No sólo hay que mirar, hay que saber ver. Cuando el río es ancho y el lecho está limpio de obstáculos, lo más sencillo es dejarse llevar: pronto uno se da cuenta del movimiento de la corriente y puede actuar en consecuencia, evitando gastar fuerzas innecesariamente. Mayor precaución requiere negociar una corriente fuerte, ya que además de la propia fuerza del agua y el riesgo de mojar nuestro pellejo, pueden formarse drosages (corrientes circulares verticales), que aparecen cuando el agua impacta en orillas altas o exteriores rocosos, capaces de sumergir a personas y embarcaciones, siendo necesario siempre evitarlos, remando hacia el centro del cauce o hacia la orilla ¡mucho antes de darnos de bruces con él!.
Los árboles cruzados y las ramas en la orilla son otro elemento a esquivar en ríos con fuertes corrientes. Las piedras, sobre todo, pueden jugarnos malas pasadas, bloqueando nuestra embarcación o dañándola. Son peligros ocultos, aunque fácilmente identificables. Por ejemplo, cuando una roca está cubierta pero cerca de la superficie, el agua la salta provocando una cresta blanca. Pueden sobrepasarse con cuidado, remando con suavidad y manteniendo el equilibrio. Si la embarcación se ladea podemos meternos en un lío. Es necesaria una excelente coordinación entre la tripulación, teniendo claro el itinerario a seguir y remando en consecuencia. Yo tengo la costumbre de levantarme y remar de pie para ver por dónde pasar. He acumulado más de 8.000 km sobre ríos y puedo fiarme de mi vista. Aun así en muchas ocasiones se me escapan obstáculos y necesito hacer caso de mi proel. Ya se sabe que cuatro ojos son mejor que dos. Todo esto es mucho más seguro cuando llevamos embarcaciones de calidad. Pero como lo nuestro es la supervivencia, nos ponemos en el caso de llevar un transporte fabricado por nosotros mismos, lo que significa mayor fragilidad y un equilibrio más precario.
Construyendo nuestra propia embarcación
Lo primero que pensamos, cuando nos encontramos en una situación complicada y debemos afrontar un descenso, es en fabricar una balsa, al estilo de las viejas películas de náufragos o vaqueros. Pero hacer una balsa con medios naturales es lento y trabajoso, además de ilegal en buena parte del mundo. Serían varios los materiales con los que podemos llevar a cabo esta empresa: desde hierba a troncos, ningún sistema será sencillo. Podemos hacer un flotador que sustente nuestro torso y descender con medio cuerpo en el agua, pero si debemos llevar más tripulantes o incluso algún herido la cosa se complica. Los troncos son el material más célebre, pero una simple balsa para dos y sin equipaje puede requerir hasta 12 troncos, y atarlos se convierte en otro problema. Podemos tener al alcance lianas o cortezas, pero como siempre, debemos llevar algunas cuerdas o cordinos extra, podremos demostrar su utilidad. Una menor a 6mm de grosor sería ideal, aunque las sintéticas siempre tienen algo de flexibilidad y no se contraen al mojarse, por lo que una cuerda natural suele ser más efectiva, por ejemplo las de cáñamo. Fabricar unos remos no es demasiada tarea, aunque también podemos ahorrar tiempo usando pértigas para dirigir la balsa, solución que sólo será realmente útil en lugares con poco fondo. La balsa puede timonearse desde atrás con un remo largo, mientras el resto de remos ayudan a mantener la dirección. Quizá la maniobra más complicada sea atracar: si el río tiene una playa u orilla baja y libre de vegetación nos encontraremos con una situación sencilla, todo lo contrario si se presenta una ribera de altos árboles o rocas. Busquemos orillas seguras, aunque nos lleve algo más de tiempo.
Construir nuestro propio kayak sería excesivamente trabajoso, pero una canoa puede sacarnos de un aprieto y permite transportar mucho equipo y navegar deprisa, compensando el esfuerzo de su fabricación. La clave para el manejo de esta embarcación está en los remos traseros, que controlan casi todo el movimiento. Este medio de transporte permite mantener el equilibrio fácilmente colocando las rodillas pegadas a las dos bordas, manteniendo el centro de gravedad bajo, colocando a la persona más pesada en la parte de atrás y el equipaje en el centro, de la misma manera que lo harías navegando en solitario, siendo así más fácil gobernar la embarcación al restarle peso a la proa. Tres tablas bien amarradas a las piezas de proa y popa son suficientes para una canoa estilo “survival”, este sistema es utilizado todavía hoy por los pescadores del sur de la India, por ejemplo, con excelentes resultados. Flotabilidad alta, ligereza y facilidad de transporte.