Menos peso, más difrute: aprende a aligerar tu mochila

Con el tiempo y observando a las personas más experimentadas aprendemos que no hace falta cargar con tanto peso para salir a la montaña. ¡Conoce nuestras recetas prácticas para caminar más ligeros!

Tino Nuñez

Trucos para aligerar tu mochila
Trucos para aligerar tu mochila

En la memoria de todos los que empezamos en su momento a salir a la naturaleza está el recuerdo de haber ido sobrecargados en jornadas interminables. ¿Cómo no perpetuar tan habitual error?

Tres grandes clásicos

¿Cuáles son las precauciones más habituales para quitarnos peso?

1. Eliminar lo superfluo. Todos tenemos material que a menudo llevamos en la mochila y rara vez utilizamos. Puede ser desde una chaqueta de plumas hasta un botiquín excesivamente pesado y quizá hasta obsoleto o con medicamentos en mal estado. Si echas dentro demasiados “… y esto por si acaso” quizá olvides elementos mucho más importantes como una manta de supervivencia, una linterna frontal potente o unas pastillas potabilizadoras de agua. Revisa qué vuelve demasiado a menudo a casa sin haber sido utilizado.

2.  Comprar material ligero. Reducir  el peso de nuestro equipo resulta más fácil que nunca por la enorme oferta actual de productos de gramaje muy contenido. Si estudias a fondo todo tu material –usa una báscula- verás que puedes llegar a ahorrarte con relativa facilidad hasta 4 o 5 kilogramos a la espalda. Cambiar tu equipo más antiguo por otro que pese la mitad te puede costar cientos de euros –sobre todo si hablamos de un saco invernal o de una buena tienda de campaña- pero posiblemente puedas ahorrarte parte comprando material de segunda mano en buen estado o “vigilando” continuamente qué tienen tus tiendas favoritas en oferta.

3.  “Vigilar” el agua y la comida. Suelen otorgárseles una importancia similar en cuanto al gramaje, pero la práctica demuestra qué es más fácil sufrir por faltarnos bebida que por carecer de algo para saciar nuestro apetito. Ante la duda, aligera en la comida más que en el agua. No en vano una persona puede estar 5 ó 6 veces más de tiempo sin comer que sin beber. En salidas de más de un día te interesa tener claro con antelación los puntos donde se pueden rellenar tus botellas, para no salir desde el coche sobrecargado/a.

¡Y tres cuestiones pasadas por alto!

Entre las que pasan más desapercibidas, pese a su importancia, tenemos:

1. Analizar cómo vas vestido/a. Casi nadie lo piensa, pero la ropa y el calzado que llevas puesto también son parte del peso que mueves por la montaña. Si sumas esos cientos de gamos extras en los que posiblemente no has reparado, quizás estés cargando, mochila aparte, con un par de kilos de más.

2.  Saber cuánto pesa tu mochila en vacío. Éste es otro de los puntos que rara vez sabemos contestar. Priorizando la comodidad del porteo de la carga, por supuesto, nos interesa llevar modelos que tiendan a la ligereza, lo que significa ahorrar de media de 500 a 1.000 gramos. Las mochilas con acolchados muy gruesos no son necesariamente las más cómodas ni ergonómicas, y además de calurosas pueden incluir hasta hombreras poco estudiadas. Muy rara vez preguntamos por el peso de una mochila en vacío cuando la vamos a comprar ¡y es importante incluso en capacidades pequeñas para media o una jornada! (de 15 a 35 litros).

3.  Repartir con los demás. Es una práctica relativamente extendida cargar con peso de más, llevando objetos que podrían llevar otros. Echas más agua en la mochila porque algún compañero casi nunca la trae, aportas tu tienda pero no divides por vergüenza su peso entre quienes la usaréis, coges ropa que no le entra a tu acompañante porque eligió una mochila excesivamente pequeña… Una cosa es compartir y ayudar ¡y otra hacer siempre el primo! En la montaña los roles también están muy establecidos entre los diferentes grupos, pero cada uno/a debe acostumbrarse a ser autosuficiente y no abusar de la buena disposición de los demás.

Dos apuntes sobre logística

  • La polivalencia de un material te permitirá quitarte peso. Por ejemplo, puedes llevar un saco medio kilogramo más ligero si duermes vestido con el plumífero que usas por el día o envuelto en la manta de supervivencia.
  • En actividades de varios días, si puedes pernoctar en un refugio o reaprovisionarte de algunos alimentos en él para proseguir la ruta, aliviarás sobremanera tu espalda y podrás permitirte algún “capricho gastronómico” extra que te alegre el día.