Ligero, cálido y siempre listo para acompañarte en cualquier expedición, el saco de dormir es uno de esos compañeros silenciosos de los que depende una buena noche en la montaña. Sin embargo, no está exento de amenazas: la humedad, la suciedad o un simple descuido pueden reducir drásticamente su capacidad aislante. Ya sea de pluma o de fibra, conocer a sus enemigos más comunes es clave para alargar su vida útil y seguir disfrutando de su abrigo en cada amanecer bajo las estrellas.
1. Suciedad
La suciedad no solo mancha los tejidos exteriores e interiores de un saco, sino que suele incluir polvo (partículas de tierra) y sudor (ácido úrico entre otros elementos) que penetran en la pluma y la dañan a medio/largo plazo. El plumón sucio, habitual en sacos que por alguna razón no se han lavado nunca se apelmaza, se agrupa en bolas y deja partes del saco sin relleno, perdiendo gran parte del aislamiento, especialmente en zonas críticas como el pecho y la cabeza. El relleno puede perder hasta 8 veces su volumen original, pero salvo si ha sido maltratado podrá recuperar gran parte de su capacidad aislante original con un lavado y secado profesional (de 30 a 80 euros); ésta opción suele resultar más aconsejable que añadir pluma a un saco viejo.
2. Lavarlos demasiado
Lavar más de 2o 3 veces un saco de plumas al año castiga el hidrofugado exterior del tejido e incluso la propia pluma si lollevamos a una tintorería que realice la limpieza en seco. En el caso de los de relleno sintético, lavados excesivos hacen perder espesor a la boata (lámina de fibras entrelazadas) mucho antes que a los sacos de pluma. Si te gusta mantener el interior de tu saco limpio y sin olores, puedes introducir un saco sábana de seda o poliamida ultrafina tipo Pertex,
3. No secarlo tras cada uso
Tanto si se ha humedecido por la lluvia durante su transporte como por su simple uso –por ejemplo condensación en el interior de la tienda o un calor excesivo que dispara nuestra transpiración- debemos ventilarlo dándole la vuelta un par de veces al llegar a casa. En realidad debe hacerse siempre, aunque nos parezca que está seco y por supuesto sin exponer al sol o cerca de una calefacción. También servirá para extraer regularmente cualquier objeto extraño que suele acumularse en los pies o solapa de la cremallera: arena, musgo, pequeños insectos, ramitas…

4. Almacenaje incorrecto
Mala idea guardarlo en casa dentro de su funda original. Debe permanecer descomprimido en una funda de tejido transpirable mucho más grande o colgado de una percha dentro de un armario.
5. Transporte poco cuidadoso
No llevarlo nunca colgando fuera de la mochila ni en su interior en contacto con objetos punzantes (por ejemplo material de escalada) o con aristas (latas de comida). Cuando lo extraigas de tu mochila hazlo suavemente y si es preciso sacando antes objetos que dificulten una salida delicada, tampoco tires de cualquier parte del saco que asome por la boca de la funda.
6. Enganchones en un vivac
No es raro que parte del saco abandone la colchoneta en un vivac, bien por nuestro propio movimiento involuntario mientras dormimos o bien porque el saco resbala sobre un aislante muy liso colocado en un suelo poco horizontal. Los pies y laterales del saco pueden desgarrarse en contacto con alguna rama o zarza próxima con mayor facilidad de la que crees.

7. Forzar la cremallera
Es una buena idea antes de la salida verificar el correcto deslizamiento de la cremallera, sobre todo si es un saco viejo o si vamos a dormir en condiciones muy frías. Una parte nada desdeñable de los sacos poseen cremalleras baratas poco fluidas, que pueden atascarse y dificultar nuestra salida rápida en momentos delicados, como ganas urgentes de hacer nuestras necesidades o la llegada de un visitante inesperado.
8. Prestarlos
No resulta muy difícil coincidir con alguien que te pide prestado tu mejor y más caro saco para un destino exótico, del que quizá no vuelva muy bien parado. Tejidos quemados por fumar acostado/a, costuras dañadas por una persona demasiado grande para la talla de tu saco o manchas de comida/bebida que no siempre se limpian bien, constituyen moneda relativamente común entre amigos/as descuidados/as, que bien pueden gastar 1.000 o 2.000 euros en su viaje favorito, pero no 200 en comprarse un saco decente y que prefieren pedírtelo sin pudor alguno.