La desventura del Berserk

Durante un intento por alcanzar el Polo Sur la embarcación noruega Berserk desaparecía entre los hielos del mar de Ross con tres de sus tripulantes. Ahora que las labores de búsqueda y rescate se han dado por concluidas intentaremos hacer un análisis en frío de lo sucedido, apoyado en las opiniones de algunos expertos expedicionarios y navegantes sobre esta singladura trágica y pol

Jorge Jimenez

Durante un intento por alcanzar el Polo Sur la embarcación noruega Berserk desaparecía entre los hielos del mar de Ross con tres de sus tripulantes. Ahora que las labores de búsqueda y rescate se han dado por concluidas intentaremos hacer un análisis en frío de lo sucedido, apoyado en las opiniones de algunos expertos expedicionarios y navegantes sobre esta singladura trágica y polémica.

2011. Se celebra el centenario de la meteórica llegada de Roald Amundsen al Polo Sur (14 de diciembre de 1911). Son abundantes las expediciones y actos puestos en marcha para conmemorar tal odisea noruega que forzó al capitán Scott a un penoso retorno cuyas consecuencias son bien conocidas. Los noruegos, alentados por la memoria, comandan la mayoría de acciones para evocar la célebre odisea. Como parte de las galas, una modesta embarcación de 14 metros capitaneada por Jarle Andhoy y compuesta por otros cuatro tripulantes, cabecea desde Auckland en dirección al Polo Sur con el propósito de alcanzar los límites australes del planeta. Llevan con ellos dos pesadas quad-bikes con las que afrontarán los 1.600 kilómetros de travesía terrestre, en la que Jarle Andhoy y Samuel Massie, de 18 años, tratarán de emular (con un estilo opuesto) los pasos de Amundsen.

El 22 de febrero, con los dos hombres de tierra ya desembarcados, el Berserk, con tres miembros a bordo, utiliza su baliza de emergencia, una señal desesperada desde las entrañas de una de las peores tormentas de los últimos 20 años. Vientos de 60 nudos y olas de hasta 8 metros terminan por ahogar la señal de socorro. Nada más se vuelve a saber del velero o su tripulación. Andhoy y su joven compañero abortan el intento al Polo Sur y logran alcanzar la base del estrecho de McMurdo, desde donde comienzan un penoso regreso a Noruega. Robert Skaane (34), Tom Gisle Bellika (36) y el sudafricano Leonard Banks (32) no tendrán esa oportunidad.

Ambiente implacable y labores de rescate
Según los datos del Rescue Coordination Centre de Nueva Zelanda, el Berskerk emitía su transmisión de auxilio desde 18 millas naúticas (33 kilómetros) al norte de la ba se Scott, el 22 de febrero a las 05:20 horas. Sin dilación, la nave neozelandesa HMNZS Wellington , que navega por la zona, comienza las tareas de localización sin éxito. A ellos, y según pasan los días, se unirán distintas embarcaciones como el Spirit of Sydney (también conocido como Professor Khromov) de la agencia Heritage Expeditions o el Steve Irwin de la sociedad protectora Sea Sheperd, que rastrea la línea costera del mar de Ross, las inmediaciones de la Isla Franklin y envía su helicóptero, pilotado por el norteamericano Chris Aultman, entre otras acciones en aquellas latitudes severas. El capitán del Sea Sheperd, Paul Watson, sentenciaba: “A pesar de que nuestra búsqueda ha sido muy meticulosa y de que hemos agotado todas las posibilidades, no hay señales del buque o evidencia de los marineros desaparecidos. En pocas palabras, no había nada que encontrar”. El Steve Irwin daba con un bote salvavidas, a 45 millas desde donde se emitía la señal de socorro, mientras que el contenido del bote aparecía, por separado, a tan solo 10 millas.

Todas las evidencias hacían presagiar que el Berserk se había sumido en aquellas crudas aguas. El EPIRB (baliza de emergencia) se encontraba en el interior del velero y esta ba diseñado para lanzar su señal durante 24 horas, a unque apenas estuvo en funcionamiento durante una hora, sugiriendo que la embarcación se habría hundido rápidamente sin darle a la tripulación la posibilidad de escapar. El mar encrespado y embravecido, la tormenta salvaje con rachas de viento superiores a los 150 kilómetros por hora y bajo temperaturas extremas se convertían en las vías de agua de esta tragedia. “Las circunstancias en su contra fueron asombrosas, enfrentándose a la auténtica furia de la naturaleza”, advertía Watson.

Críticas a la expedición
Cómo en cualquier situación límite que otros han padecido, opinar  a posteriori sobre la conveniencia de ciertas decisiones es un asunto muy comprometido, aunque tras finalizar las acciones de rescate y dar por sentenciado al Berserk y a sus tres tripulantes malogrados, han sido muchas las voces (algunas realmente críticas) que han puesto en entredicho la capacidad del barco y su líder para afrontar la delicada singladura. Ya desde la Internacional Association of Antarctic Tour Operators (IAATO) subrayaban que el velero no poseía los permisos y autorizaciones necesarios para emprender la expedición. “Entendemos que el Norwegian Polar Institute, como la autoridad competente, reporte al capitán y líder del Berserk a las autoridades judiciales por violar las regulaciones Antárticas, y apoyamos totalmente esta decisión”, concluían en un comunicado posterior al cese de operaciones de rescate desde la IAATO. La expedición ni siquiera había seguido el protocolo de conseguir el permiso del Norwegian Polar Institute que les permitiría navegar más allá de los 60º sur, lo que confirmaba el oficial Jan-Gunnar Winther. El director de la Base Scott, Troy Beaumont, añadía: “Aquí hay un montón de tratados que cumplir y ellos se las han arreglado para violar cada uno de ellos”.

Algunos observadores independientes, como el patrón comercial Kevin Peat, de Auckland, que pudo observar la embarcación, coinciden en la inconveniencia de utilizar tal velero en un propósito del todo arriesgado, con el añadido de haber sobrepasado el límite de carga viable para una navegación segura. “Tenían todo el material en el puerto y nosotros pensamos que no había manera de que lograran meterlo en el barco. Tras varios días, lentamente aunque sin descanso, lo consiguieron”, recuerda Peat. “Creíamos que era una broma, no se puede ir con todo ese equipo al océano, y mucho menos en aguas australes”. El riesgo de zozobra era por tanto, a ojos de un marino curtido y con más concha que un galápago, peligrosamente elevado.

Simon Griffith, capitán de corbeta a bordo del Wellington, navío que participó desde los primeros compases en las labores de rescate, pudo ver la embarcación en la Back Door Bay, pareciéndole “sólida” aunque a pesar de ello se le informaba debidamente de la inminente presencia de mal tiempo.

 

Antes de iniciar su periplo, Jarle Andhoey, líder del Berserk, personaje televisivo, con un buen puñado de aventuras en su haber, incluyendo algunas controvertidas experiencias, había contactado con consolidados exploradores polares antes de su partida. Uno de ellos fue Don McIntyre, un australiano con un masivo currículum antártico, que incluye navegaciones por el mar de Ross durante las últimas seis temporadas. Don recuerda algunos detalles de su correspondencia: “Jarle tiene un espíritu aventurero que yo admiro, pero esta expedición era una temeridad desde su mismo incio. Aparentemente Jarle contactó con muchos experimentados aventureros polares en busca de consejo y opiniones, y luego ignoró la mayoria”. Además de indicar la inconveniencia del velero escogido para las peligrosas aguas del mar de Ross, Don les advirtió tanto de las dramáticas condiciones que puede producirse en aquellas aguas, que se incrementan a medida que uno se acerca a las masas heladas del continente, como de los riesgos que se presentan pasado mediados de febrero, cuando finaliza la temporada.

Jarle también querría contra con la sabiduría de Skip Novak, quien cuenta con un cuarto de siglo de exigencia polar en su piel. “He conocido bastantes soñadores que estaban terriblemente informados acerca de las cuestiones básicas sobre geografía y condiciones climatológicas”, explicaba Novak a ExplorersWeb, una reputada página dedicada a informar sobre exploraciones desde lo profundo del mar a las incógnitas que guardan las estrellas. Novak también confirmaba los temores Don McIntyre: el mar de Ross no era ninguna broma y el Berserk sería una cáscara de nuez batiéndose contra los imponderables de una de las regiones más inclementes del planeta.

El responsable de la expedición del Berserk, Jarle Andhoy, sobre el que han recaído el peso de las críticas ha asegurado que hicieron su trabajo “al 110%”, afirmando que el Berserk no se trataba de un velero ordinario sino de “un velero de expedición" idóneo para sus planes. "Imagino que aquellos que han puesto en entredicho la capacidad del barco lo que buscaban era un mínimo momento de gloria aprovechando el impacto de esta tragedia”. “La vida en el mar es un riesgo”, continúa Andhoy, “y en el mar de Ross el compromiso se incrementa, pero con buena preparación, una tripulación competente y el equipo y tecnología del que disponemos hoy es enormemente más sencillo navegar por aquellas aguas de lo que lo fue para los exploradores en días de James Ross”. Jarle concluye: “La naturaleza es la naturaleza, el mar da y el mar quita, y eso es algo que todos los de a bordo conocían bien”.

Ahora Andhoy planea una nueva expedición al mar de Ross para ofrecer una ceremonia de despedida apropiada a sus compañeros. Nosotros nos quedamos con la reflexión de Ángel Sanz, director de la editorial Interfolio y amplio conocedor de los entornos polares y su historia: “La naturaleza no entiende de progreso o civilización, es exactamente igual de imprevisible y agresiva que hace cien o mil años. Quién se confía, muere”.