Un equipo internacional navega hasta el norte de la Bahía de Beascochea, en la Antártida, para darse un atracón de cumbres vírgenes. Seis nuevas ascensiones para siete alpinistas patrocinados por el Alpine Club y la Mount Everest Foundation.
Liderada por Phil Wickens, experimentado alpinista del territorio antártico, la expedición que viajó a bordo del Spirit of Sydney hasta costas heladas, estuvo formada por Dereck Bukcle, Jaime Goodhart y Mike Pinney, de Reino Unido, Stefan Jachmich (Alemania), Bjorn Riis-Johannessen (Noruega) y la inglesa Hanna Baker, quien recibía este año el Julie Tullis Memorial Award, un galardón entregado por el British Mountaneering Council en memoria de la primera alpinista británica en la cumbre de un ochomil, desaparecida en el Verano Negro del K2 en 1986.
Desembarcando en Beascochea Bay, en la Tierra de Graham, el equipo negoció el esculpido caos del Glaciar Trooz para establecer su campo base en el Glaciar Bélgica, bajo un macizo de cumbres vírgenes, habitualmente cubierto por las nubes. Pero se iba a mostrar magnánimo con las intenciones de la expedición en este caso, permitiendo unos primeros días de meteorología aceptable, más que suficiente para llenar el zurrón de cimas inexploradas. La primera: Alancer Peak, un colmillo de nieve clemente y 1.592 metros, que inauguraban por su arista noreste.
Su siguiente conquista tuvo lugar en un pico sin nombre, de 1.333 metros, a través de la vertiente noreste, que les puso las cosas un poco más espinosas al encontrar una grieta que debía atravesarse con pasos sobre una sección de hielo, delicada y elegante.
El pico principal del macizo, el Valiente, también entregaba sus misterios a Backer, Goodhart, Jachmich y Wickens, tras una larga jornada de actividad hasta sus 2.270 metros, que incluyó la escalada de un domo de nieve por encima de los 2.000 metros y un descenso con esquís, tras la apertura de la vía por la arista este.
Dos días después todas las nubes del cielo abandonaban sus amenazas, permitiendo que el equipo al completo esquiase hasta el hombro norte de otra montaña sin ascensos ni bautizos, desde donde aprovechaban una arista sencilla para alcanzar los 1.475 metros: cima para todos en una jornada soleada. Tras ello regresaban a su embarcación para aproximarse al Rio Branco, una mole aristocrática a la que se acercaban por el sureste, y que iban a compartir con una expedición francesa que la atacaba por el norte. Tras la cumbre, volvían a calzarse los esquís para un descenso a través de las dos cumbres del Lancaster Hill.
De nuevo en la mar, el clima abortó sus siguientes intenciones y el viento arreciaba en el Pasaje de Drake, haciendo peligrar cualquier actividad, por lo que regresaban a Ushuaia, en la Tierra del Fuego, a la espera de otra ventana de buen tiempo con la que seguir progresando en su exploración.
Seis cumbres para siete hermanos
Un equipo internacional navega hasta el norte de la Bahía de Beascochea, en la Antártida, para darse un atracón de cumbres vírgenes. Seis nuevas ascensiones para siete alpinistas patrocinados por el Alpine Club y la Mount Everest Foundat