Apertura nipona en el Daddomain

Tres japoneses, miembros de los Giri-Giri Boys, un grupo de alpinistas jóvenes y de élite, establecían una nueva línea en la cara este del Daddomain, una elegante mole de 6.380 metros que se yergue en el área del Minya Konka, en la provincia china de Sichuan, moderna meca del alpinismo de explora

Jorge Jimenez

Tres japoneses, miembros de los Giri-Giri Boys, un grupo de alpinistas jóvenes y de élite, establecían una nueva línea en la cara este del Daddomain, una elegante mole de 6.380 metros que se yergue en el área del Minya Konka, en la provincia china de Sichuan, moderna meca del alpinismo de exploración.

Cada semana se cuecen  nuevas rutas en montañas remotas, acometidas sobre el terreno de la aventura y de los sueños, lo que nos devuelve la paz con la autenticidad de un montañismo que está vivo y coleando, a pesar del ruido que provoca la temporada primaveral en los gigantes del Himalaya. El último aliento lo han dado Fumitaka Ichimura, Ryo Masumoto y Takaaki Nagato en el Daddomain chino.

El trio planeaba intentar una ruta directa en la majestuosa cara este del Mount Edgar, escalada por su flanco izquierdo por Kyle Dempster y Bruce Normand el pasado año, actividad que fue reconocida con una nominación a los Piolets d´Or. Sus ambiciones cambiarían, en parte por la climatología adversa, en parte por la visión de la vertiente este del Daddomain, que contemplaban fantasiosos tras regresar de su reconocimiento al Mount Edgar y después de soportar 10 días de intenso mal tiempo. Cautivados por la montaña, corpulenta, forjada en merengue y roca negra, fijaban su primer campamento avanzado a 4.100 metros, para cruzar la rimaya durante la primera jornada, escalando el corredor central hasta los 5.450 metros, donde lograban establecer un vivac sobre una pavorosa repisa de nieve, con el espacio justo para sentarse.

La siguiente jornada arreciaría el temporal lo que les forzaría a hacer uso de la tenacidad nipona para un esfuerzo prolongado durante 500 metros de fina nieve y hielo vertical. Vivac a 5.950 metros y dispuestos para salir por arriba, durmiendo, si se le puede llamar así, con las botas puestas. Una tormenta de nieve les recibiría el tercer día, permitiéndoles solo ascender hasta los 6.100 metros, tras cinco horas y media de disputa con los elementos, hasta un serac por debajo de la arista cimera. Las dos siguientes jornadas las pasarían confinados en tal vivac, vapuleados por un clima enajenado. Finalemente, el sexto día, una bonita mañana les permitía pisar la cumbre y descender hasta el campo base avanzado, a través de 15 rápeles.

Un total de 1.900 metros componen esta ruta de envergadura que han bautizado como Ame ni mo Mazeku, algo así como “que la lluvia no te coma terreno”, expresión aparecida en un célebre poema de Kenji Miyazawa, que supuso su particular ofrenda al espíritu de su nación, azotada por el terremoto y el tsunami. Esta supone la segunda ascensión absoluta de la montaña. La primera fue firmada por Jo Kippax y Sean Waters, dos neocelandeses que se embolsaban la cima por su vertiente oeste.