Los calendarios marcaban 1984 cuando Ben Moon visitaba por primera vez Buoux. Llegaba allí junto su buen amigo (y legendario escalador) Jerry Moffat, y en seguida caían rendidos ante los encantos de la escuela francesa. A finales de los 80 y principios de los 90, el sur de Francia, y concretamente Buoux, se convertía en el epicentro de la escalada deportiva mundial. Tipos como Patrick Edlinger, Didier Raboutou, Wolfgang Güllich, Lynn Hill, Stefan Glowacz, Catherine Destivelle... Lo más granado del planeta vertical se daba cita en esta nueva meca donde fueron cayendo las mayores dificultades conocidas. Rutas como Elixir du Violence o La Rose et Le Vampire confirmaban el brillante futuro de la disciplina. Buoux en los 80 era el Margalef del nuevo siglo.
Tras su visita en 1984, Moon regresaría cada año durante el siguiente lustro para dejar un impresionante legado en forma de líneas de altísima exigencia, repitiendo los tres grandes 8b de la escuela: La Rage Du Vivre, Le Minimum y La Spectra. Tras ello, el escalador británico ponía sus ojos en un proyecto inconcluso, al que acababa poniendo el punto rojo en enero de 1989: bautizaba su obra maestra como Agincourt, reconociendo no haber escalado algo tan duro antes. De este modo llegaba a Francia el primer 8c de su historia.
Ahora, 30 años después, Ben Moon ha vuelto a la escuela gala para rememorar aquellos días, escalar un buen puñado de líneas y, claro, rendir tributo al que sigue siendo uno de los 8c menos repetidos del país.