Se acercan los meses soleados; colgamos las perezas del invierno en el armario, queremos vestir el traje de la naturaleza y salir de la osera que es la ciudad. Y la montaña es nuestro objetivo. Pero no somos montañeros y en los medios de comunicación encontramos, sobre ella, desde cantos de sirena a descripciones de terribles sucesos ¿Cómo proceder? Algún amigo con experiencia nos ha recomendado ir a algún club federado, que nos apuntemos a algún curso de iniciación e ir saliendo con ellos para y conocer las vivencias, los materiales que aprendamos a manejarnos por la montaña antes de aventurarnos, pero nos apetece más ir a nuestro aire ...
Por suerte las federaciones han marcado los caminos; con marcas blancas y rojas para los recorridos de más de una jornada, blancas y amarillas para los de una jornada y con rayas blancas y verdes para los de una mañana. Es solo cuestión de elegir zona; como el recorrido está marcado ya no me pierdo; como hay paneles informativos al principio de ellos sobre la longitud, tiempo estimado, desnivel, etc. ya puedo elegir el que mejor se adapta a mi capacidad física y apetencias. ¿Asunto resuelto? Nada más lejos de la realidad. La tecnología que habitualmente nos facilita la vida en la ciudad al mismo tiempo disminuye nuestras habilidades y nos acostumbra a un punto de vista de las cosas que no acaba de funcionar bien en la naturaleza. Porque la montaña ¡no está en el Plan de Ordenación Urbana! Este cambio de óptica no es muy complicado, es cuestión de pensar y aliarnos con el mejor compañero de viaje: el sentido común. Pensad que lo primero que hay que aprender es a dar la vuelta, bien porque la montaña no nos deja o porque no estamos en condiciones de hacer lo que queríamos ese día. Mañana podemos volver, el collado estará allí esperándote toda una eternidad. Pensad que las condiciones meteorológicas en montaña son muy variables y, desde luego, no son las mismas del sitio donde vivimos. Conocer el tiempo que va a hacer en la jornada prevista nos ayudará a escoger la ropa, la alimentación, el horario porque es mejor estar de regreso cuando se vaya el sol.
Acordaros de que en la montaña no hay bares, ni casas ¿Dónde rellenaremos la botellita de 33 cl que llevamos si no encontramos fuentes, o si está seca? Al aire libre, el sol, el viento e incluso el frío, junto al propio ejercicio provocan una rápida deshidratación, por lo que la previsión de líquidos debe estar en consonancia con el recorrido, con sus exigencias y con las condiciones meteorológicas previstas. Y también pensad que hay que ir ¡y volver! Además, al regreso estaremos más cansados y sin agua y algún alimento para obtener energía extra, el paseo se puede convertir en una pesadilla.
La montaña no está controlada por los hombres. Debemos tener en cuenta siempre un margen de error vinculado a la propia naturaleza. Nadie nos puede garantizar que un sarrio no haga caer una piedra, o que el cambio de temperatura al salir el sol fragmente unas rocas sobre nuestras cabezas, pero ¿alguna actividad humana, aún las más controladas, proporciona una garantía total? Tal vez más adelante nos decidamos a formar parte de algún club y a mejorar nuestros conocimientos. Ello depende de que nuestras experiencias iniciales sean satisfactorias, de que nos llevemos un buen sabor de boca al final de la jornada. Y para ello es recomendable iniciarnos de la mano de un guía o una entidad que organice nuestras primera salidas y nos dote de los conocimientos y la experiencia básicos con total seguridad, pero la alternativa a nuestro aire no tiene que ser un problema si tenemos en cuenta lo dicho: seguir las marcas de un GR, PR o SL que nos garantizan el recorrido y conocer las técnicas que se precisan para abordar las condiciones del itinerario, es lo que posibilita una jornada de disfrute y satisfacción.
