Nanda Devi, la montaña que desafió a la CIA

Jorge Jiménez Ríos

Nanda Devi, la montaña que desafió a la CIA
Nanda Devi, la montaña que desafió a la CIA

Un apocalíptico hongo de humo extiende su sombra por los áridos y horizontales contornos de la depresión de Lop Nur, una remota región de China que se estira al pie de las montañas Kuruk-tagh. El calendario marca un 16 de octubre de 1964, día en que se realiza la primera prueba nuclear –de las 45 efectuadas en la zona– del arsenal de la República Popular China; un evento que arañaría los nervios de las agencias de inteligencia mundiales, incluyendo la sibilina Agencia Central de Inteligencia americana (CIA). 22 kilotones de terror que demostraban el imparable crecimiento de una potencia económica y militar a tener en cuenta en el panorama global.

Sólo habían pasado dos años desde que China derrotase al ejército de la India, nación vecina incapaz de lidiar con un progreso tan efervescente al otro lado de su frontera. Estas inesperadas pruebas atómicas iban a suponer el desencadenante de una colaboración secreta entre las agencias de inteligencia indias y americanas para escrutar la nueva y repentina amenaza comunista. Así se alumbraba la Operación Hat, con la que la CIA pretendía instalar dos dispositivos con los que espiar las llanuras de Lop Nur desde dos gigantes del Himalaya, el Nanda Devi y el Nanda Kot, cuyas irreprochables cimas podían ofrecer imágenes de las pruebas nucleares chinas sin obstáculo visual alguno.

Además de una montaña de líneas depuradas y esbeltas, el Nanda Devi es la segunda montaña en altura de la India con 7.816 metros hasta su cumbre, y la vigesimotercera en el listado de grandes montañas de la Tierra. Su primera ascensión necesitó de medio siglo de batidas e intentos y no sería hasta 1936 cuando lo lograba una cordada compuesta por H.W Tilman y Noel Odell, aquel que en 1924 fue el último en contemplar a George Mallory y Andrew Irvine en los bastiones superiores del Everest, antes de desaparecer entre las nubes para brotar en la leyenda de la exploración.

cia nanda devi

Cuando el Nanda Devi fue finalmente doblegado se convertía en la cima más alta alcanzada por el ser humano, hasta que en 1950 lo franceses plantaban su orgullosa bandera en el Annapurna.

No era una montaña sencilla, ni mucho menos la mejor opción para establecer una base sólida desde la que espiar las actividades chinas en los bordes de la provincia de Xinjiang, pero la CIA, con el beneplácito de la Indian Intelligence Bureau (IB), iba a marchar en 1965 hasta aquellas geografías ajenas a las cuitas de los hombres y sus gobiernos, para plantar un sistema de monitorización que precisaba de la energía atómica para operar. El generador, un SNAP 19C, convertía el calor del plutonio en electricidad y aunque no podía utilizarse como arma, la radiación derivada de su funcionamiento si iba a convertirse en un problema a posteriori.

Los encargados de llevar a cabo esta misión secreta iban a ser alpinistas bien entrenados indios y americanos, formando equipos gemelos dirigidos por Bill McKinff, agente de la CIA y hombre base en el Nanda Devi. Hasta los pies de esta obra maestra de los arquitectos telúricos llegaban expertos nucleares y en captación de señales, agentes de inteligencia y un ejército de sherpas contratados en las villas de Lata y Reini. Los alpinistas no eran precisamente novicios, siendo reclutados expertos escaladores que se iban a poner a prueba en Alaska ascendiendo entre otros el Denali, en una operación de entrenamiento dirigida por Barry Bishop, miembro de la primera expedición americana que conquistaba el Everest en la primavera de 1963. Los tres estadounidenses a cargo de peregrinar por las laderas de los Nandas fueron Lute Jerstad, Sandi Bill y el mítico escalador de Yosemite, Tom Frost, pionero de la escalada en grandes paredes y compañero de cuerda de Royal Robbins en multitud de ocasiones. Sobre una de sus ascensiones el periodista Chris Jones había escrito: “Por primera vez en la historia del deporte, los americanos están a la cabeza”. Pero no sólo pretendían liderar los progresos del free climbing

tom frost

Como no podía ser de otra manera, la decisión final sobre el éxito de esta operación secreta iba a recaer en la montaña. Habiendo llegado al final de la temporada de escalada post-monzónica, los rigores del otoño se les echaban encima. Iba a ser una lucha contra los elementos y contra el tiempo. El 16 de octubre llegaba la primera amenaza de avalancha, forzando a los sherpas a emplazar el equipo de espionaje en una cavidad de roca cerca de la cumbre, antes de regresar a casa. Dos años más tarde, con los buenos designios de un soleado mayo, el líder de inteligencia indio regresaba a la montaña para comprobar el estado de los equipos. Habían desaparecido. Agitando la montaña con sus intenciones, y quizá también a los dioses que allí habitan, el Nanda Devi se había revelado a base de aludes, destruyendo y rebajando a meros restos metálicos un aparato en el que la inteligencia americana había volcado grandes facultades. Todavía durante otros dos años, los servicios militares buscarían los restos sin ningún éxito. A raíz de estas operaciones la montaña se cerraría a los expedicionarios durante los años 60, siendo reabierta en 1974.

La misma operación tuvo lugar al mismo tiempo en el Nanda Kot, donde el aparato fue violentamente enterrado por las tormentas de nieve una y otra vez. Lograron recuperarlo, aunque su uso no había arrojado resultado alguno.

Recientes investigaciones, como la llevada a cabo por el alpinista Pete Takeda, indican la existencia de vestigios de radiación en los sedimentos del glaciar que sirve de base al Nanda Devi, temiendo que pudieran contaminar las aguas del Ganges, aunque las autoridades americanas consideran su impacto irrelevante.

El Nanda Devi es hoy el icónico rey del Parque Nacional asentado a su alrededor, Patromonio de la Humanidad nombrado por la Unesco en 1988.

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