Si hoy hiciéramos un top ten de alpinistas testarudos, Jon Griffith y Andy Houseman estarían sin duda incluidos. Claro que se les podría incluir en muchísimos más listados; el de la elegancia, el del compromiso o ese tan abstracto pero tan definitorio como es el del espíritu de aventura. Juntos han vuelto a formar cordada para batir las dificultades que presenta el Link Sar (7.041 m), un potente colmillo de roca y hielo que se levanta en la parte más oriental del Karakorum de Pakistán, desde donde ha contemplado las eras pasar entre los valles de Kondus y Charakusa.
Era el cuarto intento de Griffith en la montaña, demostrando una perseverancia memorable en pos de un objetivo alpino de calidad. La cumbre principal de la montaña permanece virgen, pero el dúo ha regresado a Islamabad con una sonrisa en los labios tras rubricar la primera ascensión a su cima Oeste, que también coquetea con la mágica cifra de los siete mil: 6.938 metros para ser más concretos.
La primera vez que Jon Griffith tentaba a su suerte en las paredes del Link Sar era en 2012 y en compañía de Will Sim, en la que iba a ser su primera expedición a los Himalayas. La nieve y problemas de aclimtación daban al traste con su envite. El verano siguiente, Griffith se unía con Houseman para encontrarse la montaña todavía virgen y con intenciones de seguir siéndolo, o al menos así lo decidía una horrible meteorología que les negaba sus ambiciones. En 2014, sería el americano Kevin Mahoney quien cayese bajo el encanto de Griffith y su montaña. Ambos lograba resolver un itinerario por la vertiente noroeste, pero de nuevo los hados del viento les arrojaban furia desde el cielo para que abandonasen sus dominios.
Esta nueva tentativa les ha llevado cinco días de esfuerzos sobre los bastiones de la vertiente noroeste, siguiendo el trazado imaginado por Griffith y Mahoney en 2014. La falta de provisiones, una meteo en deterioro y el potencial peligro de seguir adelante les impedía continuar por la arista que lleva de la cima Oeste a la principal, llevándose a pesar de todo un jugoso tesoro alpino en forma de cumbre virgen. Una de las muchas que restan en el vall de Charakusa, una “tienda de caramelos alpina”, como la definían, donde hay cimas principales y subsidiarias y laderas por explorar, suficientes para que el futuro del alpinismo de vanguardia respire tranquilo.
“Lo sentimos como un éxito”, reconoce Griffith. “Es una lástima que no hayamos podido alcanzar la cumbre principal, pero esta no es una montaña en la que puedas apostar al todo o nada y desde luego no vas a querer descenderla con mal tiempo, pudiendo convertirse en una absoluta lucha por la supervivencia”.