Falleció Guido Magnone, uno de los grandes representantes galos de la época dorada de la exploración en la montaña, compañero de cuerda de Lionel Terray, primero en el Fitz Roy, y considerado uno de los impulsores del alpinismo moderno. Un gigante que se marcha a los 95 años.
Hubo un tiempo en que el alpinismo era patrimonio exclusivo de los pioneros, cuando todo eran incógnitas a resolver a golpe de piolet y las laderas de las grandes cimas albergaban más dioses y demonios que huellas en la nieve. A mediados del siglo pasado, los Alpes y Andes, Patagonia o el Himalaya eran un puzzle con el que varias generaciones compondrían la época dorada de la montaña. Hombres como Guido Magnone, fallecido este 9 de julio en París, encajarían las piezas que han guiado nuestros sueños verticales hasta hoy y hasta el mañana.
Aunque nacía en la vetusta Turín, a los tres años Guido Magnone se vería rodeado de la bohemia vida de Francia, donde terminaría estudiando bellas artes y aficionándose a la escalada, hasta convertirse en parte reconocible de ambas escenas, no tan alejadas en algunos conceptos. En realidad había una especie de búsqueda de una montaña estética; me gustaban las montañas bellas. Los Drus, la Torre de Muztagh, el Fitz Roy, eran montañas estéticas, atractivas, bellas
, recordaba a los 90 años en una entrevista para la revista argentina Kóoch.
Amén de otras muchas ascensiones, Magnone empezaría a destacar en su época, que compartiría con figuras imprescindibles como Terray o Herzog, gracias a la ascensión de la cara norte del Piz Badile, en 1948, y de una impresionante cosecha en 1952, que incluían la funesta norte del Eiger, la pared este del Grand Capucin y la primera de la cara oeste de los Drus, para muchos el salto definitivo hacia el alpinismo moderno. Ese año, junto a Terray, también lograría la titánica conquista del Fitz Roy, tras doblegar 1.600 metros de pared vertical e hiriente, azotados por los vientos que escupían los glaciares chilenos. La cordada de Terray y Magnone siempre recordaría aquel envite como la más dura de entre todas sus escaladas. Era el súmmum de la aventura
En 1955 los franceses, como ya hicieran con el primer ochomil hollado por el ser humano, el Annapurna, se embolsarían un nuevo éxito en los gigantes del Himalaya, alcanzando los 8.463 metros donde el Makalu esconde su último secreto. Aprovechando los avances técnicos y de material, como la mejora de los equipos de oxígeno o los monos de plumón, sería la primera vez que todos los miembros de una expedición accedían con éxito a la cumbre de una montaña de ocho mil metros. Primero serían Lionel Terray y Jean Couzy, el 15 de mayo, tras un fulminante ataque de seis horas para superar los últimos 660 metros desde el sexto campo de altura. La jornada siguiente, Magnone, Jean Franco y el sirdar Gyalzen Norbu repetían el itinerario y el día 17 serían Bouvier, Coupé, Leroux y Vialatte los que rubricaban el éxito total de la empresa.
Los siguientes años, Magnone acumularía más gestas alpinas con la segunda ascensión a la Torre Muztagh, un hermoso colmillo del Baltoro, el intento abortado al Jannu (retirándose a 300 metros de la cima para socorrer a un compañero) o la primera ascensión del Chacraraju, seismil de Perú, en compañía de Terray y Louis Dubost.
En 1964, el público francés disfrutaría de una de sus últimas hermosas locuras: la escalada de la Torre Eiffel, retransmitida en televisión, junto a René Desmaison, Lucien Bérardini y Robert Paragot. Un lustro más tarde se reconciliaría con el arte, incluyendo en sus esculturas piezas móviles compuestas con mosquetones y cordinos. Fue un artista cuya exposición permanente queda para todos en los colosos de roca y nieve de la Tierra.
Os dejamos un extracto de la película L´Artiste, dirigida por J. Afanassieff, que incluye preciosas imágenes de la primera ascensión al Fitz Roy.
[vsw id="8366081" source="vimeo" width="425" height="344" autoplay="no"]
Adiós a El Artista
Falleció Guido Magnone, uno de los grandes representantes galos de la época dorada de la exploración en la montaña, compañero de cuerda de Lionel Terray, primero en el Fitz Roy, y considerado uno de los impulsores del alpinismo moderno. Un gigante que se marcha a