¿Ávido de nuevas aventuras invernales? Aquí te damos las claves para encontrar la tuya. Diez consejos para realizar corredores.
FOTO: Dom Daher
Quien conoce el tiempo y el terreno, nunca pierde la batalla
Una de las máximas de gran libro de filosofía oriental “el arte de la guerra” de Sun Tzu, bien aplicable para aquel que pretenda abrir vías invernales o en condiciones glaciares. Las premisas previas para tener una buena aventura garantizada son estas dos: saber dónde vamos y contar con una buena previsión de tiempo. Por supuesto no podemos tener información previa de un itinerario que aún no ha estado abierto y/o divulgado, pero sí que es probable que existan más itinerarios en la vertiente que nos aporten información sobre la aproximación, el desnivel, el descenso, lugares de pernocta, etc. O si se trata de una vertiente aún no explorada o divulgada cara a la escalada invernal, si que nos podremos informar de los accesos a la cumbre, lugar de aproximación idónea, orientación, etc.
Respecto a la previsión de tiempo, hoy en día, es una información al alcance de todos gracias a los numerosos portales de internet. www.eltiempo.es es uno de los más fiables y nos ofrece previsión del tiempo por poblaciones cercanas a las altas cumbre y con franjas horarias. Dentro del ámbito internacional de la montaña, válido tanto en los Pirineos, como en los Andes, como en el Himalaya, destaca el portal www.mountain-forecast.com, con el que nos podemos “enganchar” husmeando que tiempo hará en las montañas más variopintas del planeta.
Quien conoce el tiempo y el terreno, nunca pierde la batalla
Escoge la orientación de la vertiente, según la época y la climatología
Relacionado con el apartado anterior, es de suma importancia prever cuál es la vertiente más propicia para escalar dependiendo de la época del año, las condiciones meteorológicas y las precipitaciones de nieve de la temporada en cuestión. A grandes rasgos las vertientes sur y este pueden ser muy buenas para iniciar la temporada, puesto que la nieve se transforma rápido y si aún no han caído grandes y copiosas nevadas, no presentan el peligro de alud que suelen tener a pleno invierno o en primavera. Quizás las mejores vertientes (aunque en realidad hayan pocas), son las oeste. El sol de tarde también favorece la transformación de la nieve pero la sombra garantizada durante la mañana y hasta medio día nos permite aprovechar al máximo la nieve helada y transformada de la noche. No obstante la vida de la nieve en las vertientes oeste, -- a medida que avanza la temporada y el sol calienta con más fuerza --, es más fugaz y efímera, puesto que no debemos olvidar que acaba recibiendo durante horas el sol caldeado de la tarde. Las vertientes nortes (las más abundantes), son las que se llevan la palma y las preferidas para todos los alpinistas. No obstante no siempre son propicias para ser escaladas en pleno invierno, más bien al contrario. Las vertientes frías que no reciben sol acostumbran a mantener la nieve polvo y poco transformada durante los días más cortos del año, al no recibir casi sol y tener siempre temperaturas muy gélidas. La temporada de caras nortes acostumbra a empezar a finales de febrero o mediados de marzo. Es entonces cuando, si el tiempo lo permite, las escaladas en caras nortes son una verdadera maravilla y la nieve está a punto de caramelo.
Escoge la orientación de la vertiente, según la época y la climatología
Sé curioso y aprende a interpretar la montaña
FOTO: Dom Daher
Siempre he mantenido que querer abrir vías es una tarea sin límite, quimérica, puesto que cuando visitas un lugar, un valle, una vertiente con la idea de realizar un nuevo itinerario, -- lo escales o no --, siempre vuelves a casa con nuevos proyectos en la cabeza: aquella línea paralela que desembocaba en la misma arista, los canalizos helados de la vertiente de enfrente, la cumbre lejana que dejaba entrever sus sombras medio azuladas, medio minerales…. O simplemente, mirando las fotos de un libro, de una revista, de un blog…. Adivinas en el fondo una vertiente que hasta entonces te había pasado inadvertida y que presenta una línea sinuosa, posible…. La curiosidad no tiene fin. Nos vamos empapando poco a poco de información de sueños, de proyectos, de ideas. Muchos proyectos e ideas hibernan en un lugar inconcreto de nuestra memoria, -- como las vertientes nortes cubiertas de nieve y hielo --, y cuando menos te lo esperas… ¡zas! vuelven a saltar a la primera pantalla de disco duro de nuestro cerebro. La curiosidad es un buen antídoto contra la vida programada, llena de estrés y obligaciones, en la que nos sumerge el día de la mal llamada “sociedad del bien estar”. La curiosidad es aquello que nos queda de la herencia de la vida virginal y fantástica de la infancia.
Sé curioso y aprende a interpretar la montaña
No pretendas “rentabilizar" tu tiempo en la montaña.
La mayoría de gente, hoy en día, ve la montaña como un producto más de consumo en el cual invertimos nuestro tiempo, nuestro dinero y nuestras energías y queremos a cambio un resultado satisfactorio y lo más seguro posible. Pago, entonces quiero. No critico esta postura, no soy nadie para opinar sobre la vida de los restantes seres del planeta, pero simplemente, si es esto lo que buscas, no vayas a “abrir y explorar” nuevos itinerarios y vertientes, puesto que te sentirás engañado y frustrado con frecuencia y no podrás evitar tener la sensación de perder el tiempo en varias ocasiones. ¿En cuántas no pocas ocasiones, te pegas la caminada, vas cargado como un burro y al final resulta que la vertiente era demasiado fácil, o demasiado difícil, o simplemente, no era aquello que esperabas o no estaba en condiciones? O no tienes tiempo de terminar la vía y debes volver sin saber cuándo podrás disponer nuevamente de tiempo para tal empresa. Es lógico que si tu tiempo es limitado y quieres asegurar el tiro, o simplemente, como la gran mayoría, pretendes hacer curriculum de vías conocidas para que los demás sepan por dónde eres capaz de subir, el hecho de abrir y divulgar vías no deba ser tu fuerte. Pues perfecto, que así sea. Mayor garantía de que las vertientes por explotar son terreno de unos pocos que valoran, -- por encima de todo --, la soledad y cierta incertidumbre en la propia aventura que ya de por sí es la vida.
No pretendas “rentabilizar" tu tiempo en la montaña.
Escoge el compañero adecuado.
Una vez, haciendo planes con un buen amigo al que aprecio sinceramente como persona y como gran alpinista que es, le quise dejar bien claro que -- antes de emprender cualquier escalada invernal --, el nivel técnico entre ambos era estratosféricamente dispar, a lo que él me comentó: “El secreto del alpinismo invernal, es querer estar allí”. Y esta es la base. No importa tanto el qué ni el cómo, si no con quien. El alpinismo en general enciende pasiones de muchos montañeros y escaladores. Con una cerveza en la mano, en un bar, calentitos en casa, delante del ordenador, es muy fácil hacer planes, querer ir a tal pared norte, a escalar una arista interminable en Alaska, o subir por una estrecha goulotte de Chamonix … pero luego en la montaña, en el escenario real, todo cambia: la mochila pesa, te hundes en la nieve, hace frio, hace viento, el terreno está roto, el hielo escasea o simplemente, no existe, etc … La duda es la semilla de la derrota, y si quien te acompaña no tiene bien claro que una cosa es el agravio de la falta de comodidad y otra bien diferente es la temeridad, pues lo más seguro es que acabéis abortando el proyecto. Todo ello tiene relación con el anterior consejo, puesto que más de un compañero que se “deje enredar” puede acabar con un gusto amargo y ser muy crítico si después de la gran caminada, la gran paliza y las expectativas creadas, acabas escalando una canalilla fácil que “no merece la pena”. “Entrenamiento Son-Goku” que le llamamos a pasear el material y las cuerdas sin sacarlas de la mochila. Búscate por tanto el compañero que sepa estar, a las verdes y a las maduras, y que tenga bien claro que la montaña es como es y no como nos gustaría que fuese.
Escoge el compañero adecuado.
El material: el justo, pero el necesario.
Ay, el gran dilema. Llevar mucha metralla, llevar poca, ¿una cuerda o dos? En teoría, si no conocemos la vertiente, deberíamos ir bien nutridos de material para poder afrontar terrenos laboriosos. Pero esta no es la mejor manera de actuar, puesto que al final acabas cargando quilos y más quilos de material con las altas posibilidades que más de la mitad te sobre. Lo inteligente es lo contrario, ir con el material más bien justo, milimetrando el peso, arriesgándonos a escalar con una única cuerda y buscar de buen inicio el itinerario más fácil y rápido que nos permita hacernos con una idea exacta de la vertiente y sus posibilidades.
Si ya conocemos la pared, ya la hemos visto o tenemos buena información al respecto y ya sabemos que nueva línea pretendemos escalar desde buen principio, entonces sí que llévate todo el material que consideres que necesitarás, hasta espitador o taladro si crees que va a hacer falta. Pero en las primeras incursiones sé escueto. Lleva cintas largas, mosquetones sueltos, y buen surtido de friends y sobre todo, nunca te desprendas del ramillete de pitones que pueden ser vitales para cualquier imprevisto: para abandonar o para asegurarnos pasos y reuniones donde la roca no permite buenos emplazamientos para friends y tascones. En este aspecto los pitones acostumbran a ser más polivalentes. Sobre si llevar o no llevar tornillos de hielo… pues la esperanza es lo último que se pierde. Raras son las goulottes pirenaicas donde nos aseguraremos a base de tornillos, pero de haberlas “háilas”.
Respecto a la vestimenta, sacos, tiendas, etc… no escatimemos en equipo ni infravaloremos la montaña. En caso de mal tiempo inesperado, frio riguroso y condiciones meteorológicas severas, ir bien equipado es vital, básico.
El material: el justo, pero el necesario.
El descenso forma parte de la aventura.
En una ocasión escalé con un buen amigo una nueva ruta a la vertiente norte de la Sierra Pelada, en el Pirineo de Bielsa. En aquel entonces hacía tiempo que no coincidíamos en una empresa alpina y las ganas de reencontrarnos y volver a compartir gratos momentos nos llenó de buenas energías. A todo ello se juntó que al día siguiente el tiempo era excepcionalmente bueno y la vertiente presentaba unas condiciones inmejorables. Realizamos una escalada larga, variada y sinuosa por el corazón de la vertiente norte. No fuimos rápidos, más bien al contrario. La verdad es que ni él ni yo estábamos en nuestra mejor forma y tampoco tuvimos la sensación que el tiempo apremiara. Llegamos a una hora aún prudencial a la cumbre, nos sentimos felices y dichosos de la escalada realizada, y fue entonces cuando nos preguntamos. ¿Y de aquí, como se baja? Hacia poniente se desprendía una cresta que nos pareció ser la mejor alternativa. La sorpresa fue que la cresta se alargaba y alargaba y no encontrábamos el momento idóneo de abandonarla, puesto que no presentaba ninguna escapatoria fácil. A todo esto el tiempo cambió, subió la niebla y a última hora de la tarde acabamos entre la penumbra del atardecer escalando aún fantasmagóricas agujas y gendarmes que parecían no tener fin. El resultado fue inesperado pero evidente, dadas las circunstancias, acabamos anclados a un gran bloque, en la parte alta de un gendarme y pasamos la noche como pudimos, sin saco, a unos cuantos grados bajo cero y preguntándonos en qué momento empezarían a caer los primeros pocos de nieve. Desde entonces hay una ruta en la Sierra Pelada que se llama “llarga nit” (* larga noche en castellano). Si hubiésemos optado por bajar hacia el este (que desde la cumbre no era tan evidente), nos hubiésemos ahorrado el frio e interminable vivac a pelo. Esta es un claro ejemplo de las consecuencias de obviar otra de las normas básicas: quizás no tendrás información de la vertiente que quieres escalar, pero sí que podrás prepararte mejor informándote o calculando por donde bajaras. Y es que, queridos amigos, los descensos son una parte muy importante y a veces fundamental, de las escaladas en alta montaña.
El descenso forma parte de la aventura.
La importancia de divulgar.
FOTO: Dom Daher
En el mundo de la escalada y el alpinismo en general, abundan mucha gente de mentalidad pequeña, víctimas de sus egos y sus limitaciones espirituales, que ven la montaña y la escalada como aquello que los hace sentir mejores o especiales. Se intentan envolver de una aura de “grandes y doctos escaladores” y su propia valoración como personas depende de lo que los demás opinen de ellos. Acostumbran a ser gente envidiosa, malsana que critican y valoran el que hacer de los semejantes con sus bocas llenas de frustración y miseria. Los que se dedican a abrir y divulgar vías, publicar, reseñar, los que realmente “hacen” son las principales víctimas de esos “doctos” indigestos. O sea que, ya lo sabes, si haces te criticaran y si no, pues pasarás desapercibido, a salvo de las críticas. Por el contrario, acabaran divulgando “tu vía” en un futuro y le pondrán otro nombre, momento en el que tú debes ser coherente con tu voto de silencio y callarte.
Debemos tener en cuenta que la importancia de reseñar o divulgar una nueva vía no es tanto por el hecho de que así proclamas “que bonita e interesante es tú obra” si no por el simple hecho de compartir ese bonito rincón y esa entrañable experiencia con otros alpinistas. Es una invitación a los demás a reeditar, en clave íntima, las buenas experiencias que te ha aportado la montaña. Gracias a ella eres rico, y divulgando la vía no pretendas nada más que compartir esa riqueza, con suma humildad, con gran respeto. Traspasa el ego, sube a la cumbre del mismo y arrójate al vacío. Los escaladores pasan, los nombres y apellidos se olvidan, con el tiempo a nadie le interesa, solo los itinerarios quedan para siempre. Una estrella más en el infinito firmamento. No te engañes, ya no harás historia, el tiempo glorioso de los pioneros se acabó bien rápido. Ellos son los gigantes, los que de verdad engulleron el gran festín, nosotros tan solo tenemos las migajas, pero por el contrario disponemos de más tiempo y mejor equipo para disfrutar en plenitud nuestra propia vida en la montaña. Si el alpinismo se entendiese como religión, una nueva vía sería un mantra. Si los discípulos de Lao Tze escalasen, una nueva vía sería un bello haiku.
La importancia de divulgar.
Si vas solo, extrema las precauciones.
El alpinismo solitario invernal quizás sea la máxima comunión entre el hombre y la montaña. Una experiencia auténtica, intensa, única, intransferible, gratificante, pero a la vez arriesgada y con posibles pésimos desenlaces. Hay una gran frase relacionada con aquellos alpinistas solitarios que se adentran con frecuencia en la montaña invernal: La montaña siempre acaba quedándose con aquellos que más la quieren. No obstante, y obviando frases épicas más apropiadas para tiempos pretéritos en los que aún hervía el alpinismo romántico, hoy en día ir a escalar solo a la montaña en invierno no quiere decir, -- ni mucho menos --, que seas un bohemio suicida e inconsciente. Más bien al contrario. Cabe prever que si al final te aventuras a escalar solo en invierno y más si pretendes abrir o divulgar una nueva vía, lo harás porque todos, absolutamente todos los factores están a tu favor y los tienes más que programados: Sabrás a dónde vas, por donde se llega, por donde se baja, nunca escalarás rozando tus límites, siempre revisarás cada maniobra antes y después de realizarla, no te aventurarás más de la cuenta, contarás con un buen tiempo, con muy buenas condiciones, evitaras el riesgo de aludes, etc. Creo que se equivoca aquel que pretende demostrar algo a alguien y para ello utiliza la montaña como pretexto. Escalado solo esta premisa debe estar clarísima, lo importante no es ser capaz de superar solo la vía más difícil y temeraria posible, lo importante es fundirte en la gran comunión que nos brinda la montaña en su plenitud, en su quinta esencia. La dificultad técnica del itinerario de escalada es racional, producto del hombre, tiene grados, medidas, inclinaciones, referencias. La belleza de la escalada y la montaña en sí no tiene graduación posible, es infinita, producto de la naturaleza, es espiritual y nada racional.
Si vas solo, extrema las precauciones.
La máxima absoluta: Respeta y cuida la montaña
Vuelve y marcha como si nunca hubieses estado en el lugar. Descubre una nueva línea, divulga un nuevo itinerario, dibuja un nuevo lienzo, pero que tu paso sea tan efímero e invisible como el surco de una pequeña barca que cruza un calmo y sosegado estanque. No dejes basuras, no abandones más material del necesario, procura que el que venga detrás de ti encuentre la montaña y la pared sin desperdicios, sin basura. A ser posible, que tenga la sensación de ser el también el primero. Quizás abandones algún pitón, algún cintajo, dejes alguna reunión montada. Perfecto. Lo importante es ser limpios, coherentes y que el que repita nuestros pasos pueda repetir las buenas sensaciones que nos aportó una buena salida de escalada y alpinismo invernal.
La máxima absoluta: Respeta y cuida la montaña