Martes 16 de octubre de 1986. 1.45p.m. Reinhold Messner hace cumbre en el Lhotse (8.516 m). No es un ochomil cualquiera; es el que le convierte en la primera persona en escalar las 14 montañas más altas de la Tierra, siempre sin oxígeno y a su estilo, el alpino. Han pasado más de treinta años desde que sumó este reto a su largo currículum de desafíos extremos, ¡más los que vendrían luego! Hemos hablado con el grande del alpinismo tirolés para rememorar una carrera que lo ha situado en lo más alto del Olimpo alpino.
¿Tiene sentido seguir compitiendo por los 14 ochomiles hoy?
No. Hacerse con los 14 ochomiles no tiene mayor importancia. Ahora muchos de estos picos (el Everest, el Manaslu, los Gasherbrum…) están totalmente equipados por los sherpas para que grandes expediciones los puedan subir sin problemas. Yo no tengo nada en contra de que los senderistas escalen el Everest por una vía preparada, pero eso no es alpinismo ni aventura; eso es turismo. A día de hoy, ascender un sietemil por una vía complicada tiene mucho más valor que subir a cualquier ochomil.
¿Cuándo y por qué asumiste el reto?
En 1982. Antes hubiera sido complicado, porque no daban permisos para escalar el Kangchenjunga; es una montaña que hace frontera con India y Nepal, y había restricciones políticas. Ese año obtuve el permiso y me hice tres ochomiles: el Kangchenjunga, el Gasherbrum II y el Broad Peak —sólo le faltaban cinco—. Vi que era una meta fácil de alcanzar.
¿Sentiste algún tipo de presión durante los 16 años que tardaste en acabar las 14 cumbres?
No, no, qué va. Empecé a escalar ochomiles en los años setenta, y para mí nunca fue una competición, porque no había nadie que pudiera adelantarme.
¿Y qué hay de Jerzy Kukuczka?
Él era más joven y vino más tarde. Mi suerte es que empecé la partida siete años antes que él.
¿Cómo era vuestra relación?
Yo tenía buena relación con los alpinistas polacos, especialmente con Kurtyka, que para mí es el mejor alpinista polaco, fuimos juntos a alguna expedición… -la tentativa fallida del Cho Oyu, en 1982.
¿Y con Kukuczka?
Había respeto entre nosotros, pero nunca escalamos juntos, no tuvimos oportunidad. Nos encontramos en su primer ochomil —el Lhotsé, 1979—; pero no en la montaña, sino en el valle, él iba con su expedición y yo con la mía —ese año, Messner participó en el rescate del hijo de Edmund Hillary en el Ama Dablam (6.812 m)-. Pero nos vimos a menudo, incluso le invité a mi casa —un castillo restaurado en los Alpes tiroleses—. Cuando acabé los 14 ochomiles me felicitó, y yo hice lo propio. Fue triste cuando me enteré de su muerte… No hay duda de que fue el escalador número uno de los años ochenta en las grandes alturas. Pero en los años ochenta —repite—, porque en los setenta no estaba listo todavía.
¿Es importante ser el primero en el alpinismo?
Es importante en cierta medida, porque el alpinismo, el alpinismo tradicional —remarca— ha basculado siempre en la línea que separa lo posible de lo imposible. Cada generación de alpinistas diseña sus imposibles. En mis tiempos, escalar el Everest era posible, pero escalarlo sin oxígeno era imposible.
"Hay muchas cosas imposibles hoy: pero cosas que son imposibles hoy serán posibles mañana. Es la evolución de la humanidad".
Hasta que en 1978 demostraste lo contrario…
Tuve la oportunidad de romper muchos tabús: Fui el primero, junto a Peter Habeler, en ascender sin oxígeno el Everest; fui el primero en hacer un ochomil solo; fui el primero en hacer tres ochomiles en una sola expedición; fui el primero en hacer un doble ascenso a dos grandes ochomiles —el Gasherbrum I y el Gasherbrum II—… Y fui el primero en hacerlo realmente en estilo alpino, porque lo de Buhl en 1957 en el Broad Peak no fue estilo alpino.
Pero el austriaco ascendió al Broad Peak sin oxígeno y sin…
¡El estilo alpino es algo más! Para mí no era importante escalar esas montañas, sino escalarlas por paredes cada vez más complicadas.
El Nanga Parbat fue tu primer ochomil. ¿Qué significó para ti?
No fuimos a escalar el Nanga Parbat; fuimos a escalar la cara Rupal. Esto es importante. Si me hubiesen invitado a escalar el Nanga Parbat por la vía normal, por la ruta Kinshofer, probablemente les hubiera dicho que no, que aquello sólo era un trekking por la nieve y que yo era un escalador, un escalador en hielo. Pero cuando recibí la invitación para la cara Rupal estaba fascinado, ¡era la pared más grande del mundo! —4.600 metros de granito y gneis congelados— Entonces no podía imaginar la tragedia en que acabaría…
¿Es el ochomil del que guardas peor recuerdo?
Sin duda —su hermano y compañero de cordada murió en la montaña asesina.
Eres de los pocos alpinistas de tu generación que quedan con vida…
Sí, es una cuestión complicada esta… Entre los británicos están Chris Bonington y Dough Scott; eran los más fuertes en los años setenta. Luego vinieron los polacos; algunos de ellos siguen vivos aún: Wielicki, Kurtyka… En los noventa, los eslovenos les tomaron el relevo, y la mayoría de ellos murieron. Es muy difícil defender una actividad donde más del cincuenta por ciento de los alpinistas encontraron la muerte. Yo no la defiendo. Tenemos la responsabilidad de cuidar de nuestras madres, de nuestras esposas, de nuestros hijos… ¡no puedo defenderla! La practiqué, y todavía hago algunas cosillas, pero no en el mismo nivel, porque tengo 72 años… Salir a la montaña bajo tu propia responsabilidad, sin apoyo externo, es un peligro en sí mismo: los desprendimientos de rocas, los aludes, las congelaciones, las tormentas heladas, la falta de oxígeno… pueden aniquilar a un ser humano en escasos minutos. ¿Cómo reaccionas ante esto? La imagen del alpinista-héroe es totalmente errónea; los alpinistas son personas absolutamente normales, con miedos.
¿Qué se hace con el miedo?
Yo aprendí a atajar la sensación de peligro, a echarme atrás para olvidarme de un reto o para volverlo a intentar luego. Pero piensa que he hecho más de cien expediciones, y necesité mucho tiempo para aprender esto. Puede que haya alpinistas que no sepan cómo manejar el miedo y que les guste jugar a ser héroes. Odio esa frase de “prefiero vivir un día como un león que cien años como un cordero”. ¡Es realmente fascista! —como que la dijo Mussolini…— Y el fascismo es el mayor peligro para los alpinistas; muchos de ellos arriesgaron su vida realizando actos heroicos para su nación. Fui el primero en hablar de ello y criticarlo en Alemania, y tuve muchos problemas, porque aún hay un uso fascista en el alpinismo.
Lo explica mejor en uno de sus libros: «El fascismo trasladó el espíritu guerrero al mundo del alpinismo. Lo idealizó al mismo tiempo que lo banalizó a través del culto al cuerpo. El compromiso, la voluntad y el coraje se convirtieron en símbolos de una “raza superior”. La aventura era sinónimo de combate. Hoy, viene acompañada de test de condición física, de pruebas y de récords.»
¿Por qué es tan raro encontrar mujeres en las grandes altitudes?
Porque durante muchos años tuvieron el acceso vedado a los clubes alpinos, y empezaron a escalar ochomiles veinticinco años más tarde que los hombres. Siempre hay una brecha de veinte, veinticinco años; es el ritmo del alpinismo.
Edurne Pasabán se convirtió en la primera mujer en ascender los 14 ochomiles veinticuatro años después que tú, en 2010…
¡Ella no fue la primera mujer en escalar los 14 ochomiles! Fue la segunda. La primera, en mi opinión, fue Miss Oh. Nadie puede demostrar que no ascendiera al Kangchenchunga.
Pero tampoco que hiciera cumbre…
Fue todo una invención de Ralf Dujmovits, el marido de Kalterbrunnen, no sé por qué, no es algo que esté bien… De todas formas, estuve muy contento también cuando Edurne Pasabán hizo sus 14 ochomiles y la felicité, es una chica muy simpática y muy fuerte, y una figura muy positiva para el alpinismo. Porque la montaña no tiene nada que ver con sexos. ¡Lynn Hill era más fuerte que el más fuerte de los hombres! En cambio, ahora no hay nadie al nivel de Adam Ondra, ninguna mujer puede hacer lo que está haciendo él.
"No he podido cumplir todos mis sueños, pero he hecho mucho más de lo que esperaba
cuando tenía veinte años".
¿Cuál es la escalada más dura que recuerdas?
La del Breach Wall, en el Kilimanjaro —la comparan a la cara norte del Eiger, con rocas congeladas y corredores de grado VI. En 1978, Messner abrió esta ruta con Konrad Renzler; tardó 12 horas, en estilo libre, sin usar tornillos ni piolet—. ¡Y nadie habla de esto!, cuando es una vía extremadamente complicada, que no se volvió a escalar hasta cinco años después. Hoy es imposible realizarla porque los glaciares se están derritiendo, y la sección de hielo por la que pasamos ya no está allí. Tuve suerte de encontrarla, pero fue muy peligroso. He hecho otras muchas escaladas similares por todo el mundo, pero a nadie le interesan, porque lo único que buscan es el número 8.000. ¡Ochomil no significa nada! ¡Miles de personas suben al Everest por pista!
Hace un tiempo propusieron aumentar la lista de los 14 ochomiles. ¿Qué opinas al respecto?
Los geógrafos decidieron hace cien años lo que es un ochomil, y un ochomil es un bloque montañoso con una altitud de más de 8.000 metros –¡gran descubrimiento!–. Todos estos ochomiles tienen picos secundarios un poco por debajo –como el Kangchenchunga Central, el Kangchenchunga Sur, el Kangchenchunga Oeste; el Lhotse Shar y el Lhotse Central… Nos saldrían, como mínimo, unos veinte ochomiles si nos ponemos a contar–. Sería estúpido considerar todas estas cimas como ochomiles independientes. Si lo hicieran sería sólo por razones económicas, para vender descaradamente más permisos a los alpinistas.
Apostamos a que tu montaña preferida no es un ochomil…
Estéticamente, mi pico preferido es el Machapuchare —lo dicho, 6.993 metros de altitud—. Es de los más hermosos del Himalaya y del mundo.
Otra de tus escaladas más fuertes fue la del Heiligkreuzkofel, en los Dolomitas, grado VII.
Eso fue en 1968, todos los escaladores me llamaron loco; decían que era inmoral lo que hacía, me daban, como mucho, dos semanas de vida.
¿Cuándo te han llamado loco por última vez?
Mmmm… ¡Ayer! —se ríe escandalósamente— Pero me da igual, estoy acostumbrado. Todavía hay mucha gente que me tiene manía porque sigo vivo y en activo. No hay semana que no reciba amenazas por Internet, porque digo lo que pienso y discuto cuestiones polémicas en los periódicos, como que las montañas no son para cristianos ni para musulmanes ni para budistas; las montañas son para todo quien quiera subirlas; no entienden de religión ni de política.
¿Ha habido algo imposible para Rinhold Messner?
Hay muchas cosas imposibles hoy; pero cosas que son imposibles hoy serán posibles mañana. Es la evolución de la humanidad. Yo no he podido cumplir todos mis sueños, pero he hecho mucho más de lo que esperaba cuando tenía veinte años. A esa edad no imaginaba ascender los 14 ochomiles, por ejemplo, ni ser parlamentario europeo, ni abrir un museo sobre el montañismo —en realidad, seis—. Pronto los dejaré en manos de mi hija y me dedicaré a filmar películas en las montañas —ya ha dirigido una en el Monte Kenia—. Mi entusiasmo sigue vivo, y espero que continúe así en los próximos años ¡o décadas!