El regreso de Chango Chuck

“Vaya, Chango, pensé que habías muerto"

Simón Elías / Ilustración: César Llaguno

El regreso de Chango Chuck
El regreso de Chango Chuck

Pese a ser media noche, las calles de San Francisco emanaban un calor apocalíptico. El asfalto, el hormigón, el acero, el aluminio, la goma de las ruedas de los vehículos se habían cargado de temperatura como una batería que desprendía calorías en medio de la noche. Las calles emanaban ese aire húmedo, arenoso y artificial y estaban tomadas por los vagabundos. Había cientos de ellos. Algunos descansaban tirados directamente sobre el cemento, otros se agolpaban en la puerta de los negocios de venta de cigarrillos. La gran mayoría estaban envueltos en sus sacos de dormir, los más jóvenes se reunían en cuclillas ante una botella de alcohol o una sustancia estupefaciente. Unos retrasados todavía enseñaban sus cicatrices y sus pústulas esperando la misericordia de los escasos viandantes a esa hora de la noche.

Un negro descalzo hablaba solo y mentaba a dios, una mujer orinaba junto a la puerta de un restaurante, un grupo se congregaba alrededor de un pequeño altavoz por el que surgían las rimas violentas de un rap suburbial. Eran un ejército de seres post-humanos que habían tomado las calles de la ciudad más cara y más competitiva de los Estados Unidos. A la mañana, ejecutivos, tecnócratas y especialistas de todo el mundo esquivarían sus cuerpos, de camino a sus puestos de trabajo. Entre los cuerpos disidentes, expulsados del bienestar de la sociedad, se encontraría Chango Chuck, si es que no había muerto ya.

La última vez que le había visto fue en Yosemite, en la base de El Capitán. Pasamos cuatro días juntos, durmiendo al pie de Sea of Dreams, una de las rutas más técnicas de la pared. Tanto él como mi amigo A. y yo estábamos tentando su ascensión. Para nosotros era un reto deportivo, para él, una cuestión de supervivencia. Estaba allí, en una de las rutas de escalada artificial más difíciles del mundo, porque no tenía otro lugar a donde ir. Mucha gente le trataba con condescendencia, como si estuviese loco, pero la realidad era que este vagabundo de las paredes vivía en uno de los lugares más maravillosos del mundo. Era un sin-techo privilegiado, con una hamaca de pared, varias cuerdas y el material necesario para vivir en el mar granítico de El Capitán.

Al día siguiente continué pensando en Chango mientras conducíamos hacia Yosemite. No había regresado en veinte años y estaba sumido a partes iguales en la excitación y la melancolía. Al llegar al valle escalamos Higher Cathedral y durante el descenso J. me preguntó por Chango. “No tengo ninguna noticia" -le respondí- “cuando le echaron del parque estuvo viviendo en las calles de Santa Cruz. Es muy posible que haya muerto".

El calor era insoportable. Estuvimos a punto de abandonar los planes de escalada y regresar a Colorado, cuando tuvimos la idea de escalar la cara sur del Half Dome a la luz de la luna. Descansamos toda la mañana en la habitación de un motel y al mediodía entramos al parque. Fuimos directos a comer al restaurante junto al Campo 4. Los dos estábamos nerviosos y parlanchines ante la gran aventura a la que nos íbamos a enfrentar. Entonces, como para acompañar ese momento sagrado que estábamos viviendo, apareció Chango. Iba vestido de negro, llevaba un manojo de llaves entorno al cuello y su sempiterno maletín. Nos saludamos afectuosamente y le invité a sentarse. “Vaya, Chango, pensé que habías muerto". Me miró y lanzó una carcajada. Tenía muy buen aspecto.

J. compró uno de sus libros: un manual de escalada en grandes paredes. Charlamos un rato y nos marchamos con la sensación de haber presenciado una aparición. Caminamos durante toda la noche, escalamos el Half Dome a la luz de la luna y vivimos unos momentos de intensa amistad y conexión con la magnificente naturaleza del valle de Yosemite. Cuando regresamos al coche arrastrando los pies a la mañana siguiente no sabíamos muy bien si lo que había ocurrido era ficción o realidad. Realmente eso tampoco era tan importante.

Te recomendamos la película "Valley Uprising" en la que puedes más sobre Chango Chung y la vida en Yosemite.