Arqueología de la memoria

Historias a pie de vía

Simón Elías / Ilustración: César Llaguno

Arqueología de la memoria
Arqueología de la memoria

La memoria es un cajón desvencijado. Uno de esos cuartos oscuros donde vamos almacenando lo útil mezclado con artilugios inservibles en ese afán tan humano de acumular. Solo cuando los años pasan, cuando el cajón de sastre de la memoria nos supera en magnitud e intentamos rescatar lo que merece la pena, nos damos cuenta de su importancia y de la dificultad de separar el grano de la paja.

Durante los últimos 100 años la sociedad rural española se ha empeñado en borrar los vestigios del pasado. Una fuente con pilón en la plaza de un pueblo nos devuelve a los días de pastoreo, un empedrado en una senda comida por la broza nos recuerda que un día fuimos pobres y arreábamos mulos por la montaña, una casa serrana con el alto al descubierto nos devuelve a los días en que comíamos lo que sacábamos de la huerta y que debía ser almacenado para todo el año. Parece que esos recuerdos nos hacen de una clase inferior, parece que si no compramos en las grandes superficies y tenemos las calles del pueblo hormigonadas no somos ciudadanos de primera. ¿Y si eso ocurre con el patrimonio qué no va a ocurrir con la tradición, con las enseñanzas acumuladas a base de miles de años de experimentación y adaptación al medio con mayor eficacia que ninguna máquina? Si en los pueblos han desaparecido los abrevaderos y han sido sustituidos por pivotes de hierro fundido con un caño ¿qué va a ocurrir con nuestras historias? ¿cómo vamos a saber en qué luna se corta la madera para hacer un vallado? ¿lo buscaremos en Google?

Mauro Corona es uno de esos buceadores de la memoria en las montañas de las Dolomitas. Toda su obra está consagrada a recuperar lo que hemos ido dejando atrás, por unas u otras imperiosas razones, y que bien puede sernos de utilidad en el futuro. Uno de sus libros describe el paisaje desolado del pueblo de Erto, arrasado por las aguas del embalse de Vajont un 9 de octubre de 1963, mientras lo llena de vida rememorando las historias que allí ocurrieron. “Éramos pobres antes del Vajont, pero en aquel palmo de la mano se encontraba de todo. Ahora somos ricos y no tenemos nada. No hay periódicos, ni tabaco, ni fruta, ni verdura, ni carnicería, ni banda de música, ni solistas. Nada. Todo se ha acabado. La comodidad ha eliminado los servicios…" Cuando la Societá Adriatica di Elettricità construyó el embalse que posteriormente arrasaría el pueblo para producir una energía que los paisanos no necesitaban, instaló en una de las plazoletas empedradas unos baños públicos. Que aquellos hombres y mujeres perdidos en la espesura de las montañas dolomíticas mearan y cagaran en letrinas sin agua corriente les debió parecer a los ingenieros de lo más primitivo. Cambiaron miles de años de tradición por un retrete con cisterna.

En enero de 2001 se hundió la última chimenea del pueblo de Ainielle desmantelada por el rigor del invierno. Desde que el pueblo fue vendido a principios de la década de los cincuenta al Patrimonio Forestal del Estado (“El vecindario, que está constituido por los oferentes de la finca, desea la emigración de estas tierras a “tierras bajas" donde el trabajo humano se halle mejor remunerado. En las circunstancias que viven, la vida es muy dura, privados de médico, sacerdote, de las comodidades de las comunicaciones…" describe uno de los informes.), se han sucedido los expolios. Primero fue el de los objetos, luego, con la aceleración del fenómeno urbanístico del Pirineo llegó el asalto a la arquitectura popular. Enrique Satué, otro buceador de la memoria oriundo de Anielle, se presentó en el Servicio de Protección del Medio Natural de Huesca con una fotografía de la puerta de la casa de su madre construida en 1739 de donde habían sustraído la clave adovelada para denunciar su desaparición. Finalmente con la muerte de los ancianos llegó el saqueo de la memoria. Miles de años de tradición convertidos en compost en sólo dos generaciones y unos cuantos libros para recordar que antes las gentes leían los astros, el viento y el murmullo de un río como ahora leemos el Herald Tribune desde nuestros iPod.

Arqueología de la memoria

Llamazares, Julio. La lluvia Amarilla. Seix Barral.