El esquiador y alpinista polaco Andrzej Bargiel ha escrito una página inédita en la historia del himalayismo al completar el primer descenso integral del Everest con esquís sin la ayuda de oxígeno suplementario. Tras su histórica bajada del K2 en 2018, el polaco suma ahora una gesta aún más ambiciosa: deslizarse desde los 8.848 metros de la cima del mundo hasta el campamento base por sus propios medios, atravesando algunos de los tramos más peligrosos del planeta.
La expedición comenzó el 19 de septiembre por la ruta del Collado Sur y, tras varios días de aclimatación, Bargiel partió el día 21 desde el Campamento IV, situado a unos 7.900 metros. Tras más de 16 horas de esfuerzo en la llamada “zona de la muerte”, alcanzó la cumbre el 22 de septiembre por la tarde. Apenas unos minutos después, se calzó los esquís y emprendió un descenso continuo que le llevó a superar lugares emblemáticos como el Escalón Hillary, el Balcón o el propio Collado Sur, hasta alcanzar el Campamento II, a 6.400 metros, ya de noche.

Allí realizó una breve parada para descansar y al amanecer del día siguiente reanudó la bajada enfrentándose a la traicionera Cascada de Hielo del Khumbu, un laberinto de grietas y bloques inestables donde incluso los alpinistas más experimentados suelen recurrir a cuerdas fijas. Bargiel, fiel a su planteamiento, no utilizó oxígeno suplementario ni recurrió a estas instalaciones, confiando únicamente en su técnica y en la ayuda de un dron operado por su hermano para documentar y explorar la ruta. Finalmente, el 23 de septiembre, alrededor de las 8:45 de la mañana, alcanzó el campamento base cerrando así un recorrido legendario.
La hazaña cobra aún más dimensión si se tiene en cuenta que, aunque varios montañeros han coronado el Everest sin oxígeno, nunca antes alguien había logrado descender en esquís desde la cima hasta el campamento base en esas condiciones. Con este logro, Bargiel se convierte en el primer alpinista en haber esquiado tanto el Everest como el K2, las dos montañas más temidas del planeta, siempre sin la ayuda de oxígeno embotellado.

“Es increíblemente alto, pasé 16 horas por encima de los ocho mil metros y hay que estar muy preparado para funcionar ahí arriba”, explicaba tras la aventura. Su gesta no solo subraya los límites que puede alcanzar el ser humano en la alta montaña, sino que también abre un nuevo capítulo en el esquí extremo y en la exploración de las cumbres más altas de la Tierra.
Con este descenso, Bargiel no solo entra en la historia del alpinismo, sino que redefine lo que significa conquistar una montaña: no se trata únicamente de alcanzar la cima, sino de encontrar nuevas formas de regresar de ella, ampliando los horizontes de lo posible y recordándonos que todavía quedan gestas capaces de inspirar al mundo entero.