¿Tú también crees que cada vez hay más días ventosos en la montaña? ¡pues no vas desencaminado! Comparte con nosotros qué está pasando, en qué nos afecta y cómo evitar sus peores efectos.
Desde hace sólo 2 ó 3 años los aficionados a la naturaleza están empezando a consultar la velocidad del viento prevista antes de salir a la montaña. ¿Hay motivos para preocuparse por este fenómeno meteorológico o como dice el refrán es mejor ocuparse?
¿Qué pasa con el viento?
En estos últimos años quienes salimos con frecuencia a la montaña hemos notado un aumento considerable de las jornadas con viento a lo largo del año, pero sobre todo de su velocidad. A nivel mundial están aumentando, tras una treintena de años de decrecimiento, los valores registrados en gran número de países. César Azorín-Molina, del Centro Mixto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas en España ya explicó a la cadena informativa británica BBC en 2019 que “La causa principal del aumento de la velocidad del viento está asociada a cambios en la circulación atmosférica y ciclos que ocurren en las oscilaciones atmósfera-océano “.
Aunque en 2005 se alcanzaron records históricos de viento en enclaves españoles muy característicos (por ejemplo en el tinerfeño Pico del Teide más de 250 km/h), ha sorprendido los 180 km/h de Panticosa en enero de 2021, una velocidad realmente alta para un terreno situado a “sólo” 1.200 metros de altitud. Y es que los expertos mundiales avisan de que al menos durante los próximos 10 años se prevé un incremento generalizado en casi todo el planeta de la velocidad del viento.
El mes de marzo está considerado como el más ventoso del año en casi toda España, con especial incidencia en la cornisa cantábrica y en las cimas de la mayoría de la montañas peninsulares.
Clasificación
En el mundo de la construcción se evita trabajar en tejados y cubiertas cuando el viento supera los 50 km/h, un valor que también nos debe hacer reflexionar sobre cuál es el límite razonable para encontrarse en un terreno complicado de montaña y que posiblemente debe alertarnos a partir de los 30 km/h. La Agencia Estatal de Meteorología establece tres niveles de alerta y ya desde el más bajo (color amarillo que advierte rachas de más de 60 km/h) deberíamos evitar actividades por laderas no resguardadas y transitar por bosques, siendo los niveles naranja y rojo los vinculados a rachas de 90 y 120 km/h que incluso ponen en peligro la conducción en carretera, tanto por la estabilidad del automóvil como por la aparición de objetos en la calzada.
Para quienes vamos a la montaña, las molestias suelen empezar en torno a los 30 km/h por sensación de frío si no se va adecuadamente vestido, a partir de los 60 km/h si estamos caminando o incluso simplemente pernoctando en una tienda de campaña –sólo las mejores aguantarán los 100 kg de presión sobre las paredes del doble techo- y a partir de 90 km/h el peligro puede proceder de la imposibilidad de caminar o de la caída/arrancamiento frecuente de árboles.
¿A qué nos enfrentamos?
Un viento más fuerte de lo esperado, habitualmente comprendido entre los 30 y los 50 km/h, implica:
- Sensación térmica de enfriamiento: estando a unos aparentemente inofensivos +5ºC y con viento de 40 km/h la sensación será de -10ºC. A -5ºC, una cifra habitual en la alta montaña invernal durante las primeras horas de la mañana, las rachas de 40 km/h nos “transportarán” a los -25ºC, una temperatura muy peligrosa si no vamos muy bien equipados.
- Prisas por salir del tramo venteado, lo que puede implicar forzar el ritmo de avance o intentar coger atajos peligrosos.
- Disminución del campo visual, ya sea por golpeo lateral de la capucha de la chaqueta en la cara o por caminar con la cabeza agachada para protegernos, sin anticipar la existencia inminente de algún obstáculo peligroso, como una placa de hielo o un precipicio.
- Empeoramiento súbito de la habilidad de sujeción de objetos, al enfriarse en exceso las manos cuando no llevamos guantes o resultan insuficiente. Puede conllevar desaparición de un mapa, caída de un teléfono móvil, soltar un piolet, que se vuele la ropa de abrigo que estamos intentando ponernos luchando contra el aire y hasta un sitio inalcanzable…
- Pérdida repentina del equilibrio corporal mientras se camina por un sendero,se trepa por unas rocas o se remonta una ladera nevada.
Medidas preventivas
Entre las acciones más aconsejables y no siempre más seguidas están:
- Consultar el viento en altura que dan las predicciones específicas de meteorología de montaña que existen en internet.
- No salir con gente inexperta si dan rachas de viento de más de 30 km/h e incluso desistir del plan original cuando en las cimas se prevé más de 50 km/h.
- Cambiar de ladera si la elegida inicialmente recibe vientos fuertes directos y por supuesto descender a cotas más bajas si no amainan a lo largo del día.
- - Recordar que un viento en calma al aparcar el coche no conlleva necesariamente tranquilidad en altura. La advertencia de que los vientos “de abajo” pueden duplicarse en altura suelen quedarse cortas ; en el caso de montañas cercanas a grandes núcleos urbanos, la sensación de protección es ilusoria, con vientos de apenas 20 km/h en Madrid-capital los excursionistas se han topado en casos extremos con hasta 160 km/h en aparcamientos tan concurridos como el del Puerto de Navacerrada.
- No olvidar en casa una chaqueta impermeable de buena calidad, cuyo tejido siempre será más cortaviento que el de un forro polar tipo windstopper o prenda softshell. Las mejores chaquetas para lluvia y viento , a menudo con membrana de teflón, cortan el viento hasta los 100 km/h frente a los 60 km/h de chaquetas más económicas con inducción de poliuretano o forros con inserción windstopper.
- Llévate 2 bastones, refuerzan tu equilibrio y no son una opción los días de viento ¡son obligatorios! Eso sí: evita utilizar las correas de sujeción, pues al aumentar el viento las posibilidades de caer tus dedos pueden quedar atrapados y lastimarse.
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