Este verano de 2024 la siniestralidad en montaña se ha disparado por diversos motivos, pero entre otros pesa que el número de visitantes sin preparación alguna se ha multiplicado desde la pandemia ¡en algunos espacios naturales hasta por 5!
1) Ir por delante de quien conoce el camino
Si observas desde el aparcamiento cómo se mueven las personas que acuden a un espacio natural comprobarás que en poco tiempo –a menudo menos de media hora- no pocos de quienes desconocen por dónde va exactamente el recorrido dejan atrás a los/las que sí saben el trazado exacto. Suele ocurrir sin malicia alguna, por la alegría de reencontrarse con amistades, charlar animadamente o también por no igualar el ritmo con quienes caminan más tranquilos/as. En cuanto haya una bifurcación, un tramo dudoso o esté oscureciendo, resulta fácil perder el contacto visual y auditivo. Y si no existiese suficiente cobertura de móvil, comenzaría una situación desasosegante: gritos, intentos de atajar, búsqueda fuera del camino, nervios…
2) Liderar un grupo grande de inexpertos
Escucharás más de una vez que España es el país con más supuestos expertos por kilómetro cuadrado de Europa y aunque tiene su componente jocosa, también evidencia una realidad ¡a veces parece que hay más guías que principiantes! Salvo tienes una experiencia muy dilatada y conoces bien una zona, no constituye buena idea embarcar tú solo/a a una decena de inexpertos en una travesía por alta montaña de varios días o conducirles a una cumbre complicada; mejor será contratar un guía o reducir el grupo.
3) Sobrevalorar las capacidades
Independientemente de la experiencia, formación y preparación que tengas, en algún momento la montaña te pondrá en apuros, incluso en actividades supuestamente sencillas, ya sea por un cambio meteorológico brusco, tener que ayudar a un accidentado, una caída inesperada o mil y una situaciones no siempre previsibles. Una de las formas más razonables de salir airoso/a es acometer objetivos por debajo de nuestro nivel físico y técnico, para que dispongas de un margen frente a los imprevistos. No cuentes con que todos los componentes de tu grupo podrán caminar durante muchas horas seguidas sin sufrir, que su ambición o interés es el mismo que el tuyo, ni con que los itinerarios resultarán siempre tan sencillos y cortos cómo se reflejan en las reseñas.
4) No renunciar a tiempo
Identificar cuál es el momento adecuado para regresar o telefonear al 112 no resulta fácil, pero debe hacerse horas antes de que oscurezca, antes de que una persona se encuentre muy fatigada o indispuesta y siempre que percibamos una amenaza real: por ejemplo viento muy fuerte, pendientes peligrosas, lluvia torrencial, ríos desbordados, riesgo de hielo en la carretera, etcétera.
5) Infravalorar los tramos con trepadas
La popularidad de la escalada está haciendo creer a una parte de los senderistas, excursionistas o montañeros que casi cualquiera puede moverse por rocas fáciles. La realidad es que trepar con seguridad por por un resalte rocoso, una pequeña arista o una canal empinada no está al alcance de todos/as si no se ha practicado/aprendido antes. Puedes aprender a moverte con una cierta soltura por terreno sencillo (de primer o segundo grado) si te inscribes en un curso de montañismo, pero no esperes a darte de bruces con una situación real y que tus acompañantes improvisen tu enseñanza. Algunos macizos españoles incluyen rutas normales a sus principales cumbres, con trepadas sobre roca que ponen en apuros fin tras fin de semana a no pocas personas. Practicar en piedras pequeñas y asequibles, a ras de suelo y bajo la supervisión de un guía titulado o como mínimo una persona experimentada siempre será un tiempo bien empleado.