Que a la montaña no se debe ir en solitario es algo que a menudo hemos escuchado, pero que por diversas razones se hace caso omiso. ¿A qué nos enfrentamos?
LO BUENO:
Mayor independencia. Puedes salir prácticamente cuando quieras y sin necesitar convencer a los demás de un objetivo concreto. Quedarse en casa cuando luce el sol simplemente porque tus amigos/as se muestran demasiado perezosos para abandonar la ciudad o tienen otros planes distintos resulta frustrante. Nadie decide por ti. Disfrutarás de que nadie discuta tus decisiones sobre sí continuar, cuándo descansar, si llegar a la cima o no, darte la vuelta antes de lo esperado o prolongar la actividad.
Flexibilidad en los cambios. Optar en el último momento por un destino con mejor tiempo es algo que no todo el mundo está dispuesto a hacer. Si al llegar al aparcamiento el lugar está muy masificado o la ruta no tiene el atractivo imaginado, puedes cambiar el plan sobre la marcha (por supuesto con sensatez y siempre con el nivel técnico suficiente) sin tener que discutir con nadie.
Experiencia más intensa. Hasta el sitio menos ambicioso adquiere una nueva dimensión cuando vas sin acompañantes. La satisfacción de resolver por uno mismo los diferentes tramos, lograr por ti sola/a una cumbre o dormir inmerso en una naturaleza solitaria resulta impactante.
Evitas la falsa seguridad del grupo. Animado por otras personas quizá cruces un tramo demasiado peligroso, en el que en realidad convenía darse la vuelta, posiblemente te fíes demasiado de beber un agua dudosa en verano o acabes creyendo que puedes saltarte la normativa ambiental porque tus compañeros lo hacen sin pudor. También en un nevero o trepada pueden caérsete encima o algo más común pero también muy peligroso: llevarte en su vehículo a demasiada velocidad o conduciendo imprudentemente.
LO MALO
Está totalmente desaconsejado por la Guardia Civil. En su reciente campaña en las redes sociales sobre seguridad y rescates lo ha dejado bien claro “Procura no ir solo a la montaña. El grupo mínimo aconsejable es de tres componentes. En caso de accidente, mientras uno acompaña al accidentado el otro va a buscar ayuda”.
Un simple incidente puede acarrear consecuencias graves. Por ejemplo una caída en un hueco grande entre rocas donde no resultes visible desde fuera o un resbalón en una pendiente empinada con final incierto quizá provoquen que pases una noche herido/a, sin que nadie te auxilie y te oiga. Incluso un simple enclave de baja o media montaña, aparentemente inofensivo cuando sales en grupo, puede complicarte la vida si sufres un contratiempo cuando vas solo/a.
No tienes una segunda opinión. Escuchar qué piensan tus acompañantes cuando hay que cruzar un tramo peligroso, se aproxima una tormenta o te extravías a menudo ayuda a relajar la tensión y no tomar decisiones erróneas.
Es menos divertido. Ir con amigos/as resulta por lo general más relajado y entretenido que caminar sin ellos. También cargarás con más peso. A veces lo más memorable de una actividad son las conversaciones con los demás, un vivac en el que se comparten anécdotas o las bromas entre personas que realmente se aprecian.
No aprendes in situ de personas más experimentadas. Cómo decía el divulgador científico Eduard Punset: “Un gramo de práctica pesa más que un kilogramo de teoría” y toda esa experiencia de personas con más años de monte que tú resulta fácilmente atesorable cuando les escuchas y ves cómo se comportan. Algunas personas solitarias pueden sobrevalorarse si no frecuentan la montaña con acompañantes más preparados y esto ocurre especialmente con quienes quieren proyectar una imagen de autosuficiencia o solvencia en las redes sociales, mostrando sus actividades en solitario como una pequeña hazaña y reciben alabanzas de desconocidos.