Estableciendo su campo base junto a un lago a 4.350 metros, el equipo nipón podía observar la elegante montaña, cercada al este por el río Dadu, que el explorador japonés Tamotsu Nakamura fotografió y expuso al público, dando origen a las intenciones aperturistas de Sato y compañía, diseñando un plan de ataque en estilo alpino con dos equipos y por diferentes rutas.
Serían Matsushima y Sato quienes, tras seguir un corredor por la cara NE, salir por la arista Norte y superar peliagudas secciones de mixto (III y IV), alcanzaban la cumbre de este cincomil virgen que se mostró con pocas ganas de ponerles las cosas en extremo difíciles a los japoneses, consintiendo la conquista. El segundo equipo, compuesto por Kato y Yoshimura solo podían llegar a la antecima antes de emprender la retirada por la hora tardía.
Tras 15 horas de actividad, el equipo al completo llegaba a su campo base avanzado, en los dominios del río Dadu, reconocidos por la riqueza de su cultura tibetana, cada vez más devaluada por la aceleración china, que entre otras cosas planea construir una imponente presa en el río.