Existe una cierta épica del accidente entre quienes frecuentamos la montaña, por considerar demasiado a menudo que se deben a situaciones difíciles o dramáticas y no a acciones cotidianas en terrenos sencillos. A continuación tratamos 6 situaciones delicadas, mucho más comunes de lo que se cree y que pueden afectarnos inesperadamente.
Botas enganchadas
Basta con llevar el suficiente tiempo pisando terreno de montaña para haber sufrido algún incidente o accidente con nuestras botas por alguna de estas situaciones.
1) Gancho contra gancho. El gancho interior más alto de la bota se traba con el de la bota opuesta cuando por alguna razón damos un paso con los pies demasiado juntos. La caída es instantánea y muy brusca, pues iniciamos el “aterrizaje” sin posibilidad de poder adelantar una pierna para amortiguar la caída o estabilizarnos. Las botas de alta montaña son más proclives a tener ganchos superiores más grandes y con mayor capacidad para cordones más gruesos, por lo que incrementan la posibilidad de engancharse respecto a calzados más ligeros. Esta situación ha originado graves caídas en España incluso a montañeros muy expertos, en terrenos que conocían a la perfección. Si nuestros ganchos están ligeramente abiertos hacia afuera, deberíamos doblarlos con unos alicates un poco hacia adentro para disminuir el riesgo.
2) Gancho contra cordón. La lazada del cordón se engancha con la bota opuesta, situación más común que la anterior; afecta tanto a principiantes como expertos/as. El médico vasco Kepa Lizarraga, uno de los mejores especialistas de la península en prevención de accidentes de montaña, comentaba recientemente en sus redes sociales:”(…) hay botas en los que esos ganchos quedan muy laterales, mientras en otras están más adelantados. En el primer caso, hay más riesgo de que la clásica lazada que utilizamos para atar las botas pueda enredarse en alguno de los ganchos y provocarnos una peligrosa caída, al impedirnos dar el paso”. Kepa recomienda: “(…) si nuestras botas se parecen a lo que describimos, será conveniente que las lazadas de atado sean de poca longitud, que añadamos nudos para reducirlas o que las sujetemos hacia delante o el exterior de cada pie, disminuyendo el riesgo de que lleguen a engancharse.
3) Cordón suelto. Al pisarlo con la otra bota caemos inesperadamente. Puede ocurrir porque la lazada se haya aflojado por no estar bien hecha/apretada o porque el tipo de cordón concreto que lleve la bota tenga tendencia a aflojarse (es el caso de los cordones cilíndricos gruesos y algo rígidos). Más habitual entre personas inexpertas.
4) Lazada con punta de bastón o de crampón. Cualquier lazada demasiado larga puede acabar introduciéndose en la punta del bastón o crampón y provocar una caída. Algunos modelos de botas incluyen de fábrica cordones excesivamente largos, que favorecen lazadas muy largas.
Botas demasiado blandas
Al igual que las zapatillas blandas, pueden inflamar y lesionar los metatarsos, pero en realidad son susceptibles de originar situaciones más graves: apoyo inseguro en pendientes nevadas, rotura de crampones rígidos por fatiga, congelaciones si utilizamos crampones de correas y como mal menos falta de sujeción del tobillo si la caña también es blanda (creemos que vamos protegidos al ver su altura pero en realizad casi no estabiliza ni sujeta en terreno empinado).
Botas excesivamente duras
Con unas botas muy rígidas es más fácil resbalarse sobre las rocas mojadas, entre otras cosas porque la suela apoya de manera menos completa al no flexionar frontal o lateralmente, además de fatigarnos con mayor facilidad que con opciones no tan duras. Si bien un calzado rígido resulta prioritario en terreno nevado y técnico de alta montaña, en actividades de inferior envergadura pueden incrementar la sensación de cansancio e incluso las posibilidades de tropezar, de hecho suelen incluir punteras más voluminosas y menos precisas, poco operativas cuando por cansancio pisamos con menos atenció .