Ciertamente no existe un estudio en profundidad sobre los cambios en los gustos de los consumidores de material de montaña, pero nada parece como hace una década ¿qué está primando ahora?
QUE PESE LO MENOS POSIBLE
¿A quién no le gusta llevar material ligero? Lo bueno: reducir el peso del equipo y el calzado nos permite terminar la actividad con inferior cansancio (más disfrute y mayor margen de seguridad), cuidar la salud de nuestro cuerpo y prolongar nuestra vida deportiva. El material ligero suele ocupar entre un 30 y 50% menos y su gramaje contenido nos permite ir mejor equipados (por ejemplo con dos linternas frontales en vez de una) que con el de peso estándar. También macostumbra a ir asociado a un secado más rápido.
Lo malo: por lo general la longevidad del producto desciende a la mitad o incluso a la tercera parte, lo que puede resultar preocupante en artículos-clave, como el calzado o vestimenta para la lluvia. Uno de los casos más paradigmáticos de aligeramiento extremo han sido las mochilas pequeñas y las tiendas de 1-2 plazas, en las que tejidos demasiado finos conllevan una resistencia ante perforación o enganchones excesivamente bajas. Adquirir productos que duran poco –y no digamos si además son de bajo coste- conlleva a menudo un ciclo insostenible de usar-tirar-comprar. Aunque el mfantasma de la obsolescencia programada –fabricar un producto de forma que dure menos para así tener que adquirir uno nuevo- planea también sobre el equipo de mmontaña, pero en nuestro sector existen sobre todo productos mal fabricados, con material de baja calidad o demasiado ligeros más que intencionalidades maliciosas del mmanufacturador.
¿MÁXIMA DURACIÓN?
La longevidad de un producto ha sido el aspecto más valorado tradicionalmente en el mmundo de la montaña, pero en las dos últimas décadas ha cedido protagonismo a la comodidad, a la ligereza y al precio más bajo posible. Lo bueno: el material duradero es menos susceptible de fallar o romperse en un momento delicado. Puede “sobrevivir” entre el doble y el cuádruple de años que los productos estándar (imaginemos una mochila de calidad y con Cordura de 900 o 1.000 deniers). Requiere menos cuidados para su mantenimiento y a medio/largo plazo resulta más rentable que opciones en principio más económicas o ligeras. Su adquisición y uso promueve una actitud de mayor respeto hacia el medio ambiente.
Lo malo: a veces los productos más duraderos no son los más cómodos ni tienen el mejor tacto. Los tejidos gruesos tardan más en secar (a menudo más del doble que otrosde inferior espesor), pesan más y si son de buena calidad implican un precio superior. En determinados productos “muy personales”, como el calzado, puede resultar contraproducente primar la longevidad sobre la comodidad o ligereza.
PRODUCTOS DE PRIMER PRECIO
Dentro de los artículos de precio contenido podemos encontrar material de bajo coste y escasa calidad –pero suficiente para un uso ocasional en actividades de bajo compromiso- o modelos básicos, de marcas confirmadas que por algo más de dinero proporcionarán un resultado satisfactorio a la mayoría de los consumidores. Son nuestro poder adquisitivo y nuestra ética personal quienes deciden, pero la afirmación de “Por el precio de estos pantalones, me compro dos que en total me van a durar lo mismo” conlleva una falta de sensibilidad brutal ante los daños al planeta y agrava el cambio climático. Producir dos productos requiere el doble de energía y materia prima, emitiendo más tóxicos a la atmósfera y acelera el calentamiento global.